Fotogravida



Yo he hecho fotos. Muchas. Muchísimas, y a muchísima gente. Las suelto en el blog, en Twitter (aunque en TT se pierden "como lágrimas en la lluvia"). Desde la primera cámara que hubo por casa (una Kodak Fiesta, prácticamente una caja negra con una rueda que hacía correr el carrete, que seguramente conseguiría mi madre con polvos de lavar, con TUTU u OMO, y que hacía unas fotografías penosas), a la que seguiría mi primera cámara "profesional", una Werlisa Color Club con la que hice las fotos para mis primeros reportajes, a mediados de los 70. El colmo de la sofisticación low cost fue la Praktica TL1000, a finales de aquella década, a la que en 1984 siguió la Praktica B200 ¡electronic!, que compré en Canarias (¡cómo no renovar, en aquellos años, la cámara de fotos estando en Canarias!) cuando estuve haciendo los estudios de ciudades de playa en Puerto de la Cruz y Maspalomas, a la que añadí un par de "buenos" (los más baratos) objetivos. A final de siglo llegaron las primeras digitales, y a finales de la primera década los smartphone sustituyeron a las cámaras para la mayor parte de las fotografías. Aunque aún sigo (en 2020) utilizando de vez en cuando mis dos digitales más recientes, porque el zoom sigue siendo una asignatura pendiente en los smartphone (al menos en los de gama media, en la que me he quedado hace años para no conspicuir): una Sony reflex para las fotografías especiales, y una pequeña Lumix de Panasonic en los viajes de largo recorrido. Por el camino he perdido, o me han perdido, algunas. La primera auténticamente mía (la Werlisa) me la robaron en Las Ramblas, allá por el 76. La última se quedó en un taxi, tras una carrera desde El Centro a Calexico.  


    

      PRAKTICA B200 electronic 35mm Film SLR Camera with: Amazon.co.uk ... (las fotos de cámaras son de Internet)


Con todas esas cámaras he disfrutado haciendo fotos, por poca que fuese la calidad de la cámara. En su día la entendía como "documento" (primero recuerdo familiar, amistoso u amoroso, o documento periodístico y luego social o urbanístico). Con la llegada de las digitales, cuando podías hacer fotografías sin preocuparte del coste del revelado, empecé a disfrutar realmente de la fotografía, de la captura de momentos insignificantes, de detalles fugaces e improductivos, del placer de mirar a través del objetivo. Disfruto capturando, y fotografiando a quien quiero. A mí, sin embargo, me han hecho pocas, en relación a las que yo he hecho. Y aun seguramente las que me han hecho hayan sido demasiadas. Algunas me ha llegado varias décadas después de que me las hicieran. Otras se perdieron, o me las perdieron, o las circunstancias me obligaron a perderlas. Aquí tengo algunas, para que los míos, y yo mismo, las tengan a mano. Aunque están en orden, de las más antiguas a las más recientes, las voy colocando a saltos, a medida que las localizo, escaneo si es el caso, y selecciono. 


Mallén, ¿1956? Una de mis primeras fotografías (soy el cabezón) con mi hermano Jesús y mi tía Gloria, hermana de mi madre y que moriría poco después.


Mallén, hacia 1960

En el corral de casa (al fondo el pajar/gallinero, a la izquierda asoma el abrevadero junto al pozo, y a la derecha arrancan las conejeras), con mi hermano mayor Jesús, mi madre, mi abuela, mi primo Pedro Cano Cabrejas (estaría de persmiso del convento) y Pepe "el malagueño", que fue peón casi fijo de mi padre una temporada


En las fiestas del Cristo, subido a uno de los carros que se ponían para "cerrar" calles laterales a la del encierro (aquí en la ebocadura de la Calle del Molino), viendo "las vacas". 


Por la misma época, en la foto escolar, con mi hermano mayor


De paseo con mis padres. Tenía que se una fiesta gorda tipo El Corpus, porque pocos domingos era posible ir a misa todos juntos, por las faenas agrícolas, las vacas, los conejos.... La pinta es de que íbamos de vermú.




