Proclaman en El País (que vuelve a ser el predicador laico oficial de la neo-progresía, como lo fue hace medio siglo de sus padres y abuelos), con auxilio de filósofos, filósofas y filósofes a la violeta, que los amigos sustituyen a la familia. Son formas de filosofar en plan tontería, porque los amigos, los iguales, ya eran, desde el origen de la Humanidad, un componente social fundamental. Han estado ahí siempre, exactamente con las mismas funciones y disponibilidades que hoy. Así lo explicaba Françoise Hardy, que se nos acaba de ir pero quedará eternamente para muchos como una amiga, en 1963:
Así que no me digan bobadas. Ahora no sustituyen nada: simplemente ocurre que hacer amigos es muy fácil, especialmente fácil hoy en día con las RRSS telemáticas que ensanchan la retícula social de los individuos. Osea que se tienen amigos como siempre.
Sin embargo, formar parejas se hace cada vez más complicado. Les está costando mucho a los Millenials, y aún les cuesta más a los Z, porque enfrentarse al encaje con una mujer cada vez les cuesta más a los chicos, que aún no han asimilado plenamente el nuevo status. Lo anunciaba en 1995. Y conformar familias les asusta todavía más. Creo que son precisamente discursos tontos como éste los que a lo largo de varias décadas han contribuido, o ayudado, a éso.
Cicerón ya hizo hace dos milenios un análisis muy sociológico de la amistad, diferenciándola de las redes sociales (en sentido sociológico, no las RRSS) de interés.
Y eso que faltaban aún varios siglos para que el Imperio Romano entrase en un estado de anomia equivalente al de nuestras sociedades contemporáneas.
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