Muy agradable el viaje a Las Palmas (osea, al lado amarillo de esto), a las Jornadas de Ruralia 2008.
La ida fue horrososa, en un lamentable vuelo de Spanair, con una hora de retraso, en un incomodísimo Mc Douglas MD82 (es curioso, lo poco que viaja uno en avión, y continuamente descubro cómo las latas de sardinas pueden ser más y más pequeñas) y rodeado de jóvenes y molestas lumbreras madrileñas que parece viajaban a alguna especie de olimpiada científica (efectivamente, veo que a una de biología, y curioso: todos, incluidos los que parecían venir de Extremadura -por supuesto mucho más educados- eran chicos, pero entre el profesorado acompañante sí predominaban las mujeres). En cuanto al hotel , nada recomendable, y ya no digamos en una factoría turística de tanto nivel como Canarias. No es recomendable ni como invitado (no vale ni un tercio de lo que según sus tarifas cuesta), tan céntrico que está lejos de todo (tanto de Triana como sobre todo de Las Canteras, que es en donde uno debe alojarse en Las Palmas), con ventanas que no ajustan, un gusto hortera en el reformado, un desayuno triste y escueto... ¡y sin wifi en la habitación, a estas alturas del partido! (había que irse con el portátil a un pasillo ¡y pagar 3 euros por media hora, cuando en el cibercafé situado a 100 metros cobraban 50 céntimos!).
En cuanto a los organizadores, una gente estupenda, un trato exquisito, y lo poco que pude oir en las jornadas (de otras ponencias o del coloquio tras la mía), referente a gestión del territorio, problemas con los residuos agrícolas o los grandes dilemas del periurbano, muy interesante. Los asistentes de nivel, y con intervenciones muy agudas. Cuando ocurre tal cosa (que no siempre ocurre) te hace gracia que alguien te comenté después lo estimulante que ha sido tu charla con pupilas dilatadas, pues el más estimulado es el conferenciante, cuando observa primero feedback gestuales y luego intervenciones críticas o demandas de ampliación en el coloquio. En fin... Que a los rurólogos les hesita el rural urbanizado y global. Y encima me recogieron en el aeoropuerto en limousina (mini y europea, que no es lo mismo, pero vale como experiencia... la única diferencia -yendo solo, claro- es que hay que hablar a gritos con el conductor). Y a más, a más, uno de esos marcos incomparables que merecen el tópico: la Casa de Colón.
Tener un Hotel Escuela cerca implica hoy en día deconstrucción a punta pala. Y como en Santa Brígida, que venció al holandés hace cuatro siglos, pero ahora ni se le resiste al holandés, ni al sueco, ni mucho menos al alemán, hay uno que debe de ser muy bueno para poder mantener el nivel de la Tourist Canary Factory, pues tuve ocasión de degustar, en una cena agradabilísima, las particulares deconstrucciones de seguro que alguno de sus alumnos aplicados, en La Carpintería, con los técnicos de Aider. Es curioso cómo la nueva cocina es clara expresión, también, de la urbe global, y de la dialéctica global-local: se basa en conceptos globales (aburridamente globales) pero que se encarnan en las particularidades. Osea: morcilla deconstruida, sí, en serio, por ejemplo... Exquisiteces, que en general además saben ricas (no tiene por qué coincidir lo exquisito con el buen sabor), pero cuya contribución mayor es a la socialibilidad, no a la gastronomía por mucho que lo intenten (ninguna de las virguerías postcocineras llega a superar gastronómicamente a los productos y/o platos de origen en que se inspiran o de los que derivan). La clave del éxito de esa nueva cocina estriba en lo que obligan a hablar sobre el propio plato a los comensales, intentando averiguar qué hay detrás de cada textura, cada sabor mezclado... Queso que sabe a paté... Hígado que sabe mermelada... Chocolate que parece aislante térmico... Incluso morcilla que tras ser deconstruida y reconstruida con otra textura, sigue sabiendo a morcilla... ¡Qué cosas!.
Viajar solo tiene sus inconvenientes, pero tiene ciertas ventajas. La más importante es que te fijas más en todo. Las observaciones son más ricas, por autoreflexivas. Es una opinión, claro...
Pero, por ejemplo, algo que no me llamó la atención en el último viaje (cuando viví en Canarias hace un cuarto de siglo aún no había cruzado el Océano y por tanto no tenía elementos para comparar) se me hizo muy presente ahora: el urbanismo popular que me impactó en las laderas de Caracas es canario puro. Los bidonville vienen de allá, o han ido de acá...
También me llamó la atención la práctica inexistencia de parques eólicos (al menos en el Norte y Oeste de la isla) en un territorio absolutamente dependiente energéticamente del exterior. El asunto no deja de tener guasa si tenemos en cuenta que algunas de las primeras experiencias con energía eólica en España las hicieron en Canarias (aunque claro, en la isla enemiga) las gentes del grupo de Cipriano Marin, el Cipri, que me introdujo en las cochinadas de la informática allá por el 84 ó el 85, y que por ahí anda todavía (si me hubiese tocado Tenerife hubiera hecho por verlo, claro).
Tuve tiempo incluso, mientras esperaba que me recogiesen para cenar, para echar un rato en la carpa-exposición sobre Energía instalada por la Caixa en el Parque San Telmo. Como todas las que organiza, con detalles de lujo para los niños...y los mayores. Están muy bien explicados casi todos los tipos de energía... menos la nuclear, claro, de la que no se señalan los riesgos para la salud (sólo se dice que los residuos duran miles de años, pero no lo que producen), ni mucho menos los riesgos en caso de accidente. Pero claro, no se pueden pedir peras al olmo... El caso es que por primera vez fuí consciente de cómo es el petróleo. Por mucho que lo hayamos visto en miles de películas, documentales..., verlo ahí, aunque sea en un frasco, es distinto. ¿Saben a qué se parece el crudo? ¡A la Coca-Cola! ¡Es tal cual la cocacola sin gas...!, osea justamente como la inventó Pemberton. Aunque tradicionalmente se ha atribuido el éxito del bebercio al mito de la coca y tal, el hecho cierto es que para cuando arrasó en el mercado americano, los vinos de coca (muy de moda en Europa a finales del XIX) estaban ya de capa caída. No... La clave no está en eso, sino justamente en la semejanza del caldo con el crudo, justo cuando el petróleo se convertía en el motor de la economía norteamericana, símbolo de la potencia, la energía, el éxito. La Coca Cola triunfó no por su mitificada fórmula, sino sencillamente porque parecía petróleo bebible. En cierto modo lo es... ¿Lo había descubierto alguien antes?
Bueno... La vuelta fue mucho mejor. Supongo que sobre todo porque estaba más descansado, con el trabajo ya cumplido, y con el buen sabor de boca que me dejó la organización. Pero también contribuiría un Airbus de Iberia, más holgadito. Aunque con franceses mediterráneos algo ruidosos. Ya saben, cosas de las deconstrucciones culturales que se hacen a posteriori, en función del estatus final, osea el etiquetado retroactivo, o la teleología del darwinismo social: los catalanes de España son circunspectos y trabajadores, y los de Francia vagos y jaraneros; Norte y Sur.
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