Muy pequeño también, subido en el John Deere, que años más tarde yo mismo conduciría por el campo, cargando cosecha. En el corralón de mi abuelo, donde luego construiríamos la casa nueva. El tractor lo lleva Pepe el Malagueño, y el otro parece mi primo (en realidad tío) Gonzalo Cano Cabrejas, en algún permiso del convento-seminario. Mi padre estaría con la Lube (La Única Birria Española, la llamaban) regando en varios campos a la vez)




Otra foto de colegio, yo creo que todavía de las monjas


En Domingo de Ramos, primero con las ramas de laurel y luego, cuando mejoró la economía, con las palmas, mi hermano siempre volvía de misa mayor con todos los caramelos. Yo, como puede verse, con ninguno.


Mi etapa de monaguillo (aproximadamente entre 1961 y 1964, en que me fuí a Santa Coloma) fue muy enriquecedora. Dura al principio (mi padre me llevaba envuelto en una manta, de noche todavía bajo el cierzo helador, al convento de las Mercedarias a misa primera), pero luego con privilegios, como caprichos de las monjas, y luego en el "nuevo destino" en la iglesia parroquial, poder colarte por todos los recovecos de la iglesia, sacristías viejas, torre, etc, entradas para el Cine Parroquial, hartarte de "recortes" de las obleas de hostias que íbamos a buscar al convento de las monjas... Todo ventajas. Era el Brad Pitt de los monaguillos.




Entre 1960 y 1962, aproximadamente. Una infancia razonablemente feliz, a pesar de los zapatillazos de mi madre y algún guantazo de cogote de mi padre (por imposición materna, nunca motu propio), siempre con las limitaciones de ser del medio, que es un mal rol. Estas fotos nos las hizo Miguel José, el yerno de Amparo, la amiga de mi abuela que vivía en Bilbao. El yerno era escaparatista en Zaragoza, y hacía unas fotos estupendas. Esos jerseyzazos también los hacía mi madre, me encantaban las cenefas de ese especialmente.




Cole, juegos en el castillo sin castillo, limpiar conejeras, ayudar en el campo, sacar el "fiemo" de la cuadra de las vacas, sacar agua del pozo para hacer la "pastura" de los tocinos, correr las vaquillas en fiestas, defenderme de las chivadas de mi hermano pequeño... Porque el paso de dos a tres fue realmente conflictivo. Seis años siendo el pequeñín de la casa... (y pequeñín de verdad). Estas fotos son de la Primera Comunión, que a mí me permitieron hacer antes de tiempo para que la hiciésemos juntos los dos hermanos (y porque me sabía el catecismo, claro). Y son más o menos de cuando nació mi hermano Javi, hallá por 1962.



Me encantaba la cazadora aquella. Aunque mucha de la ropa nos la cosía mi madre (que además tenía tiempo para ordeñar las vacas, y ayudar en el campo en muchas de las labores). Cuando íbamos de compras o de médicos a Zaragoza, se fijaba en los grandes almacenes y copiaba los modelos.



Estas fotos con los terneros nos las hizo un fotógrafo de los que iban por las fiestas de los pueblos. Nos vio por la calle y nos hizo llevarle a casa, a hablar con mi padre, porque quería hacernos fotos para su colección. Luego nos envió por correo copias.   




Hacia 1964-65

Nunca he sido aplicado (me despista una mosca, y esto es buena muestra), aunque en determinadas épocas he sacado buenas notas sin apenas esfuerzo. Mis primos (en realidad tíos, primos hermanos de mi madre), cuatro hermanos cuya madre (hermana de mi abuela Cristina) quedó viuda pronto y tuvo que "irse a servir", fueron de cabeza todos a seminarios de distintas órdenes. Vivían en Buñuel (Navarra), donde su padre había sido herrador, y en Navarra (también en parte en mi pueblo, pero menos) la tradición era meterlos en esa situación en los innumerables conventos que había. Tres fueron para agustinos, y uno para jesuitas. 
El más dinámico de los cuatro (el segundo en edad), tan dinámico que acabaría asesorando a algunos de los grandes tiburones catalanes de las finanzas, en cuanto lo justo para sacarse el título de maestro, se salió del convento (ahora, a la vejez viruelas, se va a hacer estancias en el convento en el que estuvo, en San Millán de la Cogolla). Ejerció brevemente de maestro en Cortes de Navarra (cuando fue con sus alumnos de excursión al castillo de Javier, me llevó con ellos), pero enseguida se las piró a Barcelona a estudiar Empresariales. Estoy en la primera fila, con pantalones blancos.


