Artemio Baigorri
Población, despoblación, ¿repoblación? (indicadores y reflexiones)
Conferencia
Curso “Retos y oportunidades para la Extremadura del siglo XXI”
Consejo Económico y Social de Extremadura/ Universidad de Extremadura
Badajoz, 22/9/2017
Buenos días.
En
primer lugar, agradecer la invitación a participar en este curso, y con un
partenaire de tanto nivel como el profesor Gurría. Espero poder aportarles, más
que datos (aunque con un tema como éste parezca que lo esencial son los datos,
yo no estoy tan seguro), algunas reflexiones que puedan enriquecer su
conocimiento de la región.
He de empezar
advirtiendo que no tengo muy claro el objeto de incluir la población en este
curso.
A ver si me explico. Por
supuesto que hay una lógica, pues la población es uno de los tradicionales
elementos estructurales de un territorio, el primer capítulo de toda Estructura
Económica que se precie, y se considera un componente esencial del desarrollo.
Por
tanto, y como componente estructural tradicional, se le atribuía cierta
autonomía como elemento determinante: uno analizaba la población, los recursos
naturales, las comunicaciones, etc., de un país, un territorio, para hacerse
una idea de su potencial. Un país muy poblado era poderoso, y militarmente daba
mucho más miedo que uno poco
Data de 1898 la novela de
ciencia ficción apocalíptica que popularizó el término del “peligro amarillo”, justo
cuando Occidente descubría lo grande que era China y lo poblada que estaba.
El sociólogo
Kingsley Davis introdujo en los años 40 del siglo pasado el término “explosión
demográfica”, referida a las peligrosas consecuencias de todo tipo que podrían
derivarse de la extensión del proceso de transición demográfica a aquellos
países menos desarrollados a los que empezaban a llegar los bienes de la salud
pública y la satisfacción de las necesidades básicas.
Hemos vivido más de medio
siglo con auténtico pavor a lo que los biólogos Paul y Anne Ehrlich llamaron la
Bomba Población, en tonos apocalípticos.
Y sin
embargo hoy da más miedo un país minúsculo como Israel, o pequeño como Corea
del Norte, que por ejemplo la India, que en unas décadas será el país más
poblado del mundo, superando a China.
La
población de Japón lleva estancada lo que llevamos de siglo (como la nuestra,
como veremos), y sin embargo ha dejado de promover la natalidad, porque es
inútil, y a pesar de sus elevadas tasas de envejecimiento cierra la puerta a la
inmigración. No quieren extranjeros. ¿Qué hacen? Robots. Es más fácil y más barato
producir robots que niños…
Además
es más fácil planificar una población futura de robots que una de niños. Es un
lío, porque si hasta la Revolución Industrial, como decíamos, la población era
factor de…, ahora es determinada por… Y determinada por demasiados factores, la
mayor parte de los cuales son imprevisibles. Es decir, el stock de población de
un territorio (que antes sólo se modificaba por guerras o catástrofes naturales
como epidemias o sequías) pero hoy se ve afectado, a veces de forma repentina e
imprevista, por numerosos factores. Las creencias religiosas y valores en
general, las políticas, la economía, la mejora en los transportes, las modas
incluso… Tantos, que no hay quién haga una proyección demográfica creíble.
Aquí
pueden ver un conjunto de proyecciones de la población española…, y su
evolución real (línea naranja más gruesa), realizadas a finales del siglo
pasado por equipos e instituciones muy prestigiosas. No dieron una. Simplemente
porque nadie imaginaba que de pronto se nos presentarían en España cuatro
millones de inmigrantes legales, y al menos otro flotante de ilegales. Las
proyecciones oscilaban entre unos 38 en la más negativa, esto es incluso
perdiendo población porque llevábamos veinte años de caída a plomo de la
natalidad, y 44 la más optimista, esa que se pone casi por un por si acaso,
pero nadie se cree. Pues aún después de casi una década de crisis y retorno de
muchos inmigrantes, y emigración de muchos españoles, somos todavía casi 47.
