2016/08/14

Más de 120: De hombres (y mujeres, digo yo) imprescindibles

Una rápida reflexión en twitter tras leer la entrevista a un señor a quien "la casta" extractiva política le ha alargado el momento de la jubilación con una cotización máxima (lo que le permitirá empezar como jubilado con una gran pensión) me trae a la cabeza la dichosa frase que empiezo a dudar de si es de Bertolt Brecht (porque busco y en ningún sitio encuentro en qué libro aparece). Sí, esa:
"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles."
Sin duda somos muchos quienes a los 19, con el libro de poemas de Bertolt Brecht de Alianza Editorial en la estantería (muy rozado, ya o estaba al comprarlo en una tienda de libros de ocasión en Aribau o Muntaner), con la propuesta de Silvio en su sugerente Sueño con serpientes (jugando la psicodelia en Cuba, ¿cómo pasaría la censura cubana?), soñábamos en ser imprescindibles, dispuestos a luchar toda la vida como caballeros andantes por mejorar el mundo.



Como continué escuchando a Silvio durante muchos años (ahora la verdad es que muy poco, empecé a escucharlo menos desde que fuí consciente de que en realidad los miembros de la Nova Trova no dejaban de formar parte de la Nomenklatura de un régimen totalitario, lo que no quita valor a tantas canciones de Silvio, Pablo, y a algunas de Noel Nicola o Amaury Pérez ) de tanto en tanto esa frase me ha venido a la mente... a la conciencia... a la hormona (sea cual sea) que activa el gen de la culpa. ¿Ya no sigo comprometido en la lucha? ¿Cuando dejé de ser imprescindible?.

Pero en realidad, ¿hay que ser imprescindible? ¿No es mejor ser bueno o muy bueno? Si uno mira a Fidel o a tantos otros vejestorios, espantajos que, viviendo como privilegiados, sea en su cortijo cubano sea en el proceloso resto equivocado del mundo, dictando conferencias de a 5.000 y atesorando derechos de autor, siguen discurseando a los jóvenes... ciertamente si esos son los imprescindibles, no, no quiero serlo. Me conformo con ser muy bueno, y me basta con que haya muchos, millones, de mejores o de simplemente buenos, que aportan hoy su granito de arena, y mañana a otra cosa mariposa, y que sean otros, para que el mundo no se pare, los cambios se sucedan... diversos.

El extraño aventurero Bertolt Brecht, éste sí de verdad entregado a la causa (no sé si de forma consciente o inconsciente, teniendo en cuenta su condición de adolescente problemático) y desde luego a costa de pérdidas reales. Pérdidas que no sólo le perjudicaron a él o su familia, sino en realidad a la Humanidad. Es evidente que si tras la II Guerra Mundial hubiese podido quedarse en Occidente habría contribuido en mucha mayor medida al desarrollo del teatro, el cine y la ópera. Mucho más, no sólo porque habría tenido más interacción creativa con otros artistas y más difusión que encerrado/venerado en el Berlin de la Stasi,  sino porque además no habría muerto antes de tiempo, por un infarto tremendamente sospechoso de no serlo. Brecht tenía una enorme capacidad para sintetizar en una frase luminosa un capítulo de El Capital, y en unos párrafos o unos versos un proceso social. Véase este fragmento de la única película en la que directamente se involucró, en el que "la gente" discute en el metro, a la vuelta del trabajo, sobre la economía mundial. Qué actual, ¿no?



Por cierto, que mira que es machista la frasecita, ¿eh?. Como lo son todos los revolucionarios de uniforme, machos alfa de manadas de ardientes jóvenes.

Ya lo dijo José Luis Cuerda, ese Brecht latino y libertario, como nadie:


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