2023/12/05

Obituarios anónimos


Qué cosas, lo que es la miseria de la Academia. Hace muchos años viví muy de cerca la actuación infame de un miembro de tribunal (bueno, fueron dos los infames, pero en un caso según supe fue una infamia subrepticia, disimulada, a la espalda) en un tribunal de plaza de Profesor Titular de Universidad, en una pequeña ciudad de provincias.

Según se supo, llevaba la intención de apoyar a un amigo suyo que había firmado la plaza, pero que finalmente no se atrevió a presentarse, porque el candidato "local" tenía un gran currículum. Y es que era una de esas plazas de provincias en las que era fácil que los miembros del tribunal de fuera, si coincidían en red de intereses y eran mayoría, bien podían "hacerle la cama" al candidato local y birlarle la plaza. Ocurría a veces en áreas en la que sólo en unas pocas universidades de ciudades grandes se impartía la titulación y por tanto había catedráticos con poder.

Pero en ese caso no lo consiguieron porque la presidenta del tribunal resultó honrada, y según también se supo luego, había resistido llamadas de otros catedráticos proponiéndole apoyar en un caso a un candidato y en otro a una candidata. Así que le resultó fácil no enfadar a ninguno de los dos por haber apoyado al candidato del otro: simplemente dejó que quien más méritos tenía obtuviese la plaza, y así quedaba bien con las tres partes. Gente que sabe hacer las cosas.

El caso es que aquel miembro del tribunal estaba especialmente cabreada por haberle salido mal la jugada, al no presentarse el amigo, y se dedicó a intentar reventarle la oposición al finalmente único candidato (de los tres firmantes, sólo él compareció).

¿Cómo lo hacía? Pues no lo he vuelto a ver hacer nunca en ningún tribunal. Hacía preguntas inopinadas interrumpiendo las exposiciones, hacía continuamente ruido con los libros, se levantó de la mesa muchas veces (algunas decía que para ir al servicio, pero en otras ni se dignaba decir nada), y por supuesto votó contra el candidato. Aunque tras finalizar fue tan cutre que no despreció la invitación que quien ha sacado la plaza suele hacer a la comida de celebración (que en provincias suele ser bastante opípara) al tribunal, además de a la familia y amigos. La conclusión que sacó el personal es que estaba desquiciada. Que estaba enferma, pero no de la uretra sino del coco.

Pues es curioso, porque en décadas no había vuelto a saber de ella, y ahora he buscado su nombre por otra curiosidad (no lo recordaba, que a la vejez nuestra mente selecciona mucho qué recuerda y qué olvida) y acabo de descubrir que se ha suicidado. Muchos años después de aquéllo, así que no habrá tenido relación con aquel acto de pura maldad, que de forma tan particular materializaba la idea de la banalidad del mal que elucubró Hannah Arendt; aquí no como mecánica obediencia a un superior, sino al designio de beneficiar al amigo e intentar destruir, sin conciencia de hacer el mal, todo aquello que se oponga al amigo. Quizás era un posible novio, quién sabe.

Puede su suicidio responda a razones de salud, una enfermedad incurable o algo así, ni lo sé ni me interesa. Puede que a la simple soledad, algo que teniendo tan mala hiel no me extrañaría que sufriese. Pero claro, me ha llevado a acordarme de aquel sucedido, y a saber cuántas otras maldades como aquella habrá cometido antes y después, cargando poco a poco de pecados la mala conciencia.

Sé buena gente. Que aunque es raro que haya Justicia, la maldad tarde o temprano te pasará factura. 



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