2012/09/20

Dos visiones

Creo que en la tertulia de ayer en la radio conseguimos perfilar sintéticamente dos visiones bien distintas, que básicamente son las predominantes en este país, sobre la dialéctica Norte-Sur o, como a mí me gusta más definir, centro-periferia, y sobre el colonialismo interior. Aquí está el enlace al programa, y aquí está ya extraida la tertulia en un fichero más pequeño. Creo que se lo pondré algún día a los alumnos en clase, para debatirlo. Con quien debato es con Julián Mora, profesor de Geografía y sin duda uno de mis lectores más críticos. Recién nombrado director del Parque Natural de Monfragüe por el el gobierno de Extremadura, aquí está mirándose amorosamente a los ojos con el presidente José Antonio... Monago.



Addenda a raíz de un comentario (22/09)

El comentario que un amable lector ha hecho me hace recordar que, efectivamente, llevamos en esta tierra (me refiero ahora a lo local, a Extremadura) casi medio siglo lloriqueando: unos echando la culpa al pasado, otros a los de fuera, otros a los de dentro, otros a la propia idea de Extremadura, quizás... En cualquier caso, seguramente Julián celebrase esos artículos a que haces referencia (que están aquí, y no donde el comentarista los sitúa), pero puede que no tanto por estar de acuerdo con lo que decía (si lo estaba, ha cambiado muy mucho de opinión, y creo que no cambia fácilmente de opinión) como por las riñas intradepartamentales en las que andaban los geógrafos de la Uex por aquel entonces (supongo que desde entonces habrán cambiado no poco las alianzas y sectores), me temo. Esos textos los componen una serie de cinco extensos artículos que publiqué en respuesta a un artículo de mi también buen amigo Gonzalo Barrientos en el que hacía  (hablamos de 1991, casi nada) exactamente los mismos planteamientos que hoy hace Julián, y que yo sintetizaba en el canto triste del muermo aragonés José Antonio Labordeta: "vamos camino de nada"...

Las dos ideas claves que yo intentaba desmontar con más o menos tino eran, de un lado, ese dictum, la llantina continuada, secular, de que vamos a peor cuando es evidente que estamos mejor, objetivamente mejor. Y que es que a lo mejor nunca podremos estar como están quienes están en el top, porque las condiciones estructurales no dan para eso, pero sí que podemos estar en condiciones dignas (en las que, desde luego, Extremadura no estaba cuando se construyó el Estado de las Autonomías, pero sí que lo está ahora). O lo que es lo mismo: hay que empezar por reconocer los avances que se han dado, en cualquier asunto, para poder dilucidar con cierto realismo (es decir, con "abarcabilidad") todo lo que queda por hacer.

Y de otra parte la autocompasión por la condición de supuesta región subsidiada. Hacía yo entonces unos cálculos, que nuestros eximios economistas no han profundizado (mientras que por ejemplo "los catalanes", a veces cobrando su sueldo de catedráticos en Extremadura, han venido haciéndolo desarrollando la fantasmada esa de la Balanza Fiscal) porque en el fondo creen en la imagen de la subsidiación (por supuesto, los subsidiados siempre son los otros, como el infierno de Sartre; nunca quienes hacen ese discurso son conscientes de que son justamente ellos, personal y corporativamente, los más subsidiados). Unos cálculos, decía, con los que ponía en crisis el concepto de subsidiación, y venía a proponer la hipótesis, en base a los datos disponibles a mano, de que las regiones ricas eran en ese momento (yo diría que siempre) los territorios más subsidiados. Me inventaba incluso uno de esos indicadores que ahora están tan de moda, pero que como tantas otras invenciones no ha tenido éxito alguno: la Tasa Bruta de Dependencia, que daba unos resultados muy curiosos: frente a un 19,5% de media nacional (porcentaje de personas dependientes del Estado bajo alguna forma de subsidiación), Extremadura tenía un 20,8%, frente al País Vasco que estaba ligeramente por debajo de la media nacional, con un 19,2. Pues resulta que la emprendedora Catalunya presentaba una tasa del ¡21,1%!.