Y tras él fueron saliendo todos los demás. El mayor estaba a punto de cantar misa, y seguro que se arrepintió más de una vez porque habría sido un buen fraile. El caso es que todos se fueron detrás de él a Barcelona, sacaron a su madre de la casa de servir en la que estaba, donde había ahorrado para la entrada de un piso en Santa Coloma de Gramanet, y allí acabé yo también, porque como no permitían examinarse de Ingreso de Bachillerato antes de los 10 años, y ya había terminado la Primaria, se empeñaron en que en el pueblo iba a perder el tiempo ese año. No había habitaciones extra, así que tuve que dormir durante un tiempo en los pies de la cama de mi tía Joaquina, que era un cacho de pan, y a la pobre le mojaba el colchón casi todas las noches. Fue dura la separación radical de la familia y los amigos del pueblo, casi de la noche a la mañana decidieron montarme en un tren a Barcelona, con 9 añitos. En todo el curso no ví a mis padres, hasta que vinieron a recogerme a final de curso (pero antes de volvernos al pueblo, dejaron a mi hermano pequeño también en Santa Coloma, y se fueron unos días de excursión a Palma, donde uno de los primos hacía la mili que no había hecho antes por el convento). 
Así que estas tienen que ser, ya es verano, de 1966.
 


Esta probablemente fuese la foto de la ficha del Colegio Academia Manent. El año de Santa Coloma resultó ser una gozada en muchos sentidos. Tenía cuatro "profesores particulares" en casa a mi disposición. Mi tía Joaquina me mimaba (todos los domingos había para desayunar nata montada, que iba a buscar a la granja de la Calle San Joaquín, donde me eché de "novia" a Laurita, la nieta de la señora no recuerdo). El primo mayor, Gonzalo, me llevaba algunos domingos de excursión a Barcelona en el trole, a ver cine (El libro de la Selva, en el Cine Urquinaona), subir a la estatua de Colón, tomar un aperitivo en las Ramblas... El primo tercero, Pedro, me ponía lo último, Mochi, Los Beatles, Los Salvajes..., y me llevaba a la tienda de uno de Los Salvajes a ver la ropa y los discos de moda. Al primo más pequeño, que trabajaba y estudiaba en el nocturno una maestría técnica, no le quedaba tiempo para llevarme a ningún sitio, pero su novia, Montse, que estaba en la mercería de sus padres, en el bajo de la casa, me ponía todas las tardes unas meriendas riquísimas en la mercería, cuando volvía de jugar entre los escombros y la basura química del Besós. En la academia me hice algunos buenos amigos, alguno de ellos catalán, tuve mi primer conflicto con el fútbol (un balonazo me dejó sin respiración y me desmayé) y me regalaron mi primer libro de literatura propio, nada menos que Robinson Crusoe (y ya siempre he sido un poco Robinson, a la aventura, poco necesitado de rebaño, y persiguiendo siempre la autosuficiencia), por puntos acumulados en Lectura. Y en términos académicos valió la pena. Saqué un 9 en el examen de ingreso en Barcelona. Gracias a las buenas notas del primero segundo trimestre, tuve, por fin, mi primera guitarra (mala, mala, hay que reconocerlo, la más barata que había en unos "grandes almacenes" que había en la plaza), tras haber estado meses "tocando" con guitarras de cartón sobre una tabla que me hacía con mi vecino y amigo Joan Ubach, que luego terminaría como músico profesional (batería).  


