Hoy he decidido dejar de utilizar Twitter, salvo la cuenta del grupo de investigación para informar de nuestras actividades (espero que se encargue otra de tuitearlas).
Twitter (me resisto a llamarlo con esa X que juega demasiado peligrosa y ostensiblemente con las cruces de películas futuristas que juegan a svástica) pudo ser, y de hecho lo fue durante un momento, unos años, un espacio interesante en el que encontrar cosas y compartir otras.
Casi me arrancó del blog, que empecé a ver como una herramienta obsoleta. una época.
Pero he visto cómo degenera y aburre compulsivamente, desgastando nuestra mente, porque la diversidad y rapidez con que aparecen sugerencias además engancha muy fácilmente y se come el tiempo, nuestro tiempo, frente a la lectura reposada de un blog, como de un periódico. Y cada neurona nuestra consumida leyendo una bestialidad, mirando una chorrada o respondiendo a un botarate, sólo engorda la bolsa de un protofascista y no cambia nada, no mejora nada, no nos causa ningún placer, salvo esos perdidos retuiteos o "Me gusta", débil compensación emocional a la energía consumida.
Así que he decidido volverme a mi blog, a seguir dejando aquí lo que me parezca, y que sirva a quien le vaya bien. Cierto que ya hubo un tiempo en que dejé de entrar en Twitter, y terminé volviendo, así que no sé si no tendré que ponerme un día al arielito para justificar mi vuelta. Pero entonces sólo acababa de llegar Elon Musk. Ahora el algoritmo que ha ordenado diseñar es demasiado asqueroso como para superar la naúsea que produce.
Las fotografías de fuegos artificiales siempre son espectaculares. En el río, en Badajoz, en San Juan, más. Me gustan especialmente cuando resultan tremebundas. Me ha parecido que esta, con el caminante de Friedrich sobrepuesto, expresa muy bien la sensación que produce asomarte hoy a Twitter. Sturm und drang en estado puro, sólo de interés para jóvenes bárbaros o viejos resentidos y rabiosos.
Y tú, ¿vas a seguir perdiendo el tiempo en ese garito?
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