Nadie lo pensaba. Dentro de un mes podríamos ser 7 millones menos, si Catalunya
se independiza, y un par de años más tarde incrementar en dos millones de, por
sin ir más lejos, refugiados xarnegos temerosos de sus pensiones. Y no hablemos
de lo que puede pasar con el cambio climático a unas pocas décadas vista…
Prever la evolución de la población es como jugar a juegos de azar.
Yo mismo
con mi equipo hicimos una proyección en 1995 de la población de Badajoz, que
entonces tenía 130.000 habitantes. Calculamos que a principios del siglo XXI
tendría 150.000. Pero es que para 2014 según nuestras cuentas
(metodológicamente según los estándares utilizados en las proyecciones) estimábamos
que ya habría alcanzado los 200.000 habitantes. Y efectivamente en 2012 ya
sobrepasaba los 150.000 habitantes, pero desde entonces ha venido perdiendo
población. La crisis, la burbuja inmobiliaria que expulsó a muchos jóvenes a
municipios del área mesopolitana, incluido el lado portugués… Hay muchas
causas. Por ejemplo en aquella época Badajoz estaba recibiendo portugueses; dos
décadas más tarde los pacenses se estaban yendo a vivir a Elvas al dispararse
el precio de la vivienda… Otras
proyecciones pronosticaban hace tres décadas que los pequeños pueblos
extremeños estaban condenados a desaparecer en pocos años.
Como
puede verse en el noticia (obviamente el de la fotografía soy yo, cuando aún no era un señor mayor, y no el profesor Mora), yo no era tan pesimista, pero sobre todo la evidencia es que, a
trancas y barrancas, ahí siguen estos pueblecitos, vivos, resistiéndose a
cerrar.
Pero lo
que a mí me interesa resaltar es que ya no me fío de ninguna proyección
demográfica. Bastante es si podemos explicarlas a toro pasado.
Por
ejemplo, en el caso de Extremadura tenemos claro, a toro pasado, por qué somos
tan pocos, y además con una densidad tan baja: sencillamente se fue la mitad de
la población.
Hace
unos años, en una comparecencia en una Comisión creada en la Asamblea de
Extremadura para el estudio de la Deuda Histórica, apunté los efectos de la
sangría migratoria producida entre los años ’50 y ’80 del siglo pasado (lo que
he llamado La Era del Olvido de
Extremadura, y cómo dichas consecuencias constituían la gran losa de la región,
y por tanto su restitución (imposible de hacer en la práctica, pero sí compensable)
es la principal Deuda Histórica que España tiene con Extremadura. Porque es lo
que fundamentalmente explica casi todo lo que ocurre en Extremadura. Es cierto
que hay quien repite machaconamente, cada vez que se nombra la gran sangría
migratoria, que algunos intentamos tapar con la referencia a la Gran Diáspora
lo que se no habría hecho en cuatro décadas de democracia, tres de fondos
europeos, etc. Pero hay que hacerlo, porque aquel proceso desangró la región
precisamente de cohortes de edad esenciales, reduciendo la capacidad de
resistencia de nuestras pequeñas ciudades y muchas zonas rurales. Y lo hizo
además (como ocurre en todos los procesos migratorios, al contrario de lo que
popularmente se cree) de la población más preparada de entre las capas
populares.
Fíjense
en el gráfico, que muestra sobre todo por lado la sangría en sí misma: cómo un
territorio que en medio siglo (con una gripe española, una guerra civil y una
postguerra, sin regadíos…) había casi doblado su población, en poco más de
veinte años pierde un tercio, que en realidad es mucho más porque incluye a los
ya no extremeños que durante esos veinte años nacieron en Madrid, Catalunya o
País Vasco. Pero fíjense también en otro dato, que nos habla de ese otro
aspecto a que me refería.
