Me llama su hija Natalia para darme la noticia e invitarme al acto (aunque por mi horario de clases no podré asistir) y Sandra me lo guasapea. José Mari Lagunas y Adelina Mullor me envían sendos recortes de prensa local navarra: que la Diputación Foral concede la Medalla de Oro de Navarra, post mortem, a Mario Gaviria. Una noticia estupenda que me pilla de sorpresa, porque aunque me había pedido Sandra argumentario hace un tiempo, no seguía el tema de cerca.
Más allá de la alegría entre parientes y amigos, lo que me parece significativo de este premio es que el actor institucional promotor fuese el Colegio de Sociólogos y Politólogos de Navarra, y el redactor de la memoria un profesor de Sociología de la UPNA.
El Colegio ya le había dado un premio Sociedad y Valores Humanos en vida (2006), pero digo que es significativo por lo que implica de reconocimiento, aunque tardío, de dos instituciones por las que no se sintió muy bien tratado. De principios de los 80s, cuando surgió el Colegio, recuerdo el día en que llega Mario (yo creo que estábamos con lo de Navarra Energía) y me dice:
- Que nos vamos a tener que ir de Navarra, que me han dicho que nos quieren echar porque no somos sociólogos...y tú ni periodista, a ver si acabas esa carrera, que yo por lo menos tengo el título de Derecho
- ¿Pero los batasunos o los del Opus? - le pregunté, y continuamos la marcha nocturna.
A mí, como era aragonés (y ahora ni eso), pues como quien oye llover. Pero en el fondo aquello le dolió, por lo de sociólogo (estaba desarrollando temáticas impensables en la Sociología española unos años atrás, y unas metodologías novedosas) pero sobre todo como navarro, porque por mucho que intelectualmente se hubiese "criado" en Zaragoza, siempre se sintió muy navarro, en aquella época incluso vasco "de la segunda etnia". Le dolía pues ese no reconocimiento profesional que un cuarto de siglo después el Colegio corrigió con su premio, cerrando ahora el círculo al presentar la candidatura a la Medalla de Oro de Navarra.
Y bueno, a mí me dio luego menos pereza hacer los cinco años de la carrera entera de Sociología que las cuatro asignaturas de quinto de Periodismo que me quedaban, aunque Mario me insistía repetidas veces en lo contrario ("acaba Periodismo este año, joder, qué importa cuál el caso es que tengas una"). Pero además de la pereza de retomar monstruosidades como la Semiótica, también pesó en mi decisión la convicción de que para evitar zancadillas debía hacer una "legitimación dura". Porque la titulitis y el corporativismo se planteaba, y se sigue planteando en muchas ocasiones, no como una actitud para cerrar el paso a los okupas y enchufados (en la Universidad abundan profesores de Sociología que ni estudiaron, ni se molestaron en estudiar/formalizar después, ni saben, Sociología), sino para putear a auténticos sociólogos que contribuyen al desarrollo y aplicación de la Sociología en campos y métodos nuevos, vengan de donde vengan. Son esas cosas por las que por ejemplo a Alvin Toffler, Ivan Illich o Vance Pacarkd, tres de mis sociólogos más preciados para entender la sociedad actual, no los verán en manuales o tratados de Sociología (salvo en los míos y pocos más). Son esas cosas por las que el propio Gaviria tuvo que terminar solicitando el cambio de Área de Conocimiento, de Sociología a Trabajo Social, "aborrecido" que decimos en La Ribera (osea, hartico, harto), y se jubiló en cuanto pudo. Me echaba a mí la culpa, medio en broma medio en serio, de su mala experiencia en la universidad, porque en 1985 le estuve dando la vara, presionado por su madre, para que aceptase la oferta que Enrique Gastón me había transmitido en un viaje en tren en el que coincidimos, que resumiría así: "tenemos una plaza de Sociología en Pamplona, que depende de Zaragoza: díle que se presente para que tenga un sueldo seguro, seguridad social, pensión el día de mañana, y no depender únicamente de los políticos de turno". Le costó, porque también rechazaba la oferta por su origen, pues no se hablaban entonces por viejas rencillas. Pero finalmente conseguimos que se presentase, y aquella plaza le fue muy funcional. Y además su última etapa en la UPNA, ya en Trabajo Social, fue una de sus etapas más fecundas.
