2007/12/12

Pérdidas de tiempo: los otros TICs

Realmente la especie sigue evolucionando en sus capacidades, y a ello sin duda contribuye su unificación global a la Chardin (sin que ello prive de estímulo a las mentes individuales, que son finalmente las que provocan los chispazos creativos). Si no, sería incomprensible, observándonos desde fuera, que hayamos conseguido tantas cosas, en todos los sentidos (y tanto para bien, como para mal) a lo largo del último cuarto de siglo... teniendo en cuenta la enorme cantidad de tiempo que el propio aprovisionamiento, instalación, mantenimiento y renovación de
las herramientas productivas nos ha supuesto.

Lo digo porque me he pasado el fin de semana atendiendo TIC's. Formateando mi ordenador doméstico y el de mi hijo (que con eso de que me ha salido friki cultural en lugar de friki informático -lo cual tiene cierta lógica en una casa en la que no se ve fútbol ni se valora mucho el logro económico- me toca a mí mantenerle más o menos en forma el ordenador), y peleando con los de Orange (aviso a navegantes tras un mes de penosa utilización de sus servicios: la superoferta de todo por 35 euros es falsa en buena parte del país, especialmente en la periferia en la que gastamos en linux en vez de en mejorar las infraestructuras telemáticas; la velocidad es una décima parte de la prometida; y el servicio de atención una caca de vaca que además incluso llegar a duplicar la cuota mensual; de forma que yo ahora no lo haría, y estoy pensando en cambiarme). El puente echado a perder, vamos...
Pero ya había pensado antes al respecto, sobretodo hace quince o veinte años, cuando me daba las grandes panzadas de aprendizaje de docenas de programas que enseguida abandonaba por otros que inmediatamente sustituía por otros que a su vez se autosustituían ipso facto. Porque lo de la obsolescencia planificada es, en el ámbito de las TICs (y en cierto modo lógicamente) no una ley económica, sino una fuerza de la naturaleza. Es decir: si sumásemos el tiempo que hemos dedicado a aprender el funcionamiento de hardware y software, a mantenerlo, a renovarlo, nos alucinaríamos. Uno compraba un arado hace cien años y en los siguientes veinte no tenía que hacer otra cosa que llevarlo un día al herrero a afilarle un poco la punta. Se compraba un tractor hace medio siglo, se subía y a trabajar; cambios de aceite, y a lo sumo un día al mes en el taller, que por cierto se aprovechaba para charlar con los vecinos. No digamos la máquina de escribir, aún tengo nuevecitas las que me compré, una de ellas hace casi cuarenta años, y la curva de aprendizaje fue cero: mal que bien, desde que la saqué de la caja empecé a escribir.
¿Es que estamos idiotas?. ¿Cual es la clave de que, a pesar de esa enorme pérdida de tiempo, hayamos progresado tanto en las últimas dos décadas? Pues que no se lo hemos quitado a la producción, al mercado, sino al ocio, a la familia, al sueño... a la vida. Y la pérdida de vida, de vidas, no afecta a la economía en una sociedad capitalista. Antes al contrario, la estimula. Estamos apañados...

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