Observen
cómo la tasa de analfabetismo (verde) viene cayendo a lo largo del siglo como
en el resto del país, e incluso el diferencial (barra granate), a partir de
mediados de siglo, se reduce. Todo eso lo parece. Fíjense en la línea roja, que
mide ese diferencial en términos porcentuales. A finales del siglo XIX la tasa
de analfabetismo en España era de un 65%. En Extremadura era mayor, sí, de casi
un 71%. Pero en realidad hablamos de tasas muy cercanas: el diferencial es
apenas un 9% superior a la media española. Sin embargo, un siglo después, en
1991, aunque las tasas en ambos casos son muy bajas (2,2% para España y 4,8%
para Extremadura), la diferencia es brutal, de un 134%, casi el doble. Esa
evolución expresa el empobrecimiento que la sangría migratoria supuso.
Por
tanto, con las mimbres que quedaban aquí a finales de los ‘70, poco más se
podía hacer, y aún se puede hacer hoy, en nuestras extensas zonas rurales, que
asegurar su mera supervivencia con unos recursos y servicios dignos. Y gracias
a que, aunque no se hizo todo lo que podía haberse hecho en lo que a
infraestructura de riego se refiere, ni por supuesto se había hecho la política
colonizadora que la región precisaba, coincidió la maduración de los regadíos
del Plan Badajoz con el momento en que se cerraron las puertas de la emigración
a las regiones industriales.
A ese
impacto infraestructural se añadieron los dos hechos políticos que, junto a la
propia democracia, más han impactado en España: la cuasifederalización como
Estado de las Autonomías, lo que ha dotado de autogobierno y por tanto
capacidad decisora en algunos aspectos a la región, y más aún el ingreso en la
Unión Europea, que como saben muy bien ha supuesto un flujo de caja
impresionante, ciertamente no siempre bien administrado pero que ha salvado de
la quema a regiones moribundas como Extremadura.
Como
ven en el segundo de los gráficos, incluso a pesar de que en los años de la
crisis hemos vuelto a asistir a procesos migratorios, aún mantenemos unos miles
de habitantes más de los que había en Extremadura en el peor momento de su
historia demográfica, que fue el Censo de 2001.
En
realidad, las cifras de la población extremeña son un poco engañosas, al
contrario de las de otras regiones. Porque una cosa es la población “en
Extremadura”, que es ciertamente con la que jugamos, y otra es la población
extremeña, si entendemos por población extremeña aquella que ha nacido o reside
en Extremadura.
Es algo
anecdótico, pero no tanto. Pues como veremos es justamente el retorno de una
pequeña parte de esa población extremeña que vive desde hace décadas en otras
regiones y países lo que ha supuesto y supone aún nuestro oxígeno demográfico.
Todavía hoy algo más de un tercio de la población nacida en Extremadura (más de
550.000 habitantes) viven fuera de la región: 202.000 en Madrid, 120.000 en
Catalunya, casi 60.000 entre el País Vasco y Navarra, 57.000 en Andalucía y más
de 30.000 en el País Valenciano. De los nacidos en Extremadura viven más fuera
de la región que en provincia de Cáceres, y casi tantos como en la de Badajoz.
Es interesante comparar estas cifras con otra región (de la que procedemos los
dos ponentes casualmente), que a menudo utilizamos para comparar con
Extremadura por su posición geográfica, incluso su forma y tamaño, población
(aunque después de la General Motors ya no tienen la misma población), etc…
Otra región en la que la emigración parece otra constante, y es muy llorona con
ese tema, aunque en realidad poco tiene que ver con la sangría demográfica, y a
la postre económica, que se produjo en Extremadura. Si no hubiese habido
emigración en España, Extremadura tendría una población sensiblemente superior
a la de Aragón.
Y aquí
no suman los emigrantes al exterior, que se estimaron en unos 100.000 y en 2008
estimamos que había todavía unos 20.000.
