2005/06/02

A veces el stablishment te da alguna alegría: Mario Gaviria, premio nacional de Medio Ambiente

Hace un mes, no recuerdo con qué objeto, andaba yo navegando perezosamente por la web del Ministerio de Medio Ambiente, y me topé con la convocatoria de los premios nacionales de Medio Ambiente, que ni recordaba que existieran. 

Sobre la marcha se me ocurrió la idea de presentar a Mario Gaviria, pero veía el asunto complicado, porque el premio se presenta tan superespecializado como la Sociedad de las Chimeneas, y como muy a-medida-de.

Y es que en la convocatoria había un premio para los economistas (muy gracioso, pues como colectivo profesional son los principales causantes del desastre ecológico del siglo XX), que supongo ya habrán recibido Naredo, Martinez Alier, Aguilera, y tal...; otro para los conservacionistas (osea, para los herederos de Rodriguez de la Fuente y demás vendedores de coleccionables, que tanto hicieron por los lobos y tan poco por los seres humanos amenazados por Franco y por las centrales nucleares), que seguro ya habrán recibido Joaquín Araújo y Delibes junior; y otro para el periodismo ambiental (ese me gusta especialmente, porque el papel de los periodistas es mucho más importante que el de los naturalistas y que, por supuesto, el de los economistas). Pero, ¿dónde coño cabía Gaviria, el auténtico padre del ecologismo radical español? ¿Dónde cabría un Pedro Costa Morata, un Juan Serna,... o un yo mismo, qué narices?. 

No entendía yo que la cosa estuviese tan pre-definida, pero no me quería quedar con las ganas, así que envié mi propuesta con esta memoria justificativa:

MEMORIA

La orden reguladora de los Premio Nacionales de Medio Ambiente establece que pretenden otorgar reconocimiento público a aquellas personas que, “por sus aportaciones creadoras, científicas o de difusión y defensa de los valores ambientales, promueven actividades ambientalmente positivas”.

Sin duda, para el caso del candidato que -sin su conocimiento previo, y desconociendo si su posterior aprobación-, se propone, un epígrafe igual de apropiado sería el de Premio Lucas Mallada, por cuanto este eminente regeneracionista (pero sobre todo geólogo) planteó una visión transdisciplinaria de la relación entre medio ambiente y sociedad que iba mucho más allá de lo estrictamente económico (no olvidemos los capítulos de su famoso libro dedicados a temáticas tan fundamentales, y fundadas en nuestro país, como “la desidia de la Administración Pública”, o “los defectos del carácter nacional”); actitud que compartirán otras personalidades que, como él, apuntaron en la misma dirección, y de todos los cuales el más eximio representante es sin duda Joaquín Costa. Y que no hacían sino realizar la expresión nacional de un fenómeno tan global como lo es ahora la cuestión ambiental, y que con particularidades culturales e ideológicas expresaban un Georges P Marsh en los Estados Unidos, un Patrick Geddes en el ámbito del Imperio británico, un Pietr Kropotkin en Rusia, o un Elisée Reclus en Francia. Fenómeno que quedaría ahogado en un siglo que emergía marcado por el mecanicismo, la super-especialización y la organización burocrática del pensamiento y el conocimiento.

Pero casi un siglo más tarde aquel hilo perdido de Ariadna (transmutada para algunos en Gaia) se retoma aquí y allá. Y como entonces hay expresiones locales, regionales, nacionales, bien diferenciadas, pero vuelve a plantearse el denominador común de la transdisciplinariedad, que Henri Lefebvre será el primero el señalar como camino virtual –es decir, posible. Y es en este punto, en ese momento histórico y en ese proceso de recuperación del hilo perdido de la Ariadna que ayuda a Teseo a escapar del laberinto del productivismo, el economicismo y el excepcionalismo humano, en el que la figura del candidato adquiere su auténtica dimensión como uno de los principales introductores en España no sólo de conceptos, sino también de actitudes, y valores, que a la larga han resultado fundamentales para la protección ambiental. Su revisión, desde presupuestos ecológicos, de la Ordenación del Territorio, y más específicamente tanto del Urbanismo como de la Ordenación Rural, no sólo introdujeron nuevas –y antiguas- ideas, sino que sobre todo animaron a muchos especialistas de la arquitectura, el urbanismo, la ordenación rural, la sociología, la ingeniería hidráulica y de caminos, la gestión de la energía,... y por supuesto la economía, a reorientar su trabajo en una dirección nueva. 

Pero sobre todo, en síntesis, podríamos decir que, como entonces los regeneracionistas, el candidato que se propone ha desarrollado una ingente actividad creativa, científica y de difusión de los valores ecológicos, promoviendo justamente el que desde diversas disciplinas de las Ciencias Sociales se prestase, en España, una atención a los problemas ambientales. Una labor que, como en el caso de los regeneracionistas españoles, puede considerarse transdisciplinaria. 

Es decir, el proponente considera que el candidato debería recibir un Premio Lucas Mallada de Ciencias Sociales y Medio Ambiente, pero la modalidad específica muy claramente que el premio en recuerdo de Lucas Mallada se limita, se especializa, a los méritos en cuanto “al estudio y caracterización de los vínculos que unen a la Economía con el medio ambiente en España”. Lo que parece indicar implícitamente su limitación a la especialización en la Economía (lo cual, en términos ecológicos, o incluso medioambientales, no deja de ser una divertida paradoja).

Sin embargo, la modalidad “Conservación de la Naturaleza” pretende reconocer la “labor creadora, de investigación o de difusión (que) haya representado una contribución importante para la conservación de la fauna o flora de España”.

