Ando discriminando por las estanterías del despacho. Entre 1 y 4 años me faltan para dejarlo, así que hay que ir ya planificando y limpiando. Voy seleccionando los libros que traje porque me servían de los que han ido llegando por compromiso o spam analógico.
Entre los primeros están algunos de esos libros que te marcan. Y sí, sin duda uno tiende a pensar en autores. A veces no son libros, sino artículos los más impactantes (como el de La Sección del Valle de Geddes, el de Las grandes ciudades y la vida del espíritu de Simmel, El urbanismo como forma de vida, de Louis Wirth o los recogidos por Park y Burgess en The City). Y cuando se trata de libros, tendemos a nombrar en primer lugar casi automáticamente esos grandes libros de grandes autores. ¡Cómo no nombrar en primer lugar El derecho a la ciudad de Lefebvre!... aunque me influyese mucho más El paisaje final de William H. (¡ojo a la H!) Whyte. Bueno, tantos otros... Pero olvidamos libros que, sin la carga de una autoría clara, por su carácter técnico en unos casos, por multiautoría indefinida en otros, han tenido en realidad mucho más impacto. Sin duda uno de los que a mí me impactaron sobre lo que metodológicamente se podía hacer en el planeamiento fue un documento técnico del Ministerio del MOPU francés (entonces Ministere de l'Equipement), que me regaló Mario Gaviria.
Debió ser cuando andaba empezando el proyecto de Normas Subsidiarias de Ordenación Urbana del Somontano del Moncayo, aquel proyecto de 1980, frustrado por atrevernos a oponernos a una cacicada que allá sigue, junto a la Cruz de Bécquer.
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