Si
tuviésemos en cuenta los hijos de emigrantes nacidos en las regiones y países
de destino, las cuentas y la situación de esta región serían muy otros. En la
investigación sobre emigración y retorno que realizamos en 2008 mediante
concurso público, calculamos la población que habría en Extremadura sin sangría
migratoria. Si tenemos en cuenta que en 1970 aún había más, había en España 1,7
millones de personas nacidas en Extremadura, y consideramos los no nacidos en
Extremadura, aproximadamente ésta sería ahora la pirámide de edad de la región,
que tendría ahora cerca de 2,5 millones de habitantes, más que el País Vasco.
No quiero
hacer una ucronía, un qué hubiera pasado si…. Pero hay que saber de dónde
venimos, pues ahora, por el contrario, tenemos un stock demográfico, en proceso
de extinción.
La emigración en Extremadura es también importante por otra razón más actual. Y es que, aunque la población sigue (o vuelve) a emigrar, los saldos migratorios no son tan dramáticos como lo fueron por un factor relacionado con aquella sangría: el retorno. Al contrario que en otras regiones, con una población más dispersa en núcleos pequeños, la emigración en Extremadura no provocó el cierre de ningún pueblo (salvo el de Granadilla, que de nuevo ha vuelto a abrirse en cierta forma), al contrario de lo que ocurrió en Burgos, Navarra, La Rioja o Huesca. Eso permitió que los propios emigrantes no rompiesen su cordón umbilical identitario, manteniendo sus casas cuidadas, reconstruyéndolas más adelante cuando eso no fue posible, visitando los pueblos tanto como pueden. En el marco de la investigación sobre emigración y retorno citada, hicimos una encuesta a nivel nacional a una muestra de emigrantes de origen extremeño, y nada menos que un 75 % decían tener casa en Extremadura, la mayor parte en propiedad, de forma individual o compartida con hermanos o parientes.
Como
pueden ver en el gráfico, sólo un 6% de los emigrantes decían no venir nunca a
Extremadura, y otro 23% sólo en ocasiones. El resto viene de forma regular, se
mantiene informado de la región, y además consume habitualmente productos
extremeños.
Pues
bien, muchos de esos emigrantes, que han mantenido el contacto y el sentimiento
identitario, y sobre todo que mantienen sus casas habitadas. Emigrantes que no
encuentran lo que esperaban en el destino migratorio, que fracasan, o que por
el contrario tienen éxito y al jubilarse vuelven con sus ahorros a vivir en sus
pueblos de origen o (lo más habitual) a las pequeñas ciudades cercanas a esos
pueblos.
El retorno ha venido
aportando un flujo constante no sólo de población (aunque en una parte
importante ya mayor e incluso anciana), sino también y sobre todo (de ahí su
auténtica importancia) de recursos económicos a la región, en forma de
pensiones de jubilación o invalidez.
Pero es un retorno cuyos efectivos han venido decayendo. Y es que las consecuencias de la crisis económica en Extremadura van más allá del impacto directo en variables como el desempleo, impactando directamente en el flujo de retorno, y tienen otras implicaciones a las que no siempre se les presta atención: así, muchos de los antiguos emigrantes extremeños que de no haber habido crisis habrían seguido retornando o se estarían planteando hacerlo, no han podido permitírselo al tener a parte de sus descendientes, en las ciudades de destino, en paro u otras situaciones de precariedad. Y han tenido que asistirlos con sus propias pensiones, ayudarles cuidando a los nietos, o incluso en muchos casos vender la vivienda que tenían en Extremadura para ayudarles a salir del bache.