Por eso (es la segunda parte) es también significativo que haya sido un profesor del Área de Sociología de la UPNA (que, recuerdo ahora, Gaviria por cierto contribuyó a promover en diversos informes), el activo gavirista Ion Martinez Lorea, quien haya preparado la memoria. Porque faltaba, de hecho falta, el reconocimiento de la Academia. A principios de 2018 andaba yo urdiendo solicitar en la Federación Española de Sociología que se propusiese a Gaviria para el Premio Nacional de Sociología que concede el CIS. Acababa de presentarse un librito que otro joven y entusiasta gavirista, David Prieto, había promovido con otros colegas por el 40 aniversario del Extremadura Saqueada, en el que participé con un capítulo, y quise aprovechar que en la época era el coordinador (ahora se dice Presidente, será por cargos) del Comité 21 de Investigación (Sociología y Medio Ambiente), osea que andaba medio en la institución. Pero en esas se nos muere, y aunque ví que la cosa estaba reñida y entre gente del status quo (llevaban meses compitiendo activamente y sin complejos Durán y De Miguel), y ya que no decía la convocatoria nada sobre vivos o muertos, presenté la propuesta desde el Comité. Incluso conseguimos que unos cuantos departamentos de Sociología de varias universidades lo promoviesen. Este fue mi escrito de propuesta:
"Por la presente queremos solicitar, desde el Comité de Investigación nº 21 Medio Ambiente y Sociedad, que la FES proponga a Mario Gaviria, post morten, para el Premio Nacional de Sociología, ante la convocatoria actualmente abierta del CIS.
Creemos que hay razones de todo tipo, desde académicas a humanas, para apoyar esta candidatura. Mario Gaviria, sociólogo y urbanista, es reconocido estos días, tanto en la prensa nacional como en la regional, como uno de los pensadores españoles más importantes del último medio siglo. Ha fallecido el pasado 7 de abril, tras una larga y penosa enfermedad, pero sin dejar de mantener activa su mente hasta horas antes de morir. Tras ocuparse de un número ingente de temas, venía trabajando en los últimos tiempos sobre una de sus últimas preocupaciones, la convivencia de Occidente con el Islam. Numerosos sociólogos, arquitectos y urbanistas, ingenieros, ambientalistas, han celebrado estos días mediante extensos artículos, algunas de sus aportaciones.
Estudió Derecho en Zaragoza y Sociología en Estrasburgo y Londres. Y enseñó Sociología y Urbanismo en distintas universidades, dentro y fuera de España, desde la mítica CEISA española a la UCLA (en la que rechazó incorporarse tras una larga estancia como docente). Finalmente se incorporó a la Universidad Pública de Navarra. Hizo informes para la ONU, para el Gobierno francés, para el Gobierno español, para numerosas instituciones, pero también los hizo de forma altruista para muchos colectivos y comunidades con problemas.
Pero sobre todo realizó una serie de investigaciones (siempre en equipo, y siempre potenciando a sus colaboradores) pioneras en campos tan diversos como el desarrollo rural, el urbanismo, el turismo, o el bienestar social. Trajo a España mucho del pensamiento ambiental, convirtió el turismo en un objeto de análisis sociológico, hizo avanzar la Sociología Rural, fue un referente en la Sociología Urbana y el Urbanismo en general como lo acreditan los estudios realizados sobre él tanto en España como en Francia (donde se reconoce su importante papel en la difusión del pensamiento de Henri Lefebvre). Desarrolló los primeros estudios regionales de España (en la línea de la Sociología Regional de Howard Odum) en Navarra, Aragón o Extremadura. Ha tenido asimismo una influencia enorme en el Trabajo Social, habiendo asesorado algunas de las primeras experiencias españolas de Renta de Mínima Inserción, y de algunos de los programas más avanzados de integración gitana. Su trabajo de sociología aplicada ha tenido tal impacto social que ciudades como Zaragoza y Benidorm, o la región de Navarra, le han otorgado reconocimientos públicos por sus aportaciones.
Su campo de acción investigadora fue muy extenso, habiendo sido uno de los pocos sociólogos españoles con libros de gran impacto tanto en ventas como en influencia, como España a gogó, Ecologismo y ordenación del territorio, Extremadura Saqueada, El buen salvaje, La caña y el pez, España Séptima Potencia, o el más reciente El paraíso estancado, entre otros muchos, dejando inédito uno sobre la convivencia entre Occidente y el Islam.
En el caso de la Sociología Ambiental su aportación es especialmente importante. De hecho, sus aportaciones se produjeron en paralelo a los primeros avances de nuestra subdisciplina en el mundo anglosajón, yendo muy por delante en el análisis de muchas de las problemáticas socioambientales. Su importante figura en este campo fue reconocida en 2005 con el Premio Nacional de Medio Ambiente.
Creemos, en suma, que Mario Gaviria es plenamente acreedor de ese reconocimiento. Que no haya dado tiempo de otorgárselo en vida no puede impedir que su memoria reciba el merecido reconocimiento de la profesión."
Pero (lógicamente, tendría que decir por cuanto conocemos cómo funciona la Academia) no pudo ser. Osea que la FES, la expresión de la Sociología académica, ni le dió en vida ni post mortem el merecido reconocimiento a Mario. Como tampoco se lo dió a otro de los apenas media docena de grandes sociólogos de este país (lo alocado que anduviese en sus últimos años no borraba su aportación): Amando de Miguel. Por eso me parece significativo que desde el área de Sociología de la UPN se haya trabajado ahora el tema. Algo es algo, y es un algo importante para la Sociología real.
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