Osea que fue un año intenso de aprendizajes, descubrimientos, emociones, y me costó volver al pueblo en muchos sentidos (el Joan, la Laurita...). Además, a la vuelta, el leve acento catalán que se me había pegado generó conflictos, pues en mi pueblo, baturro como pocos (el "chufla, chufla, como te apartes tú" está filmado en el tren que pasaba por mi pueblo), lo consideraban afeminado, y tuve que batirme en duelo con más de uno. Encima la "novia" que tenía antes de irme estaba ofendida y pasaba de mí (hay que decir que tampoco yo había sido fiel). 

Y para colmo mis padres, atándose los machos más de lo que podían, como no querían que siguiera tan lejos de casa, me metieron interno en los jesuítas de Tudela, a sólo 30 kms de Mallén pero en realidad a una distancia sideral pues ni siquiera todos los fines de semana podíamos ir. Yo menos que los otros dos o tres de mi pueblo que estaban internos, porque a dos por tres  me castigaban por negarme a recortarme el flequillo, que a mi abuela le encantaba. 

Entre 1966-69


Sólo estuve tres años interno. La economía iba muy apretada, y en cuanto hubo un sistema de transporte diario para el recién creado Instituto Público de Borja me sacaron. De nuevo me costó llegar y adaptarme al colegio, como antes a Santa Coloma; y luego me costó dejarlo, porque había hecho muchos amigos. No sólo entre los de mi curso (aquí parte del "catálogo" de mi último año, el curso 1968-69), sino también (puesto que era de los más pequeños del curso) también con los del curso siguiente. Ahí estoy, casi el único sin corbata, de blanco. De todos ellos, sólo con Alfonso Aranda he coincidido después, de adulto, en algunas batallas ecologistas y por la común relación con Mario Gaviria. Si ahora los busco me siento muy mayor, pues encuentro a algunos ya fallecidos, incluso alguno muy reciente por dichoso covid. Algunos parecen desaparecidos de la faz de la tierra, y me da yuyu porque para no aparecer nada pero nada en Internet, alguien ha tenido que desaparecer hace mucho tiempo. Así que no busco más.


 


Como encargado de la Sala de Juegos de 3º, puse, entre otros, el disco de Jumping Jack Flash en la lista, pues también el "cargo" incluía la responsabilidad del tocadiscos. Y lo compraron los jesuitas, en 1969). Me hice adicto a las galletas Napolitanas (había quién, afortunadamente no recuerdo quién, llegaba a robarlas en un supermercado en el rincón de Yanguas y Miranda). También descubrí el carbón dulce (en realidad azúcar quemado), que el bueno de Mariano Audera Bardají traía de la azucarera en la que trabajaba su padre. Leí como nunca, porque nunca había tenido a mi alcance una biblioteca, primero de minilibros (en 1ª), aunque finalmente me dieron acceso a la biblioteca de los mayores. Allí no llegué a aprender música, pero descubrí la música clásica. Allí aprendí vasco básico, pero enseguida lo olvidé. Allí aprendí, con los externos, a hacer petardos enormes con los tubos de Vitamina C efervescente (abúsabamos de ella porque era como tener un Nik en la comida, y claro, los curas encantados porque todo se facturaba, así que pronto lo cortaron desde casa), que explotábamos en las cuevas que conocían por el cabezo del Corazón de Jesús. Aprendí a jugar a pelota mano (y algo a balonmano), aquí en el frontón jugando con Marchite. La pala me daba miedo, la verdad. 


En realidad el no poder ir en todos los fines de semana al pueblo tenía sus ventajas, sobre todo en el último año. Me acostumbré a ir a comprar el Heraldo de Aragón a la librería del Rincón de la Plaza de los Fueros. Me fascinaba ver juntos tantos periódicos. Algunos domingos iba a comer a casa de la tía de otro compañero interno, que bien podría ser Pérez Moneo, con el que estoy en esta foto en la piscina. Es una de esas fotos en las que se aprecian bien mis orejas, que generaron más de un "¿Qué es el viento? Las orejas de Baigorri en movimiento" en algún bertsolari.


