No es nada nuevo, ni en lo sustancial (los efectos indeseados de la organización burocrática) ni en lo circunstancial (el funcionamiento del sistema de castigo de las infracciones de tráfico en España), pero lo es en un sentido: esta vez no sólo me he cabreado al recibir la notificación de una multa por no llevar el cinturón, sino que me he parado a reflexionar unos segundos en lo surrealista del sistema (a ver si se entera alguno de esos asesores de aquí y de allá que sé que me leen, y transmite por los canales adecuados).
A ver... Resulta que, dos meses después de haber supuestamente cometido la infracción, el Ministerio del Interior (eso ya suena a cárcel de partida; habría que pasar Tráfico a Industria, por ejemplo, o a Sanidad, porque también se trata de gentes que cuidan de nuestra salud a pesar nuestra) me envía una notificación, en la que me exhorta, vehementemente, y bajo claras amenazas de clavarme hasta 1.500 euros si me resisto, a "identificar al conductor". Vale. Pero es que ese día, a esa hora, en ese punto kilométrico y en esa dirección, podíamos haber sido cualquier de TRES personas... Hoy por hoy no llevamos caja negra en los coches (mejora seguramente próxima a introducir si el jefe de la cosa de Tráfico lee ésto, porque supondrá, como el timbre del Saza en La Escopeta nacional, negocio para algún industrial catalán), y diario de ruta, osea que honestamente no sabemos quién conducía el coche. El que más probabilidades tiene de haber ido sin cinturón ese día soy yo, desde luego. Pero otra de las personas se lo pone de tal forma que el ojeador bien pudiera haberse confundido (elemento posible a alegar en su caso). Y aún la otra, acostumbrada a conducir camiones, puede que se le hubiese olvidado.
En suma, y abreviando que un asunto tan doméstico no requiere tanto esfuerzo (al lado, por ejemplo, del geranio mutado, seguramente abonado con espíritu de logro): si quiero evitar que me claven un cuarto de millón de las antiguas pesetas, y a lo peor más días de cárcel si no las pago que a Farruquito, debo mentir. Esto es, autoinmolarme (qué dramático queda eso, muy propio) falsamente (esto es mintiendo al señalarme a mí como conductor cuando en realidad probablemente no lo fuese), o autoinmolarme falsamente (aparenemtente negándome a señalar al conductor según la interpretación del Ministerio del Interior, cuando en realidad no sé señalarlo). Los abogados lo tienen claro, y sin tonterías: "Ni te lo pienses: pón al viejo, que no lo hacen daño si le quitan unos puntos". España, una, y berlanguiana...
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