El año pasado publicábamos un artículo en Aposta digital que conectaba dos cuestiones, de una forma quizás poco académica, pero creo que muy científica, pues se basaba en evidencias contrastables, en análisis comparativos..., en todo eso que los profesores de Métodos y Técnicas intentamos enseñar a nuestros alumnos.
La fundamental de esas dos cuestiones era la desatención al cambio climático por parte del instituto demoscópico público (Centro de Investigaciones Sociológicas), desatención que demostrábamos tenía un fuerte componente político, al coincidir en el tiempo con la llegada del Partido Popular al gobierno, así como con las políticas negacionistas que la nueva derecha americana implantó tras la llegada de Trump a la presidencia. Creo que presentábamos la revisión más sistemática hasta la fecha de la atención demoscópica al cambio climático en España, y su conexión con diversas líneas de tendencia internacionales.
La cuestión secundaria era en realidad, para nosotros, mucho más importante, pues tiene consecuencias prácticas, profesionales, vitales en suma. Se trataba de la reivindicación de un campo de investigación, y de un componente de la carrera investigadora, cuya importancia han evidenciado algunos autores pero que, por vergüenza fundamentalmente, no es asumido por quienes nos dedicamos a la investigación: los fracasos. Siguiendo la estela abierta por Melanie Stefan (2010) y Johhannes Hausoffen (2016), planteábamos (algo mucho más difícil de hacer en la cultura hispana y en español, dado el sistema de valores imperante) la necesidad de implementar, y prestar atención, al "currículum de fracasos". No tanto, como concluye Lucy Kellaway (2016), porque "si tu lista de rechazos es corta, no te estás esforzando lo suficiente" (una visión de nuevo meritocrática, cuando el CV de fracasos evidencia a menudo la falacia del mérito), sino también porque podría ser una fuente de información fundamental, en su día, para la Sociología y la Historia de la Ciencia.
Y abordábamos el tema porque en realidad la parte dedicada al cambio climático derivaba precisamente de un fracaso. En 2016 habíamos presentado a la convocatoria del CIS un módulo sobre cambio climático, muy bien fundamentado (como se evidencia en el artículo) y en un momento clave en la historia de las políticas climáticas europeas y del planeta. Sin embargo, el módulo concedido fue sobre la percepción del dolor. Muy sociológico, sin duda. Muy importante, cuando ya estábamos saliendo de la crisis. No sé.... En realidad, no era difícil detectar otros factores detrás de aquella elección, pero qué le vas a hacer. Resiliencia.
El caso es que, un año después, el CIS incorporaba un pseudomódulo sobre Cambio Climático. Vaya... No el nuestro, claro, sino uno mucho peor diseñado, difícil de contrastar con históricos y con otros internacionales. ¿Quizás nuestras lágrimas por aquí y por allá tras la resolución habían servido al menos para que el tema se incorporase, aunque el beneficio académico/científico se lo llevasen ya otros?. Y creo que el artículo que luego publicamos en Aposta ha contribuido a que incremente incluso el número de preguntas y barómetros en que el CIS cuestiona sobre el cambio climático. Así que, en parte, nuestra contribución como científicos al bienestar social está logrado. Y ya con la llegada de Tezanos el CIS mantiene fijas esas preguntas en los barómetros.
No es la primera vez que no obtenemos financiación para proyectos esenciales. He hecho referencia en más de una ocasión, como ejemplo paradigmático, a un proyecto que nos fue denegado fundamentalmente "por su falta de interés y oportunidad", sobre un problema que en la década siguiente, y todavía hoy, sigue siendo clave para la ordenación de la producción, el ocio y la convivencia no sólo en España, sino en el mundo: la Sociedad de 24 horas. Pero es lo que hay. Ya sabemos que hay centros, investigadores, que tienen asegurados los proyectos. Las redes funcionan así, y no asumirlo con la paciencia del santo Job es condenarse a la ulceración permanente y al cáncer de estómago. Pero también hay que evidenciarlo, porque de otra forma nunca cambiará esa forma mafiosa de gestionar la investigación en Ciencias Sociales y Humanidades (pues a las Ciencias de las Cosas todo esto les afecta también, pero mucho menos).
Cierto es que es más fácil aceptarlo cuando llegaste a la Universidad ya crecidito, con tu bagaje de investigación y publicaciones cubierto a efectos de ego científico y cuando, aunque sea un básico, has alcanzado una posición funcionarial segura dentro de la Academia. Por eso, por quienes no consiguen avanzar no porque no lo hagan bien, sino porque no están al abrigo de los árboles convenientes, es aún más importante hacerlo, denunciarlo, porque lo que el análisis de los CV de fracasos de unos y otras evidenciaría es, precisamente, cómo funcionan las corruptas redes de apoyo mutuo, los colegios invisibles que no tienen precisamente la función con la que surgieron, en la emergencia de la Ciencia en la Inglaterra racionalista del XVII-XVIII, sino una clara y pura función de corrupción.
