Cuando me acerco a la playa, me pilla desprevenido un ejército formado por miles de sombrillas en formación que esperan a nadie. Ni siquiera a mí, que huyo despavorido de esa playa deprimente...
Yo no puedo correr como Trintignant por el muelle de madera, porque ya no dejan entrar con el coche, ni por supuesto corretear con él por la playa (aunque bien podían, teniendo en cuenta el poco uso que tiene). Tan sólo alcanzo a posar junto a la caseta dedicada a Jack Nicholson. Y es que a esa absurda urbanización de casetas pretenden darle otro aire poniendo a cada una el nombre de alguno de los actores americanos que visitan el festival (de cine americano) que se celebra no sé cuándo en la ciudad.
Es una ciudad diseñada hace cien años para pijos, pero en la que sólo (me da la sensación) quedan los pijos más tontos y nacionalistas, porque mantener esas mansiones para tener cuatro días de sol al año es de locos. Las calles impolutas me traen a la memoria, no sé por qué, algún barrio de Disneyland Paris, hace como quince años. Es como una Normandía de cartón piedra...
El Ayuntamiento forma parte del atrezzo, de forma que más que una Mairie parece una tarta de bodas; tal vez sea su principal utilidad en esta ciudad tan aburrida.
Una ría de no más de no más de cincuenta metros (flanqueada por el muelle por el corría Trintignant y en el que yo simplemente poso) separa Deauville del pueblo de al lado, Trouville-sur-mer, mucho más mesocrático, incluso obrero diría yo (por supuesto, aquí deben de vivir quienes trabajan para los ricos de Deauville), a pesar de que en realidad como ciudad balnearia es un siglo más antigua que Deauville.
En todos los folletos, webs, etc, dicen con aire de misterio que "a partir de 1960 el turismo fue decayendo lentamente en Deauville", y sí, parece todo bastante decaído en Deauville. Habrá quién le eche la culpa (porque en eso hay expertos) al hecho circunstancial de que enfrente, al otro lado de la ría de Le Havre, a la vista supongo las fumarolas en los días claros, está la que probablemente sea el complejo petroquímico más potente de Francia. Pero eso mismo ocurre en Salou, en Tarragona, en Huelva, en Cádiz... La causa es mucho más simple: viajar 1.000 kms hace medio siglo en busca del sol estaba al alcance de muy pocos, y era muy incómodo; hoy está al alcance de cualquiera. ¿Quién se va a ir de Paris a Deauville, salvo los emigrados normandos o los parisinos con más ansias de consumo conspicuo?
Muy distinto es el caso de L'Etretat, una auténtica postal popular, ese sí un ejemplo de cómo Francia se convirtió una vez en primera potencia del turismo mundial. Cada piedra, cada flor, cada trozo de madera de esa pequeña aldea están aprovechados al máximo.
De forma que, a pesar de no tener playa (salvo que llamemos playa a un pedregal, en el que tengo la prueba haberme infrabañado, ahí están mis pies dicen que de hobbit para demostrarlo)
...resulta atractiva para todos (esa es la base del éxito en el negocio del turismo, no la exclusividad) gracias a sus elementos naturales (si pinchan sobre la foto y la ven en grande, verán los "muñequinos" y por tanto la proporción de los acantilados)
y al cuidado que ponen en todos los detalles construidos. Y aunque (volveremos a ello) los habitantes de Francia no destacan por la limpieza, como llueve mucho el pueblo está impecable.
Ah... Aquí la unifamiliar del primer parásito que debió de descubrir los atractivos de L'Etretat, allá por el XVII ó el XVIII.
Eso sí... Playas, lo que se dice playas en condiciones, no tienen; pero a cambio tienen un corto verano de lo más vistoso en colorido.
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