Por eso no es de extrañar que (en realidad se veía venir, por ahí tengo comentarios antiguos al respecto, pero no me molesto en buscarlos) que lo que supuestamente era un proyecto para diseñar ordenadores baratos para los pobrecitos globales de pedir, se convirtiese en un caprichito más, en el último gadget de moda entre los ciberadictos. Aunque no sepan muy bien para qué usarlo realmente, como intentaba yo explicar en el reportaje que sobre gadgetmanía publicaba El País ayer: no está mal el artículo de Javier Lafuente, aunque me viese obligado sin saberlo a compartir espacio con un impresentable, y se me ubique en la UNED en lugar de en la UNEX -de nuevo Extremadura Saqueada, lo denomina exagerado y patriota, oh, el lector que me avisa del gazapo-.
El asunto es que ahora todos los modernos quieren tener su ahora llamado ultraportátil. La mamá hipermoderna y superwoman ejecutiva de la muerte,


Osea, el ordenador de los pobres...

Pero qué listo el Negroponte...
Addenda
Buscando una ilustración ad hoc, me he encontrado con esto. Uf...! Debe de estar de miedo. ¿Será colesterol bueno?
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