2016/07/17

Días del futuro pasado



Tarde de incesante remojo y secado a la sombra, entre el Caribe de la abundancia carrefour (la "toi") y la falsa rusticidad del corral domesticado de césped, frutales, macizos de flores fruto de las simientes alemanas de Lidl. Osea, una gozada, sin mareos de Booking, AirBnBs y demás gaitas.

Recuperada e instalada mi biblioteca tras años en cajas, acechada por ratones y humedades, saco a pasear los libros por turnos, para que pierdan un poco del apestoso olor que han cogido (la mayoría proceden de librerías de viejo y de la cuesta de Moyano, pero ahora huelen a viejo como nunca, a viejo sin dignidad).

La verdad es que, totalmente digitalizado desde hace más de una década, no los había echado en falta. Y es que hay tanto a lo que no había tenido acceso, o no siquiera conocía, antes de que Internet nos abriese la puerta a la Noosfera... Pero también es cierto que me han dado tanto (yo jamás he utilizado una biblioteca pública, salvo cuando hacia 1998 hice una estancia en Chicago y pasé un mes navegando entre las de la Universidad de ídem y la de Illinois) que esos viejos amigos se merecen ver de nuevo la luz, y reposar noblemente siquiera en una librería con puerta de cristal de las de Ikea (era mi sueño juvenil para mis libros, esas bibliotecas de intelectual burgués de película de los 70 que los progres burgueses de los 70 ya tenían en sus casas).

¿Qué sacar a pasear en esta tarde? Me entretengo con cinco piezas del pasado que, en algún caso, anticipaban futuros que hoy empiezan a ser, también y en realidad, pasado.  Como eso de "los de abajo".

Y es que hay una sobreabundancia de aburridos artículos y libros de sociólogos y politólogos, producidos con el marchamo ANECA, JCR, CNEAI..., que en realidad no dicen nada. Ni nuevo, ni viejo, nada. Osea, que se limitan a reproducir el propio discurso. Pero se entretiene uno leyendo a saltos en esos cinco libros, el más antiguo de 1855 y el  más reciente de 1970, y se encuentra con que está todo (o casi todo, que no es lo mismo, pero es igual) dicho, y entendido.

Desde el Diccionario de los políticos de Rico y Amat a la izquierda exquisita de Wolfe o la irreverente carta a los "cráneos" europeos del que fuese secretario del gran cacique cultural francés, todo ha sido visto, captado, analizado, descuartizado incluso en su miseria moral. Es fácil imaginarse lo que ocurre en las alcaldías de barrio de Carmena o Colau después de leer Mau Maullando al Parachoques.


(Rico y Amat, 1855)


(José Cuartero, hacia 1910)


(Cau, 1969)


(Wolfe, 1970)



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