...a la que de nuevo no sé muy cómo llegué (buscando algo sobre alguien, supongo), en esta noosfera fractal en la que, como me advertía mi abuela (un día construiré una Ética para Javier con aún menos mimbres que la ética de Savater: los veinte dichos con los que mi abuela regía su vida e intentaba, con buen criterio, que rigiésemos la nuestra), abarco demasiado como para apretar lo necesario ("Quien mucho abarca, poco aprieta"). Una frase que no es mía, sino de un interesante filósofo afrancesado que como se llama José Luis Moreno tiene que utilizar segundo apellido, Pestaña (de épicas reminiscencias, por cierto, sigamos fractalizando), del que acabo de leer un curioso artículo de Sociología del Fracaso con el que explica algunas claves de la biografía del intelectual Manuel Sacristán (y que tiene por ahí otros artículos tan completitos como este sobre epistemología y sociología). Bien, a la frase, que no es tal sino todo un párrafo:
"Los intelectuales que desprecian la autonomía en favor del compromiso con la buena posición política —“la línea de demarcación frente a la burguesía”, “los análisis respetuosos con el pluralismo democrático...”—, dependen de los mercados políticos y periodísticos en los que conquistan su prestigio. Cuando estos transforman sus principios de valorización, tales corazones inflamados cambian, a menudo, con bastante sentido de la oportunidad. Todo un haz de trayectorias intelectuales, que han pasado cronológicamente, con ritmos previsibles, de la extrema izquierda, al centro y a la derecha —a veces extrema— tiene su principio de inteligibilidad en prestigios intelectuales adquiridos en la frecuentación de mercados, desde el punto de vista intelectual, heterónomos."
En la Sociedad Telemática, Sacristán hubiera sido incluso feliz (a ratos, claro....)
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