El caso es que la racialización es funcional, pues a menudo permite obtener posiciones (concejal, diputado, contratos, aprobados, plazas en la Universidad, etc) que de otro modo, en un normal concurso, quizás (digo quizás) no se habrían obtenido. Por eso, por mucho que algunos clamen contra la postmodernidad y todas sus expresiones, pervivirán conceptos/herramientas como este. Porque (haciendo, como hay que hacer para entender el mundo, un análisis materialista-cultural) tiene consecuencias positivas para quienes desarrollan esta práctica cultural, por extraña que parezca.
Además, hay racialización (como ocurre con la movilidad social) en dos direcciones, hacia arriba y hacia abajo. La evidencia es que hay razas, etnias, grupos sociales de todo tipo, mejor valorados que otros por los actores sociales. Somos conscientes de ello a diario, cuando se distinguen profesiones (la elevada consideración social del conjunto de rol/status de médico es el ejemplo más habitual), pero es no menos evidente cuando se evalúa, a cualquier efecto, a personas de distinto origen geográfico (a veces basta con procedencia, otras con la mera simbología, como es un apellido). Por ejemplo, los catalanes serán a priori y en general mejor considerados que los andaluces para determinados cometidos, y además con independencia de la orientación ideológica del "evaluador". Si es conservador, lo hará porque en el imaginario colectivo que ha conformado su personalidad el catalán es considerado como más aplicado, emprendedor, ahorrador, etc. Si es progresista, porque al catalán se le supone un plus de modernidad, de cosmopolitismo, aunque paradójicamente uno de los componentes del imaginario que alimenta esa visión sea el localismo nacionalista, antítesis del cosmopolitismo.
Pues eso nos pasa a quienes tenemos apellidos vascos (cuantos más, como es mi caso, mejor; así a bote pronto Baigorri, Agoiz, Larralde y Yoldi entre los más cercanos). Y si le sumas un nombre tan raro, que en realidad no tiene nada de vasco (lo llevo por mi padre, al que a su vez se lo puso mi abuelo porque era un lector compulsivo del volteriano, picante, decadente y lerrouxista, Artemio Precioso) pero a los fetichistas se lo parece, el efecto es doble. Pero yo procedo de un pueblo aragonés, aunque fronterizo con Navarra; de una zona que antes de la romanización compartían, como iberos que todos eran, muchos elementos identitarios con tribus que, al quedar algo (sólo algo) aisladas de la romanización, conservaron identidad propia, los vascones aquéllos. Es decir, que en el origen pues era muy parecido el personal del Pirineo, del Cantábrico y de la Ribera del Ebro; se las arreglaban como podían de igual modo, adoraban a parecidas tonterías, y celebraban rituales muy parecidos disfrazados con cuernos, pieles de carnero y bailando como si luchasen, pero sólo amagando (por La Ribera somos muy de amagar).
En mi pueblo puede que la mitad de los apellidos sean vascos. Vasco-franceses la mayoría (es decir navarros de la antigua Baja Navarra). Pero hace cuatro o cinco siglos apenas había. Algunos quizás llegaron con Alfonso el Batallador, cuando conquistó la Ribera del Ebro, aunque quedaron más en el lado navarro de la muga, como imaginé mágicamente, con escasos datos, cuando escribí la historia de un pueblo vecino, Ribaforada (como no era historiador, me atreví a hacerlo en un par de meses). Pero la mayoría debieron llegar entre los siglos XV al XVIII, seguro que huyendo por razones diversas. Quizás primeramente de la fractura política que se creo en el Reino de Navarra, cuando los líos entre agramonteses y beamonteses (en el castillo de mi pueblo estuvo preso el Príncipe de Viana); quizás más tarde por causa de las persecuciones y guerras religiosas, huyendo de los hugonotes; quizás más tarde aún, huyendo simplemente de alguna de las hambrunas en la montaña. El caso es que se instalaron como agricultores (normalmente administradores de terratenientes absentistas de la baja nobleza navarra y aragonesa) y ganaderos, y ahí siguen, escasamente mezclados (casualmente o no) con los apellidos de origen godo, castellano, aragonés, judío o morisco (de los que también tengo algunos menos, como Cabrejas y Gotor).
Si tienes apellidos vascos tienes a priori un plus de valoración positiva (salvo que se trate de un troglodita irredento), eso es racialización ascendente. Quieras que no, la mera posesión de esos apellidos ubica automáticamente tu origen en el País Vasco, a cuyos habitantes se les atribuyen en España una serie de cualidades. Pero sobre todo, especialmente después del fin de ETA, no caen mal a casi nadie (aunque en realidad aragoneses y navarros andan parejos).
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