Y en las tardes, a decirles cosas a las chicas por la calle, y a mirarlas y comprometerlas a distancia en Salinas. Abajo estaba la pastelería, y las señoras tomando supongo que un chocolate, y arriba estábamos el chiquillerío con la sinfonola, "aunque estés tu lejos tú de mí / contigo sueño y soy feliz". Tengo anotada en el catálogo la dirección de Maite, la hermana de Guillermo Dachary. ¿Por qué? ¿Llegaría a escribirle?. 
Creo que alguna vez nos coló en el cine que estaba en el Paseo de Invierno, no recuerdo si Mario Burgos o Iñigo Zulueta (porque siempre estaban juntos). Los jueves por la tarde (¿o eran los miércoles?) eran menos glamurosos. Pero corríamos a un tugurio que había en Herrerías donde te ponían unas tostadas enormes de pan con aceite y ajo. 

Pero en clase me aburría en muchas asignaturas, especialmente en Latín, y me dedicaba a hacer estas cosas. 

Había clases en las que no te podías aburrir, pues el sádico "padre" Sada (Francisco Javier Sada, SJ, quede su memoria para la eternidad) se paseaba con un látigo (llámelo disciplinas) azotando sin piedad; o te tiraba de las patillas hasta que llorabas como una magdalena. El maltrato era habitual. El padre Juan José Ibarrola (tengo a mano el anuario del último curso) me daba un promedio de 0,6 hostias diarias. Buenas, planas, a mano abierta, como las de Sazatornil en Amanece que no es poco. Y luego tenía la desfachatez de acercarse a la camarilla cuando íbamos a acostarnos a decirme que sentía tener que pegarme tanto, pero que como me había sido tan rebelde...La madre que lo parió. 



Mallén, Julio 1975

Recién terminadas las fiestas del Carmen, se me presentan en casa Pili (Tapy, Tapisondia) y su amiga Rosa. Andaban de veraneo en Magallón, donde los padres de la amiga tenían casa, y habían venido a las fiestas de Mallén, y (siempre exogámico en lo posible) habíamos no ligado, sino tenido un flechazo nuclear, aún recuerdo la escena inicial, esa tarde en el baile del casino, todo sillas alrededor de la pista, puro verano. El caso es que al día siguiente, ya día "de hacienda" (de labor), llego a mediodía del campo, y me dicen en casa que me están esperando dos chicas. Fueron luego varios meses muy floridos, al final tan floridos que me asusté, que uno no dejaba de ser más que un chico de pueblo. La amiga me hizo y nos hizo fotos, pero esas tonterías y "pruebas de amor" que hacemos de jóvenes (y de viejos), me deshice (me arrepiento, claro, si llegas a ver esto, Rosa, mándame una copia) tras mi siguiente flechazo de la que estábamos ambos, y sólo conservo las que estoy solo.




Con Gina se ve que me dió, meses más tarde, menos miedo, y aquello entre pitos y flautas, hijos y demás, 32 años. Esta es una de las primeras fotos 

Zaragoza, hacia 1977



Zaragoza, hacia 1977. En plena faena, montando la habitación en el piso en el que vivíamos tres parejas y algún invitado a dos por tres (no quejarse tanto, que entonces sí que era precariedad, aunque no existiese el término).  



Zaragoza, hacia 1978, en la habitación de mi piso de estudiante y precario (fotos de Gina) 



Con mi fiel Dora, que no me falló nunca, y aún está por ahí guardada, dispuesta para cuando venga el Apocalipsis Zombi y nos dejen sin electricidad (a ver cómo hacemos para la tinta)


La cama era un tablón sobre ladrillos. Las estanterías las tablas sobrantes, sobre ladrillos. El sillón, rescatado de la basura, era el mayor lujo de la habitación.




