La periodista Olga R. Sanmartin, especializada en temas educativos, publica un interesante reportaje en el que refleja la angustia del profesorado pfrente a la irrupción de la IA.
Y sí, hay que reconocer que la cosa está cruda, pero el culpable de todo esto es el propio profesorado. Mis últimos cinco años en la Universidad, desde que gracias a la pandemia colgué mis clases, están marcados por el fracaso intentando enfrentar ese desafío, mediante la clase invertida: hay que ver las clases en casa y trabajar juntos en clase. Inútilmente, porque los alumnos se niegan a hacer su parte.
Pero con las mimbres que tenemos, el nivel de indolencia de la mayor parte del alumnado y el analfabetismo digital de la mayor parte del profesorado (se hacen cursos de formación básicamente para alimentar redes repartiendo méritos y dinerito por parte del emisor, y por puro credencialismo para obtener complementos y micromejoras en el sueldo por parte del receptor), incluido el más joven, la cosa está muy cruda.
Y ya es la leche cuando se considera innovación didáctica en la universidad, y hasta se premia, paparruchas infantiloides como la gamificación o hacer videos ( en campos no relacionados con lo audiovisual) en lugar de trabajos académicos.
La IA será un loro estocástico, pero pronto la gente se va a fiar más de ella que de cualquier egresado universitario. Y hará bien.
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