Bueno... Paso a paso. El primer intento de competir con el exceso del Gran Cañón, la presa Hoover, no fue gran cosa. Aunque me gustó (seguramente más por la sinergia visual que produce con el viaducto sobre ella), y desde luego tiene su aquel, tan lleno de turistas (aún de noche; y por supuesto con control militar en el acceso) pues como que no me terminaba de retrotraer a los tiempos de la herencia del New Deal y la lucha titánica por la regulación de los grandes ríos. Desde luego que alguien se detuviese en hacer de una presa un monumento Art Deco, construyendo una auténtica premonición de lo que luego sería Las Vegas (téngase en cuenta que el proyecto de obra de la presa es de 1930, y el despegue de la ciudad como antro nacional, y luego global, no se iniciaría hasta la legalización del juego en 1931, y sobre todo hasta la llegada de la mafia a partir de 1941), tiene mérito, teniendo en cuenta lo sosas que, arquitectónicamente, son la mayor parte de las presas del mundo. Es una presa postmoderna avant la lettre.
Pero paso a paso, decía... Porque el viaje desde el Gran Cañon a Las Vegas tuvo de todo, que para eso son casi 500 kms. En el Village del GC no llegamos a tiempo de echar unas postales al correo, pues era sábado y cerraban a medio día. Aunque las opciones de comida eran excesivas en tamaño, grasa, hidratos y colesteroles varios, hay un supermercado allí (de hecho hay gente que vive permanentemente en el GC, hay escuela, puesto de policía, correo, iglesia, de todo....). Aunque no había buenos panes, sí había buenos panes de molde. Como todo tiene que ser a lo grande aquí, no se han de conformar con un "multicereales", ni un 6 cereales... Tiene que ser ¡de 12 granos!, por supuesto también lleno de productos químicos como aderezo. Un caja de ensalada de brotes enorme (algo más cara de lo que habría costado en España, pero no si la comparación la hiciésemos con un lugar turístico), y una salsa horrible, una supuesta vinagreta que por llevar algo aceite de oliva (que lo venden a unos 15 euros el litro) era cara, además de excesivamente avinagrada. Una comida rápida junto al cementerio, y a echar kilómetros de nuevo. Con parada a repostar en Williams, que se anuncia "Puerta del Gran Cañón" aunque está a más de cien kilómetros, y un café en el McDonalds.
Luego paseo durante un rato acompañados por una banda de moteros de fin de semana (osea, como los de por aquí, algunos con melena atada, pero la mayoría fofos y seguramente oficinistas).
Nada del otro jueves. Lo más llamativo un pavo con un triciclo invertido, esto es, una moto enorme con dos ruedas delante.
Con paradas de vez en cuando a curiosear, tuvieron tiempo de volver a adelantarnos. Los encontramos un poco más tarde entrando en un tugurio de carretera que bien podía seguir "abierto hasta el amanecer". En lugar de la nada en donde sin embargo había una pista de aterrizaje y unos cuantos habitantes, o lo que fuera. Apetecía parar, pero empezaba a hacerse tarde y quería llegar a la presa Hoover. Si hubiera sabido que de todas formas iba a llegar de noche, al menos habría disfrutado del espectáculo del cutre bar.
El desierto está "lleno" de lo que únicamente pueden ser pirados, la mayor parte de los cuales terminan desareciendo tarde o temprano, y sus casas, movil homes o caravanas terminan siendo pasto del polvo del desierto.
Hay barcos, o esqueletos de barcos, en casi todas las casas o chabisques que se ven, aunque el embalse más cercano queda, trotando entre gargantas, como a 80 kms (¿claro, qué es eso en la inmensidad, cuando tienes que recorrer unos 200 kms para hacer una compra decente?). Los buzones agrupados en breves desvíos son el signo de vida civilizada, de urbanidad, cada cinco, o cincuenta, kilómetros.
