Google no hace sino halagar a las neuronas que más fácilmente se dejan tentar (no hay yin y yan, ni bien ni mal: sólo hay neuronas muy diversas, unas parranderas, otras ansiosas, otras depredadoras, y si no se las controla, pasa lo que pasa) con la publicidad. Y yo no hago a priori (gracias a la intervención de esas neuronas, entrenadas para el business) ascos al asunto, pero el resto de las neuronas se ponen extremadamente nerviosas de pensar, en primer lugar, en lo feos que quedan los recuadros de publicidad; y en segundo lugar en que pueda llegar a aparecer en mi blog publicidad de productos, culturales o no, vomitivos.
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