Pero vaya... En lo esencial, y a lo que iba, creo que ambos pensamos de la misma y simétrica forma  después de dos décadas. Se puede ver en este recorte de la prensa de la época. En el que mientras Julián y su Fundicot consideraban que muchos pueblos de Extremadura estaban condenados a desaparecer a corto plazo, yo venía a sintetizar que eso no ocurriría, aunque perdiesen población, porque "lo peor ya ha pasado". Y eso partiendo de un principio, para mí incuestionable: y es que tampoco pasa nada porque un pueblo desaparezca, si es porque sus habitantes deciden abandonarlo. Han aparecido y desaparecido miles de núcleos a lo largo de la historia de los territorios, incluso de las naciones (esto es, de los constructos culturales), en función de la dialéctica entre medio ambiente y sociedad, por miles de razones. De la misma manera que diversos constructos culturales "nacionales" han teñido los territorios a través de los siglos. Porque los del Poble Nou, sin ir más lejos, ¿son iberos, fenicios, romanos, godos, barceloninos (del Condado de Barcelona), aragoneses, catalanes, españoles, europeos... o xarnegos?.

Osea que esos pueblos que podrían desaparecer en pocos años, y que tampoco pasaría nada si desapareciesen porque quienes los habitan los abandonan para vivir mejor, resulta que, como yo pronosticaba, no han desaparecido. Cierto que en los '70, o incluso los '80, a la vista de la curva de tendencia secular, podría haberse pronosticado su inmediata desaparición. De hecho en ese periodo decenas de pueblos desaparecieron en Burgos, Soria, La Rioja, Navarra, Huesca, León, etc.. Esos pueblos, que arañando las laderas en las décadas primero del hambre de cereales en Europa (tras la primera Gran Guerra), y luego del hambre sin más en España, habían logrado no sólo mantenerse, sino incrementar su población, a partir de 1950 inician un vaciado acelerado, su población succionada por la atracción del empleo asalariado en Madrid, Bilbao o Barcelona.

Pero por lo mismo, precisamente a la vista de los datos, y de la realidad nacional y regional de ese momento, en 1991 hacer esa misma previsión, válida una década antes, era un error grueso. Porque, como es evidente, esos pueblos se habían salvado. Por la campana, sin duda, con lo que sería imposible retornar a su viejo esplendor, pero salvados. Y es para entender la realidad ayudan más la experiencia y la observación o trabajo de campo que las tablas estadísticas. Una década antes había podido observar la dinámica de los últimos pueblos "cerrados" en las sierras riojanas como la de Cameros. Y de verdad, a principios de los '90 no parecía que ese fuese a ser el destino de ninguno de los pueblos extremeños, ni siquiera de los más pequeños y serranos. Si se observa el gráfico, se ven los sucesivos saltos cuánticos que se producen entre 1900 y 1991, y la estabilidad, aunque a la baja, desde entonces.



Y ojo... que puede que lo hagan (desaparecer). Pero incluso al ritmo que ahora van, no antes de un siglo. Pero es que "morir debemos... ya lo sabemos". 

Lo más curioso en todo este asunto es que desde esa posición apocalíptica se llega a un callejón sin salida. Porque si por un lado estamos convencidos de que las viejas zonas rurales que van quedando descolgadas de la urbe global se despueblan, y nos quejamos por eso, pero a la vez estamos convencidos de que se trata de una sociedad que vive de los subsidios (porque obviamente en esos espacios ya no se puede vivir de otra cosa que de cobrar por mantener habitado, y con ello protegido, el territorio), y también nos quejamos de eso, ¿qué demonios nos queda?. Pues Soylent Green de nuevo, claro...



1 comentario:

  1. Pues cuando escribias cosas como esta que tienes aqui, bien que te palmeaba
    http://www.eweb.unex.es/BAIGORRI/derrotismo.pdf

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