Teniendo presentes dichas consideraciones, los méritos del candidato D. Mario Gaviria Labarta se ponen fácilmente de manifiesto. Siendo, por lo demás, suficientemente conocidas por todas aquellas personalidades que han tenido o tienen alguna relación de importancia con el Medio Ambiente, y específicamente la conservación de la naturaleza, en España. No obstante lo cual podríamos establecer una lista de puntos concretos que permitan juzgar, a quienes desconozcan la historia de la protección ambiental, y del ecologismo en este país, la importancia de la contribución de D. Mario Gaviria Labarta a la conservación de la fauna o flora. En tanto que la lista podría ser demasiado extensa, y la orden reguladora establece taxativamente que debe tratarse de una “breve memoria explicativa”, me limitaré a exponer seis desempeños concretos (podríamos poner, en lugar de seis, sesenta) de su labor:

1. Desempeño, entre 1968 y primeros años de los ’80, de una intensa y desinteresada labor de difusión de la conciencia ecológica, mediante escritos, investigaciones, conferencias, debates e intervenciones en los medios de comunicación, durante una buena parte de ese periodo bajo el riesgo de sufrir los efectos de la represión política por parte de la dictadura franquista. Sin negar la importancia que otras personalidades del mundo de las Ciencias Sociales, como de las Ciencias de la Naturaleza, la Ingeniería o la Arquitectura, tuvieron en la década de los ’70 

Hoy, casi cuarenta años después de que, en 1968 y en el prólogo a la edición española de “El derecho a la ciudad” de Lefebvre, Gaviria escribiese que "el derecho a la vivienda, el derecho a la naturaleza, el derecho a la vida urbana para todos, acabarán siendo inscritos en los Derechos Humanos", eso parece un lugar común, casi una obviedad. Pero sin el concierto y compromiso de algunas personas, y entre ellas muy significadamente de Mario Gaviria Labarta, ese lugar común, esa obviedad, no lo serían en España.

2. Articulación de la oposición, entre 1977 y 1980, la construcción de una fábrica papelera, y de una central nuclear, en Tudela (Navarra), presentando argumentos económicos, sociales, y sobre todo ecológicos que llevaron a numerosos grupos sociales a asumir dicha reivindicación y, finalmente, impedir dicha construcción, contribuyendo así a la conservación de la vegetación de ribera del río Ebro.

3. Articulación, entre 1975 y 1878, del proceso de investigación y difusión de criterios, en colaboración con otros científicos sociales y técnicos, en base a los cuales pudo evitarse la construcción de varias centrales nucleares en las comarcas aragonesas de el Bajo Aragón.

4. Articulación del proceso de investigación y difusión de criterios, en colaboración con otros científicos sociales como José Manuel Naredo, y otros activistas ambientales, como Juan Serna, para la oposición a la construcción de una central nuclear en Valdecaballeros (Badajoz), contribuyendo de una manera importante a crear el estado de opinión en base al cual pudo quedar, años después, definitivamente abandonada, la construcción de dicha central. Contribuyendo así a la conservación de la fauna de las Vegas del Guadiana, y muy especialmente de la especie humana. Y no sólo a ello, sino incluso a la conformación de una identidad regional en Extremadura, con los libros “Extremadura Saqueada” (1978) y “El modelo extremeño” (1980), dentro de la que el medio ambiente constituye un factor de identidad fundamental.

5. Contribución a la difusión, y sobre todo a la concienciación local y regional, sobre la problemática de la gestión del agua en las Tablas de Daimiel, con el libro escrito junto con Juan Serna, “La quimera del agua” (1995). Pero muchos años atrás, en los años ’70, sus trabajos de análisis y diagnóstico fueron ya fundamentales para la construcción de una estrategia no basada en sentimientos primarios, sino en razones técnicas y socio-económicas, de oposición a los trasvases intercuencas, y muy especialmente al trasvase del Ebro a las cuencas mediterráneas. Su labor en la promoción de la conservación de los espacios vinculados al agua, y en las propuestas de gestión ecológica y racional del agua en la cuencua del Ebro se han sucedido, por lo demás, en los últimos años.

6. Su tarea formadora de técnicos relacionados con el urbanismo y la ordenación territorial preocupados la cuestión ambiental, mediante su participación en cursos de postgrado, seminarios y conferencias dirigidos a arquitectos e ingenieros de caminos, en los años ’70, es asimismo inseparable de las nuevas actitudes que hoy podemos observar en muchos de esos técnicos a la hora de conformar el planeamiento urbano y territorial.

Por más que los avatares personales, y las señas de identidad de la sociedad española (que cambia de sistema político, de caballos de tiro, de ideas y de actitudes, y por tanto de predicadores, con la misma facilidad con que se cambia una chaqueta o se expulsa a un participante en Gran Hermano) hayan alejado parcialmente a Mario Gaviria de “la cuestión ambiental”, absolutamente nadie podrá cuestionar que, a tenor de lo dictado por la orden reguladora, su labor creadora, de investigación y de difusión contribuyeron profundamente, a lo largo de casi dos décadas, a la protección de la flora y la fauna de este país. 

El reconocimiento de dicha labor no es discutible; es, simplemente, una deuda pendiente por parte de quienes se reclaman ecologistas, ambientalistas, conservacionistas o sostenibles. Con más razón aún por parte de un Ministerio de Medio Ambiente que, sin la previa actividad de personalidades como Mario Gaviria, nunca hubiese llegado a existir en España. Y que, sin duda alguna, se vería prestigiado por la concesión de dicho premio.

En Badajoz, a 6 de mayo de 2005

El proponente: Artemio Baigorri Agoiz

¡Y va, y se lo dan!

http://www.mma.es/info_ciud/camp/prem_mma/index.htm#premios

(post original en blogia)

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