Pues nada... Que todo esto venía a que hemos tenido un nuevo (¡otro más! tres en los últimos meses, ya iré incorporando los otros) ítem en ese esplendoroso cv de fracasos. Hace unos meses vi una de esas convocatorias del alma (sic) de La Caixa. Y en serio que preparamos una propuesta con la absoluta seguridad de que no nos la concederían. Pero bueno, en esos días me estaba tocando hacer bastantes intervenciones sobre el tópico (en todos los sentidos) ese de la "España vacía"; había recuperado notas; en el equipo tenemos gentes de la Ruralía bastante conocedores del paño actual; no deja de ser un tema al que he dedicado muchos años y del que tengo mucha experiencia... Pues que preparamos, con las limitaciones en número de palabras que fijaban en la propuesta (ese suele ser uno de los mejores indicadores de que no importa tanto la propuesta como quién la presenta, o quién está detrás de quien la presenta), una propuesta para la realización de una encuesta en los llamados espacios rurales. Pero no la típica encuesta a los rurales, no... No para averiguar lo que ya sabemos desde hace más de medio siglo (y no sé por qué se sigue investigando sobre eso), esto es por qué se va la gente. Ni siquiera para averiguar (también lo sabemos desde hace medio siglo, si bien en este sentido sí tiene sentido seguir investigándolo porque la Sociedad Telemática introduce nuevos factores a tener en cuenta) por qué vuelven, o llegan de nuevas algunos. Sino simplemente algo que nunca se nos ha ocurrido preguntar: ¿por qué se quedan?. Por qué, a pesar de todo lo que nos dicen los que se van, de todos los problemas que detectamos entre quienes están, se quedan. Bueno, que aquí va la propuesta.
Por supuesto, como yo esperaba, no nos la han concedido.
¿Por qué he considerado que este nuevo fracaso era candidato a ser reseñado e incorporado inmediatamente al CV de Fracasos?. Pues precisamente porque, mira tú por donde, uno de los proyectos de encuesta (no olvidemos, equivalente a un módulo del barómetro del CIS) adjudicados trata sobre... hélo ahí, ¡cambio climático!. Su título "Explore this apparent contradiction between the attitudes expressed towards climate change and the limited readiness to engage in environmental policies." (supongo que el cuestionario estará en inglés, y se leerá en inglés a los españoles entrevistados). Que era, precisamente, uno de los aspectos que planteabámos abordar en nuestro proyecto infausto CIS.
La suponemos que feliz adjudicataria de la Pompeu (tres de los evaluadores eran de esa universidad) es estadística, con especialidad económica, y con un estupendo currículum sobre metodología de encuestas...., pero sin ninguna relación aparente con investigaciones relacionadas con el medio ambiente y el cambio climático. Osea (y no sé de carreras, ni de coches, pero creo que la metáfora sirve) como si el premio de una carrera se lo diesen no al piloto que conoce el coche y la ruta, sino al mecánico que afina el motor. "Cosas de mal perdedor" - dirán quienes no sepan lo entrenados que estamos en perder. Perdedores como casi todos los periféricos, pocos.
A lo que vamos: ¿quiere eso decir que si en lugar de presentar nuestro proyecto sobre "los que se quedan", hubiésemos reciclado el "módulo sobre cambio climático" que no nos concedió el CIS, el alma de La Caixa sí nos habría concedido el proyecto? Pues no, mire usted. No nos lo habrían concedido, seguro que no.
¿Por qué lo pienso? Aquí están los proyectos concedidos. Los cuatro en inglés aunque se trata de investigaciones sobre España, financiadas por un Banco español (que desgrava lo suyo de sus impuestas a la Hacienda española gracias a lo que invierte en este tipo de cosas), en cuya convocatoria no se decía nada del inglés, y entre cuyos evaluadores el único extranjero que aparece está en una universidad española (una de las adjudicatarias), por lo que deduzco que al menos catalán, sabrá. Esta es la distribución ecológica de la adjudicación: tres a Barcelona (casualidad: uno a la UB, otro a la UPF y otro a la UAB, armonía), y uno a Madrid. Dicen que les robamos, pero lo cierto es que, al menos en este ámbito está claro: la Caixa recoge beneficios por todas las regiones españolas, pero el dinero lo gasta...con los suyos.
En fin... Por supuesto que podríamos adaptarla y presentarla a la nueva convocatoria de estudios cuantis (que tanto ha cabreado y con razón a cualis en general y antrópologos en particular) de la misma entidad. Pero, de verdad, ¿para qué? Y no me preocupa, porque tarde o temprano alguien mejor conectado presentará una propuesta sobre el tema a alguna convocatoria. El conocimiento, como la energía, no se pierde; sólo se transforma...
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