Madrid, hacia 1978 (estas son de Blanca Berlín)



Sacedón, hacia 1978 (foto de Gina). Mario Gaviria tenía una casa en Sacedón, donde el pantano prometía ser la Costa del Sol de Madrid. En realidad nunca había nadie en aquel pueblo, pero era un buen sitio para escaparse a descansar unos días, o a lo que fuese. Esta foto en uno de aquellos viajes.



Zaragoza (Restaurante Casa Emilio), con Mario Gaviria, hacia 1979 (foto de Blanca Berlín, supongo)



Villanueva de la Serena (durante el encierro de los alcaldes que provocamos mientras elaborábamos "El Modelo Extremeño", al aprobarse la central nuclear de Valdecaballeros), verano de 1979, con las hermanas Berlin (Blanca, y al fondo Belén)


Aquí con todo el equipo de "El modelo extremeño"


 

En una movida organizada por Enriqe Gastón en Jaulín, puede ser que para la inuguración de la charca de patos que tenía montada. No recuerdo tampoco la fecha exacta.





Monasterio de Veruela, 1980 aproximadamente (foto de Carlos Díez), con Gina y Paqui



Logroño, 1981 aprox, con parte del equipo que trabajaba en el informe El Campo Riojano. Dios, ¿qué hacía yo dirigiendo un equipo de más de 20 personas, todas con estudios terminados?, pues salío algo de provecho. En la terraza del piso que tuvimos alquilado como campamento base durante casi un año. De izquierda a derecha Antonio Marín (también sociólogo, también murciano, pero que no tiene nada que ver con Antonio Marín), Asún Sobreviela y Alfredo Pérez, yo, no sé quién y Ana Diaz, socióloga riojana. 


Otro plano en la misma comida, y más visible. El "no sé quién" de arriba veo que es el novio de Ana Diaz






Zaragoza, 1982, delante de los juzgados, en mi primera boda. 
Estamos con Félix Lasheras (que tuvo que acercarse a su casa a por una corbata, pues todos muy progres, pero a todos les parecía mal que entrase a casarme sin corbata) y su novia, que pocos días después se fueron a México DF con una beca de él, desde allí él se fue con una economista a Nueva York, luego a China y por ahí andará..., escribiendo libros que firma como Mark Aguirre. Nos volvimos a ver en Nueva York, tres lustros más tarde, y algún email hace unos años, creo que andaba por Yemen entonces. A ver... Sí, aquí está



Mallén, hacia 1981, con mi sobrina Elisabet recién nacida



1990
Me invitaron a una sesión extrañísima, un lujo cultureta de esos. Como medio centenar de gentes venidas de toda España y Latinoamérica, convocadas por una organización cultural (Ámbito María Corral) de Barcelona a una cena-coloquio en el Parador de Trujillo, en la que, mientras ellos cenaban tan a gusto, sucesivamente un historiador del CSIC, un filósofo de estos postmodernos, que estaba entonces en la Universidad de Extremadura y luego creo que se fue para Navarra y un sociólogo (yo mismo) les hablábamos de nuestra visión sobre el descubrimiento, porque se acercaba el 92 (pronto el texto en el archivo). Un poco sobrecogedor, y más en ese marco. Una experiencia...





Monasterio de Veruela, hacia 1991, en uno de las últimos encuentros con mi padre enfermo. Como él ya no podía coger el coche, cuando "subíamos" de Badajoz a verlos a Mallén le gustaba que fuésemos a merender al Moncayo. También está mi madre, en primer plano mi abuela (haciendo la burla) y una amiga de mi abuela.




San Diego, CA, 1996 Durante mi primera visita a la frontera USA/México (Mexicali, Tijuana y San Diego) 


A la ida, parada en Nueva York. Aquí a punto de subir al World Trade Center, y en la terraza.




Badajoz, mayo 2001, ante una de tantas estanterías como he construido, en tantos lugares
Había empezado a poner algunos kilos de más, véte a saber por qué... (osea, por qué comía tanto y tan tóxico). Pero a partir de 2001, en que dejé de fumar, aquello se disparó. Enseguida estuve a punto de estallar. Y más, y más... A principios de siglo llegué a pesar 115 kgs. 