Además,
ha aparecido un fenómeno nuevo, como es la re-emigración de parte de quienes retornaron tras su jubilación, cuya importancia descubrimos en nuestra
investigación. Pusimos de manifiesto, al construir la pirámide de población de
los saldos migratorios, cómo a partir de los 75 años, etapa vital en la que
empiezan a aparecer procesos de dependencia física, el saldo migratorio es
negativo. Muchos se han hecho demasiado mayores y dependientes como para
mantenerse autónomos en sus pueblos de origen, y han re-emigrado a Bilbao,
Madrid, Vitoria, Zaragoza, Barcelona, etc, cerca de sus hijos y de servicios de
asistencia de más calidad.
Junto los
retornados que cierran el ciclo migratorio, en los años de la crisis se ha
reavivado un fenómeno que ya se produjo y analizamos en otras regiones como La
Rioja o Aragón, a finales de la década de los ’70 y principios de los ’80 del
pasado siglo, en el curso de la anterior Gran Crisis económica: el retorno en
unos casos, migración en otros, de los ahora llamados “neorurales”, una etiqueta hoy excesivamente laxa pues incluye
auténticos neorurales que emigran al campo para intentar vivir como vivían y de
lo que vivían los antiguos rurales, retornados y sobre todo conmuters urbanitas que viven a caballo
entre el campo y la ciudad. Es un fenómeno interesante, que desde hace décadas
propongo potenciar, pero que hoy por hoy es muy minoritario, ni siquiera está
adecuadamente evaluado en su impacto real.
Otro
hecho novedoso que me parece importante destacar, algo que también observamos
en el marco de nuestra investigación, y que seguimos analizando durante un
tiempo y que me parece más sustancial, pues hace referencia a la propia
naturaleza y dinámica de los procesos migratorios.
Y es
que los procesos migratorios en Extremadura son ya plenamente convergentes con
las dinámicas nacionales. Si hasta hace dos décadas, de Extremadura se producía
emigración cuando había crecimiento en las zonas más desarrolladas, y retorno
cuando la crisis afectaba a esos espacios, en la actualidad acabamos de ver
cómo a pesar de la crisis se reducía el retorno, y además apenas se incrementa
el número de emigrantes (que los sigue habiendo). Podría argumentarse que la
emigración se retrae, como a finales de los ’70, porque la crisis hace que no
haya a dónde emigrar. Pero la realidad es hoy más compleja.
Otra
diferencia respecto a la situación pretérita es que la mayor parte de las
salidas no han sido ahora extremeños de origen, sino población “móvil” que ha
pasado un periodo de tiempo en la región; no sólo inmigrantes extranjeros (que
son quienes constituyen el principal componente del mix de emigrantes desde el
conjunto de España), sino también nacionales que vinieron a Extremadura por
razón de destino, y por la misma razón salen ahora.
Tras estos
datos está la evidencia de que las dinámicas migratorias de la población
extremeña han cambiado. Según la hipótesis que desarrollamos más ampliamente en
un artículo que publicamos en la Revista de Estudios Extremeños (Baigorri,
Chaves, Fernández, 2012), se estarían produciendo en la actualidad, dos
dinámicas claramente diferenciadas: de una parte la salida de muy pocos
emigrantes en el sentido clásico, pero salida al fin, por cuanto Extremadura
sigue estando en una posición débil en cuanto a capacidad de generación de
empleo, sobre todo cualificado; pero también la inserción de la región en un nuevo
modelo global de movilidad.
La causa fundamental de estos cambios se debe a la inserción de las sociedades avanzadas en la Sociedad Telemática, caracterizada en lo que a las migraciones se refiere por una serie de elementos que hacen la salida, normalmente provisional, mucho más fácil que antaño:
a) Las facilidades que existen hoy
en día para la movilidad geográfica
b) El intenso contacto telemático
que es posible mantener con la familia, amigos y seres queridos en general
La evidencia la vemos más claramente observando los datos agregados a nivel nacional. Según la EPA (la mejor fuente para percibir estos cambios), la proporción de la población que sigue viviendo en su municipio de nacimiento desciende de manera continua en los últimos doce años.