Pero hay un mercado: una mierda de hectárea de puro desierto sin agua, sin luz, sin nada..., cuesta unos 8.000 dólares (unos 6.000 euros al cambio). Alucinante. Porque eso sí, por allí pasa un gaseoducto, y la fibra óptica.
Había calculado mal, y llegamos a Nevada con la garganta un poco atorada. Miedo daba quedarse sin combustible. Así que pasamos de largo la presa Hoover, en busca de una gasolinera. Nevada recibe con casino brillante en la noche, en la misma frontera del Estado. Raro es que no haya un casino instalado en la misma presa, pues la frontera en ese punto pasa por el centro mismo del cauce y la presa. La cámara del teléfono (obviamente no recuperé la cámara perdida en Calexico) es muy mala frente a la iluminación nocturna, así que todas las de la presa salieron muy mal.
Aunque Las Vegas tiene algo especial, porque no deslumbra a la cámara. Deslumbra a la gente. Embota los sentidos. El motel, un Travelodge en la calle Koval (¿cómo pueden conseguir precios tan competitivos, desde luego mucho más baratos que en España y Europa en general?) estaba al lado mismo del Strip (aunque también al lado del aeropuerto, pero ahí me las den todas con mis tapones para los oídos), aunque quien dice al lado, dice más de un kilómetro hasta el cruce de Tropicana con Las Vegas Bulevard. Este punto exactamente, que vale la pena contrastarlo con al día siguiente (domingo) por la mañana. Muchísimo menos barullo, pero también barullo (además, por la mañana se puede seguir mejor la evolución de los helicópteros, que atraviesan ese punto con una cadencia no superior al minuto).
Por la mañana, también
(...seguirá cuando tenga otro rato, que tengo que preparar las sesiones del seminario de esta semana)
Y bueno... Todo así. Como no es otra cosa que impacto visual, pues aquí van unas cuantas fotos. Lo cierto es que, frente a lo que pueda parecer, todo ello no produce atracción ninguna, salvo (supongo) que vayas predispuesto. Es decir, que ver a decenas de miles de personas jugando, a veces a dos carrillos (jugando en los máquina a la vez), jóvenes, viejos, viejas, soldados recién salidos de la Academia con el uniforme de gala, no me generó ni la más mínima curiosidad por probar. Aunque no lo parezca por esta foto.
Uno podría sentirse tentado de decir que visto uno, vistos todos. Y efectivamente así es en lo que se refiere a la sustancia, al proceso que mantiene en marcha ese complejo artefacto que es Las Vegas: el juego. Todas las salas son iguales porque con independencia de la decoración, los ojos se te van a las máquinas, los croupiers, las viejas atontadas, los niñatos de nariz empolvada, las golfas apenas disimuladas. Y fuera los neones, que ya no son neones sino leds infinitos, son todos iguales, sólo que a cúal más grande, más vistoso, más ruidoso... Sigue plenamente vigente para hacerse una idea de la ciudad aquello de "¡Las Vegas! (Qué???) Las Vegas (¡no puedo oirte!) Las Vegas!!!!!". Qué diferencia con la vanalidad francesa -y por ello- postmoderna y pretenciosa, de Zerópolis; pero LV no es ninguna metáfora de la ciudad moderna, aunque incorpore como gran metrópolis todos sus componentes y características. Sólo es un nodo más de la urbe global, con un fuerte grado de especialización en una más de las muchas funciones productivas: el ocio nocturno. Por la mañana uno se aleja unos kilómetros del Strip y encuentra que el resto de la ciudad (esto es el 98,8%) no se distingue de cualquier otra ciudad grande americana, ni estructural, ni funcional, ni estéticamente (aunque es fácil intuir también niveles altos de especialización en servicios, casi todos hoy externalizados, a la industria del ocio: alimentación, lavandería, limpieza, mobiliario, etc). Pero más allá de las elucubraciones metafísicas que podamos hacernos, el caso es que a Tom Wolfe se la han dado con queso: eso de que Las Vegas es la única ciudad cuyo perfil no está hecho de edificios, sino de rótulos, se ha quedado out. Primero: cuando uno llega a Las Vegas por la 95 lo que le impacta primero no son los neones, porque el Strip se ve como perdido en una inmensidad de luces urbanas, sino la propia extensión de la ciudad, desde lo alto entrando desde Henderson. Y segundo: a alguien se le ocurrió hacerle una broma pesada al gran periodista, y llevó nada menos que todo el skyline de Nueva York a una de las esquinas del bulevar (aunque esa interpretación no está en la historia del casino, estoy seguro de que es una buena hipótesis). ¡Será por Skyline! ¡Toma skyline!.