En esta casa viví entre 1996 y 2008



Badajoz, junio 2001, en la feria




Sevilla (Isla Mágica), 2001







Villar del Rey, julio 2001
















Monasterio de Poblet, 23/7/2001, con Ana y Javier



Port Aventura, 24/7/2001




Barcelona, 27-28/6/2001



Delta del Ebro, 28/7/2001




Bogotá, 2003 Mi primera visita a Colombia, a impartir en un seminario sobre Urbanismo y Urbanística en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional.












En Zipaquirá, en la catedral de la Sal


















Caracas, 1/9/2003 Volviendo de Colombia, un overbooking nos obligó a pasar un día (yo protesté como todos los pasajeros, pero estaba encantado, nos pusieron en un hotel estupendo en el centro de Caracas). 














Esta foto la utilicé para mi primera página web















Soria, 2003, interviniendo en un seminario en la Fundación Duques de Soria



Zaragoza, 8/2/2003. Mi hija Ana estudiaba ballet clásico allí. Mi momento (por ahora) de máxima orondez


Gran Canaria, febrero 2003. No era de turismo, pero ni recuerdo a qué fuí







Badajoz, Carnaval 2003 con Javier









Badajoz, abril 2003. Había conseguido un rincón agradable para comer, pero con mi propio cuerpo no estaba a gusto. Nada a gusto.






Aix-en-Provence, junio 2003, en el Congreso de SASE








La Coruña, 7/2003 Creo que para el tribunal de la tesis de José Antonio López Rey, que entonces estaba de profesor en Badajoz, en cuya fase final había tenido bastante participación, aportándole el concepto que finalmente se impuso como título.




De vuelta, en Los Ancares






















Parada en Ponferrada


















Julio/agosto 2003 En el camino, entre Badajoz y Gallur, y en Moncayo






















24/9/2003 Viaje a Milán, al congreso de la ISA, o la ESA, o la otra, con la familia y Mar Chaves














































































Badajoz, 9/11/2003 En medio de la tormenta. De las tormentas


Badajoz 20/11/2003 No recuerdo si es ad hoc, o de archivo



Cáceres, 8/2/2004 Presentación del libro Botellón. Un conflicto postmoderno





Badajoz, 25/2/2004 Presentación del libro sobre el Subsidio Especial Agrario, que incluía un capítulo mío sobre el caso de Extremadura. 






Setúbal, agosto 2004. Buscando un sitio
















En septiembre, seguimos buscando







Alburquerque 6/12/2004 Vinieron de Suecia a visitarnos Markus y Maritza. Conocí a Maritza Castro, una socióloga peruana, en La Rioja, en 1983 ó 1984, cuando hacíamos el estudio sobre El Campo Riojano. Apareció un día con Mario, y ya se quedó por allí y trabajó en un capítulo del informe. Luego siguió su camino, pero mantuvimos el contacto. Volvió a Perú, pero terminó en Suecia, con Markus, donde falleció en plena crisis del coronavirus, aunque tras una larga lucha contra el cáncer. Cuando vinieron a Badajoz hicimos unas cuantas excursiones por los alrededores.




Orense, 16/5/2005 En el hotel. Invitado a dar una conferencia en el Foro norecuerdo. Sobre la mesa el periódico de la ciudad que organizaba las jornadas, recogiendo la conferencia.





Sesimbra, 2005 Con Javier. Ya a punto de explotar





Logroño, 21/1/ 2005 En un curso en la Universidad de La Rioja. Por el camino apetecía en la nieve.









2014, en el Congreso Mundial de Sociología
Ante Chez AkiHito






Mallén, Septiembre 2018. Todo orgulloso, echando el pregón de las fiestas del Cristo en mi pueblo










Olivenza, 2/9/2019 Es evidente. De boda, de nuevo. Esta vez sin corbata hasta el final.


























La última en la que estoy, recién leída la tesis que he dirigido a Rachid El Quaroui El Quaroui, con el autor y el tribunal (3/9/2020)













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