En suma, podemos decir que la estructura migratoria de la región ha cambiado sustancialmente. Si en las dos últimas décadas del siglo XX la región consiguió una cierta estabilidad, aun así nunca ha llegado a invertirse (como para el caso español se produjo) la tendencia migratoria de mediados del siglo, por una de inmigración. Sin embargo, con el siglo XXI la región entra en una dinámica nueva, que la acerca (como corresponde a la modernización general de la sociedad extremeña que se ha producido en las décadas anteriores) a las tendencias globales en los que a movilidad se refiere.
No voy a detenerme, pues aunque no hemos podido hablar supongo que se extenderá en ello el profesor Gurría, en aspectos descriptivos de las tendencias demográficas que, en la mayoría de sus variables, vienen acercándose a las tendencias nacionales:
Empezando por el tamaño de la familia, que podemos seguir a través de la variable tamaño del hogar[2], la formación de hogares, la edad media del matrimonio, edad del primer hijo, etc. (aunque en indicadores clave como la esperanza de vida no hay convergencia).
Es especialmente interesante ver cómo ha cambiado la distribución etaria de las madres extremeñas entre 1982 y 2011. La moda (la edad más repetida) estaba en 1982 en 23 años, y en 2011 en los 32.
Casi
una década se ha retrasado en junto el tramo de edad de maternidad. Pero
además del corrimiento hacia edades más avanzadas (la moda estadística pasa de
23 a 32 años), observamos cómo en la mayoría de los tramos de edad, salvo entre
los de las jóvenes adultas (entre 30 y 40 años) se reduce el número de partos.
Y es que, en lógica lo que venimos analizando tiene su corolario en la caída de
la natalidad, que finalmente, cerrando el círculo, impacta directamente en el
primer punto que tocábamos, el tamaño de las familias. Pero, siendo impresionante, no dejan de ser
también tendencias nacionales.
Para no extenderme, querría terminar con algunos comentarios sobre una de las cuestiones a las que se da más importancia, y que a mi juicio (como ponía en evidencia al principio de mi exposición) no tienen tanta. Me refiero a los aspectos vegetativos, y a lo que normalmente se plantea como corolario, el envejecimiento. Suele insistirse, por ejemplo, en lo grave del saldo vegetativo es decir, es decir al hecho de haber más defunciones que nacimientos en tantas zonas de la región. Se vincula automáticamente con el envejecimiento, que es otra variable bien distinta.
El problema demográfico no está en el número de defunciones, sino en la falta de nacimientos. En realidad, a pesar de lo que algunos repiten una y otra vez, Extremadura no es de las regiones más envejecidas de España, especialmente en el caso de la provincia de Badajoz, como vemos en los mapas.
De hecho un reciente estudio del Centre de Estudis
Demografics de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre eso tan manido
últimamente de la España vacía, hace una clasificación de los municipios
españoles en tres categorías:
Por un lado espacios rurales de resiliencia demográfica, que serían aquellos bien preparados para sobrevivir; en segundo lugar espacios rurales de emigración, cuyos indicadores sugieren que van a seguir vaciándose; y finalmente los espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible. Pues como pueden ver, abundan mucho más en Extremadura los municipios resilientes que los otros, frente a lo que ocurre en otras regiones.
Por un lado espacios rurales de resiliencia demográfica, que serían aquellos bien preparados para sobrevivir; en segundo lugar espacios rurales de emigración, cuyos indicadores sugieren que van a seguir vaciándose; y finalmente los espacios rurales en riesgo de despoblación irreversible. Pues como pueden ver, abundan mucho más en Extremadura los municipios resilientes que los otros, frente a lo que ocurre en otras regiones.
