2007/12/13

Uff... Vuelve la paja

Creía muertos aquellos tiempos iniciales de la postmodernidad, en las que tantos vivían de construir frases con palabras reconstruidas a partir de conceptos deconstruidos (la fraseología hueca es el auténtico mal francés; no la sífilis, ni siquiera las revueltas à la banlieu). Pero no, porque es toda una subcultura occidental que nos acompaña al menos desde el XVII y sus preciosas, del salón burgués a la rebotica de la librería alternativa; de forma que retorna una y otra vez, generación tras generación, con distintos nombres (yo nombro muy mal, así que paso de ponérselo a la nueva generación: que inventen otros).

¿A qué viene esto? Pues que andaba yo por ahí navegando y me encuentro con un espacio en principio atractivo, de reflexión parecía que sobre lo urbano, que tiene algunas cosas interesantes de verdad. Pero enseguida empieza a sonarme todo, a olerme todo.... Porque sobre un discurso sobre "los procesos de auto-organización anónimos y colectivos que verdaderamente fundan los espacios públicos de la ciudad", y esas cosas, planea luego todo un estilo TAN característico... Osea, por ejemplo "El trabajo es cada vez más una actividad lingüística, comunicativa, relacional..."y cosas así. Me digo entonces que quién será ese pico de oro, y me lo encuentro (¡coño! casualmente en una rebotica de librería) diciendo cosas como estas: "«Capitalismo cognitivo» quiere ser la inversión política y epistemológica de las etiquetas sociológicas al uso, una suerte de cortafríos de una práctica teórica largo tiempo gelificada. Como concepto político señala menos la ineluctable transformación de un modelo técnico, como la puesta a trabajar ―en ese sentido que indica la coacción y el sometimiento a una relación salarial― de una nueva constelación expansiva de saberes y conocimientos. Este «capitalismo cognitivo» es así hermano gemelo de un «capitalismo relacional» y de un «capitalismo de los afectos» que pone igualmente sobre la nueva cadena productiva el indeterminado conjunto de mediaciones sociales, que lleva inaugurando y ampliando ciclos de negocio directo desde hace al menos treinta años: desde el cuidado de ancianos a la atención telefónica, desde la vieja industria cultural a la nueva industria del diseño". Entre estos, y los de la Sociedad de la Imaginación de mi subestado, ando mareado, de verdad...

¿Y por qué pierdo el tiempo contándolo, con el quehacer que tengo, si no me ha resultado satisfactoria la experiencia?. Pues porque ha sido una experiencia, y no hay que tirar nada sin ver antes si es reciclable. Y en ese sentido estoy seguro de que algún lector o lectora de mi blog (no sé por qué, pero intuyo que más probablemente lectora, porque el preciosismo bajo todas sus formas siempre me ha parecido a mí como una exhibición pirotécnica del vistoso plumaje del macho cosmopolitano) le gustarán esas magdalenas más que a mí. Osea, que si son ustedes hiperglobales de la muerte y superalternativos disfrutarán con esas golosinas preciosistas, les darán argumentos metropolitanos (héte aquí el fondo de la cuestión) con los que lucirse luego en sus discusiones contraculturales de provincias.

Yo mientras vuelvo a Geddes, a tomar aire.

1 comentario:

  1. Anónimo2/1/08 16:39

    Pues sí, vaya rollo para inventar la rueda, como tantas veces. En este caso el concepto de economía supersimbólica que Toffler desarrolló suficientemente hace la friolera de un cuarto de siglo. Como dice Baigorri de vez en cuando, es que no leen libros que tengan más de cinco años.

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