Eso decía mi abuela, quien tenía una interesante política económica, y cuyas veinte o treinta frases para regir el mundo tengo que intentar rememorar al completo algún día.
El domingo eché la mañana en acercarme a Olivenza, a decirles un par (realmente, un par, no hubo tiempo para más) de ideas (propias) a los jóvenes socialistas de ambos lados de la Raya, reunidos para ir construyendo iberismo de izquierdas, que falta nos hace. Pero no quise quedarme al ágape (si puedo, los evito); saludé al jeferío y me largué unos kilómetros más allá, a comer una tortilla de patata y vainas de habas (riquísima, de verdad) con una botella de sidra fresquita en Puente Ajuda, esa joya paisajística, histórica y monumental, que fascina a quien la descubre; que es al par símbolo de las luchas y de las superaciones de fronteras; y que afortunadamente la Junta de Extremadura acaba de salvar definitivamente. La cota del embalse de Alqueva cubre ahora el impresionante fondo del río, de rocas erosionadas, que antes podíamos disfrutar; pero a cambio ha subido la capa freática de la zona y empieza a aparecer vegetación de ribera más rica y fresca, como fresnos (si aún no está planificado el puente, es un buen plan visitar Olivenza y este otro puente).
Bien... A lo que iba. Hacía casi diez años que no iba por allí, y me encuentro la parte española destrozada, echada a perder quizás para siempre. Indago en Internet y descubro que el que perpetró tal pifia fue un tal Fernando Nasarre, cargo de por vida en el PP (ahora anda por el AYuntamiento de Madrid, creo), quien siendo Director General de Vivienda con Aznar encargó a una multinacional francesa del cemento que hiciese esta barbaridad 1,5 millones de euros: envolver en hormigón y el puente y deslucirlo como esas fachadas de pueblo que imitan la piedra. Ahí está el recuerdo de algo que debería ser investigado más a fondo desde otras instancias (no sé si habrá prescrito ese atentado contra el patrimonio...y la verdad, yo no veo por ningún sitio que el hormigón y las piedras mal puestas de pizarra que hay allí valgan la friolera de 240 millones de las antiguas pesetas... ¡240 kilos!):
Y consigo averiguar también en la red que la administración ha hecho ahora un nuevo encargo (espero que a otra empresa) para intentar deshacer esa barbaridad e intentar conseguir que, de nuevo, el Puente de Ajuda sea lo que era, una hermosa ruina cuya memoria debe pervivir así, roto, busquen la historia por ahí, que es interesante.
Sí, sé que a veces la basura humana y la naturaleza terminan encontrándose, fusionándose y generando algo más que bello, sublime en el sentido kantiano.
Pero dudo que esa afrenta que Fernando Nasarre (con nombres y apellidos, y manda narices que encima presuma de experto en rehabilitación) nos hizo, llegue a fusionarse en algo bueno.
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