Estamos muy lejos de imaginar los avances que la Sociedad
Telemática va a desarrollar en las próximas dos décadas. Las posibilidades de
medicina telemática, de generación dispersa de energía, de logística dispersa
mediante drones cada vez más eficientes energéticamente, la inteligencia
artificial para gestionar las interacciones rural-urbanas, y por supuesto la
educación telemática. Creo que, en realidad como decía hace casi un cuarto de
siglo, en el reportaje del periódico que citaba al principio, los pueblos
extremeños, todos, se4 han salvado por la campana, pero se han salvado ya para
siempre. Por eso es tan importante que se invierta en conexiones. Tanto en las
ferroviarias, imprescindibles para sobrevivir, unidas a las autovías como
arterias principales, como las telemáticas. Hay casos sangrantes de desatención
en los equipamientos, como el que sufrimos en el pueblo en el que vivo la mitad
del año, a sólo 20 kms de la capital pero perdido telemáticamente en la
distancia. Por 20.000 euros.
Y termino haciendo una reflexión sobre otro aspecto que, como el stock de población residente en la región, apenas ha cambiado en tres décadas: la densidad de población.
Extremadura tiene poco más del 2% de la población española,
y más del 8% del territorio, lo que plantea problemas de gestión de servicios,
pero no tiene una repercusión en el crecimiento demográfico. Esa baja densidad
de población es justamente una de las consecuencias de la despoblación y la
baja natalidad, y no causa de la misma. Pero está en la base de lo que quiero
que sea mi reflexión positiva.
Podemos debatir sobre políticas natalistas (de las que yo hace décadas era partidario, ahora ya no estoy tan seguro), políticas de desarrollo económico para sujetar e incluso atraer población, pues el auténtico crecimiento demográfico sólo puede ser exógeno.
Pero hay un aspecto que permanece como un hándicap brutal, y es también un efecto de la sangría migratoria, una deuda histórica que no podrán pagar (salvo que se independice Catalunya, y unos cientos de miles de extremeños decidan venirse, lo cual no es nada inverosímil tal y como están las cosas), y es que la región no tiene una ciudad media importante. Algo que sólo le ocurre también a Castilla la Mancha. Dicho en breve: si Badajoz alcanzase siquiera los 300.000 habitantes, Extremadura contaría con la musculatura necesaria para enfrentar su de nuevo progresiva desertificación. Parece una paradoja, pero no lo es.
Partiendo de una situación similar hace treinta años (una
población parecida, una densidad parecida), Aragón ha visto incrementarse su
población en los últimos años, mientras que en Extremadura se ha mantenido
estable, e incluso desciende de nuevo. ¿Cuál es la diferencia?: que Aragón ya
concentraba entonces en su capital, ubicada en la ciudad más grande de la
región y no en la más pequeña, 500.000 habitantes. Claro que Zaragoza vació
Aragón (con la ayuda de Barcelona o Bilbao), pero su propia densidad
demográfica, económica, como ciudad, ha supuesto un incremento global de la
población de la región, y de la calidad de vida de todos sus habitantes. A
cambio, en Extremadura tenemos una red de pueblos de pequeñas ciudades y
pueblos grandes que hace que el territorio se mantenga poblado, pero a costa de
no tener una ciudad capaz de desarrollar economías de escala suficientes para
provocar un chispazo de crecimiento. La conversión de Mérida en capital
regional, el bloqueo de determinadas inversiones esenciales en Badajoz, no cabe
duda de que ha permitido una estructura más difusa de la población y los
recursos, y de los servicios, pero al precio de no contar con un centro
neurálgico que toda región, toda nación, debe tener, no importa que sea
céntrico o excéntrico. Paradójicamente, hoy en Aragón se dispone de más
capacidad para mantener los servicios en municipios mucho menos poblados que en
Extremadura. Lo mismo ocurrió con Barcelona, respecto del resto de Catalunya
(en donde, no olvidemos, hay cientos de municipios mucho menos poblados que los
más pequeños de los extremeños) a lo largo del siglo XX.
