Tan anunciada por las crónicas, la muerte del ya exministro Jesús Caldera ha dejado incluso al propio interesado en una posición complicada, por ejemplo frente a la prensa, porque todos (incluído él mismo) saben las preguntas, y todos saben las respuestas. Esperemos que la antiFAES sea tan eficiente como la fundación neocon en generar y divulgar ideas (osea, ideología), y que no termine cayendo en los extraños compromisos y aún más extraños compañeros de viaje de los anteriores think tank socialistas, algunos de los cuales han terminado bebiendo de manantiales tan extraños al pensamiento de progreso como la Obra de un dios o el pedrojotismo.
Pero la política es injusta por naturaleza, la vida es injusta, por lo cual no me uno al coro de plañideras que han señalado (no siempre con buena intención, por supuesto) lo mucho que Caldera ha aportado al haber del PSOE en la primera legislatura (y al de Zapatero aún antes). Ha hecho lo que debía: trabajar e intentar poner en marcha sus ideas, mejores o peores (que de todo ha habido).
Por eso por lo que hoy quiero alzar mi copa no es ni por su pasada y básicamente buena gestión, ni por la canonjía (que no deja de serlo una fundación de ese tipo) con que se le pagan (o pegan) los servicios prestados. Yo alzo mi copa por los dos cojones con los que anoche, en el programa 59 segundos, se declaró pública y explícitamente antinuclear (con el amparo de la razón, por supuesto, no de los sentimientos), salga el sol por donde salga...
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