Por supuesto que no los ví todos, pues eso requiere calculo que una semana. Pero de lo que ví, lo que más me impactó es justamente esa esquina entre Tropicana y el bulevar, en el que han reproducido apiñados todos los grandes edificios que marcan el skyline de NY, pero también la estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn con agua y todo, las callejas del Soho...e incluso una montaña rusa supongo que imitando a las de Coney Island, sobre la cubierta del casino. Alucinante. Así que concentrémenos en ello.
Aunque hay más, claro, mucho más... Aquí hay algo
Por supuesto, si vuelvo a Las Vegas algún día, no será por carretera. Porque si llegar fue agotador, al marchar se hizo extenuante el camino hacia California. Yo habría previsto, con Goole Maps, "bajar" siguiendo aproximadamente el curso del Río Colorado, pero el GPS se empeñó en enviarme haciendo un arco que aumentaba la duración del viaje en más de 150 kms, eso sí por autovías principales (hablar de autopistas en los Estados Unidos es un poco exagerado, si tenemos como referentes las infraestructuras españolas; al menos las que yo he recorrido oscilan entre la categoría de autovía antigua y de carretera ensanchada a cuatro carriles). Cometí el error de hacerle caso al GPS (hasta entonces había guiado razonablemente bien), de forma que me ví cruzando el desierto de Mohave a la vez que otras decenas de miles de personas que volvían a California del fin de semana: 400 kms, entre LV y Riverside (luego quedaban otros 300 hasta Mexicali) con la autovía tan atestada como puedan estarlo los últimos 30 kms de las entradas a Madrid en un domingo, pero con una diferencia que le daba a todo un aire onírico. Pues los carriles del otro sentido estaban igual de abarrotados. ¿Alguien se imagina un domingo por la tarde con tanta gente saliendo como entrando a Madrid o Barcelona?. Llegué a la conclusión de que media California se marcha los fines de semana a Las Vegas, y el sitio que dejan libre lo ocupa la mitad de la población de Las Vegas, que marcha de fin de semana a California.
Complicado pues el recorrido. Porque aunque los norteamericanos conducen muy pacíficamente, lo esencial es más bien que conducen muy mal. En medio siglo no han aprendido a circular por autopistas, de forma que los carriles más rápidos son los interiores, por supuesto sorteando continuamente a los trucks gigantescos y a las autocaravanas tamaño autobús (motohome), muchas de las cuales arrastran además un remolque en el que llevan el todoterreno, las bicicletas, a veces también la moto o el quad. También era habitual adelantar a diversas expresiones de la movilidad americana: casi todos con camiones o camiones alquiladas de Budget, tras las cuales llevan uno y veces dos remolques con sus trastos amontonados (bastante atrabiliariamente, aquí los de la DGT no creo que les diesen tregua), y en otros coches un remolque y tras él el coche enganchado. No creo que adelantase a menos de diez o quince casos de esas evidentes mudanzas.
Pude mantener una media cercana a los 120 (aunque el límite es de 110), y permitir así un par de paradas, aunque breves, a base de cinducir en zig zag, por lo que calculo que el recorrido total real no fue de 700 kms, sino de al menos un 10% más. Dos paradas, y breves, porque a partir de los primeros 50 kms de lo único que tienes ganas es de terminar de atravesar ese desierto.
(...seguirá, claro...)
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