Hace ya muchos años que señalé, y muchos técnicos y políticos han seguido después el hilo de aquella reflexión, la importancia crucial que Badajoz podría tener en el centro del triángulo formado en Madrid, Sevilla y Lisboa, equidistante y equivalente a la posición de Zaragoza entre Madrid, Bilbao y Barcelona. Fíjense el vacío urbano que tenemos ahora mismo.
Creo que apostar por la concentración demográfica es,
paradójicamente, apostar por la densidad global, lo que potencia el
crecimiento. Pero cuando hablo de concentración yo no estoy hablando de
desaparición de municipios, como absurda y alegremente se plantea en algunos
foros. Extremadura es probablemente la región con menos densidad municipal de España;
no he tenido tiempo de hacer el cálculo, pero probablemente sólo Murcia tenga
menos. Yo hablo de concentración de población.
Decía antes que en 1995 nos equivocamos en las proyecciones demográficas de Badajoz. Pero yo no podía imaginar que dos décadas más tarde Badajoz seguiría sin estar totalmente circunvalada por autovía; que seguiríamos no ya sin AVE (que ni lo imaginábamos) sino sin vulgares trenes de esos que van a 200 por hora; o que se seguiría practicando en la región la discriminación positiva contra Badajoz; que la recuperación del casco antiguo iba a seguir dilatándose durante tanto tiempo; que no se llegaría a conseguir, para los espacios transfronterizos la anulación del roaming (se ha conseguido ya pero para toda Europa; hemos perdido veinte años en los espacios transfronterizos). Por citar sólo algunos de los elementos que han dificultado la atracción de población.
Yo creo que en términos territoriales Extremadura ha conseguido cuadrar el círculo, pero no lo ha completado. Ha mantenido población en el territorio, en las zonas rurales, con un nivel de servicios de calidad… Pero ha desatendido el otro extremo del asunto: la urbe motor de desarrollo, punto de concentración de la densidad moral (en el sentido inmaterial en que lo decía el sociólogo clásico Georges Simmel). Yo no me canso de decirlo desde hace un cuarto de siglo: mientras una ciudad (y si alguna tiene esa virtualidad hoy por hoy, es Badajoz) no alcance los 300.000 habitantes, Extremadura no despegará del todo. Muchas gracias.
[2] El
tamaño del hogar no existe como indicador formal y estable en el sistema de
estadísticas del INE. La serie histórica recogida recoge datos de los Censos de
Población, la Encuesta de Presupuestos Familiares y la Encuesta de Condiciones
de Vida.
Más textos y presentaciones sobre el tema del autor y colaboradores:
Diáspora y retorno (2009) (ebook)
¿Moverse moviliza?: análisis del diferencial de compromiso entre mayores migrantes y no migrantes (2011)
¿Seguimos hablando de emigración, o de movilidad laboral? (2011)
Ir, retornar y más allá: nuevas tendencias en el retorno (2011)
Identidades híbridas: sentimiento identitario e imaginario colectivo en la diáspora extremeña (2012)
La generación móvil en Extremadura: (hacia la normalización de los procesos migratorios en el marco de la Sociedad Telemática) (2012)
Extremadura. treinta años de cambios sociales (2015)
Caracterización e identidad de los emigrantes retornados (2017)
Más textos y presentaciones sobre el tema del autor y colaboradores:
Diáspora y retorno (2009) (ebook)
¿Moverse moviliza?: análisis del diferencial de compromiso entre mayores migrantes y no migrantes (2011)
¿Seguimos hablando de emigración, o de movilidad laboral? (2011)
Ir, retornar y más allá: nuevas tendencias en el retorno (2011)
Identidades híbridas: sentimiento identitario e imaginario colectivo en la diáspora extremeña (2012)
La generación móvil en Extremadura: (hacia la normalización de los procesos migratorios en el marco de la Sociedad Telemática) (2012)
Extremadura. treinta años de cambios sociales (2015)
Caracterización e identidad de los emigrantes retornados (2017)
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