Pero lo que me ha removido al dar con él no ha sido el recuerdo de su música, sólo he recordado, al ver la portada, un aire psychofolk. Sino que me ha traído como de bruces el recuerdo los dos amigos muertos por sobredosis que tuve. En particular el amigo de Zaragoza (más bien ex compañero de residencia en el Colegio Menor en los dos últimos cursos de Bachiller), más amigo de mis compañeros de piso que mío, porque con su panda de yonkis arrambló con este disco, junto a toda mi primera colección de LPs, a finales de la década. A veces les dejábamos dormir en el piso que compartíamos entre seis, tres parejas (y aún dicen millenials y zetas que si los boomers, hay que joderse, para poco más que fumar, algún libro de viejo y algún disco de viejo me daba), y en una de esas en que estábamos fuera se llevaron todos los discos, que era lo de más fácil venta. al menos me dejaron la máquina de escribir. Era médico, y haciendo el MIR se había enganchado a los calmantes que mangaba en el hospital, casi todos los estudiantes progres de Medicina enredaban con eso. Y un buen día nos llegó la noticia de su muerte por sobredosis.
Y al pensar en uno he pensado en el otro, y en lo buena gente que eran ambos. De Madrid, era hijo de una familia de la jet de la cultura, estudiaba Sociología y su padre se ofreció a contribuir económicamente para que Gaviria se lo trajese con el equipo que hicimos el informe Extremadura Saqueada, en el verano de 1977. En realidad todos contibuimos económicamente, en cierto sentido, porque íbamos pro bono, agradecidos por aprender y echar unas risas (las primeras durante el viaje, en Trujillo, con hierba criada, según el sesudo funcionario que la traía, en los jardines del Ministerio de Economía; las segundas recién llegados, una noche en la Comuna del Rañaco, con una infusión de hierba en leche de cabra). Y a fé que, al menos algunos, aprendimos. Mucho. Y no nos pasamos con las risas, de hecho yo creo no haberlas vuelto a probar.
El caso es que nos hicimos amigos y de vez en cuando nos veíamos en Madrid, se lamentaba mucho de que sus padres pasaban bastante de él, siempre estaban viajando. Un buen día se lo encontraron en el coche, con sobredosis.
Los dos, bellas personas, demasiado buena gente en un mundo lleno de tahúres y engañabobos en general.
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