2008/04/15

El mal, esa pulsión

en torno a la cual debatimos, asustados, desde hace milenios. Casi coincide con la noticia del tráfico de órganos serbios (a la que por fin han prestado atención masiva los medios ayer) por parte de los algunos "carniceros" albanokosovares, la publicación en Sciences Humaines de un trabajo que reseña y recompone un conjunto de estudios recientes que ponen en crisis las ideas aceptadas al respecto en las últimas décadas. Sobre todo la idea establecida por Hannah Arendt de que cualquiera, como miembro de un engranaje jerárquico-burocrático, puede cometer las mayores barbaridades en un momento dado. Los experimentos pelín sadomasoquistas de Milgram en los años '60, y el mucho más popular e incluso cinematográfico de Zimbardo en los '70 habrían confirmado esa tesis (aunque los sociólogos, y teóricamente también los psicólogos sociales, aunque obviamente no todos, somos muy escépticos respecto a la validez de cualquier experimento social). Es la idea de Arendt sobre la banalidad del mal: cualquiera en según qué circunstancias puede hacer cualquier cosa.
Pero nuevos experimentos e investigaciones han modificado esa perspectiva. En primer otro experimento, cinematográfico experimento de nuevo, de hecho siguiendo los pasos del de Zimbardo, otros psicólogos sociales, Reicher y Haslam creen haber demostrado (jo, qué palabra) que no... Que no hay simple cumplimiento de las órdenes, sino que lo que hay es una reconstrucción de la moralidad, para crear una nueva que incluso justifique y legitime, ante la propia conciencia, la barbaridad que uno hace. Habría por tanto, una racionalización. Me parece muy fuerte que de un jueguecito de roles hayan derivado tal Ley de la Naturaleza Humana, pero en realidad tampoco es nada nuevo. Es lo de siempre, la culpabilización de las ideas, poniéndolas de paso a todas en el mismo lugar.
Me ha recordado una reflexión (del orden de las que aparecen en el blog, pero entonces las publicaba en la prensa porque no existía Internet) que me hice hace algunos años, a raiz de una propuesta parecida de Agnes Heller.

"LA IDEA DE LA VIOLENCIA, LA VIOLENCIA DE LA IDEA

(Marzo, 1993. Publicado en EL PERIÓDICO de EXTREMADURA)

Agnes Heller, ex-comunista y heredera del marxismo metafísico de Lukács, ha lanzado una hermosa frase, tardío broche de oro a la década del des-pensamiento: "Sólo las ideas hacen a la gente fanática".
Para la Heller la maldad como violencia surge "cuando la razón actúa sobre la pasión". De alguna forma es lo que hace décadas sostenía el sociólogo alemán, americanizado, Lewis Coser: que las ideologías y los intelectuales vienen a ser la causa de los conflictos sociales. Parece un sino del ser alemán culpar a las ideas de los males del mundo.


Los liberal-totalitarios preveían que el hundimiento de los Estados del Este de Europa llevaría a una feliz Arcadia sin ideologías, sin conflictos sociales de esos que hacen la Historia. Todos ellos, como ahora la Heller y el conjunto de los débil-pensadores, han ignorado conscientemente uno de los grandes descubrimientos de Marx: "no es en absoluto la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia". Una ley social que, avant la lettre, estaba ya en el Hobbes que plantea el contrato social no como un fabuloso descubrimiento metafísico (a la manera roussoniana), sino como la inevitable consecuencia de la animalidad del ser
humano, quien para evitar destruirse entre sí asume el recorte de buena parte de sus libertades, entregándolas al Estado, Leviatán cruel y despiadado pero a la vez muralla frente al caos.

La violencia está en la naturaleza humana, como los conflictos están en la estructura misma de las sociedades injustas que hemos construído. Las ideas y las ideologías constituyen justamente un intento de canalizar la resolución de los conflictos por una vía incruenta en el, por razones funcionales, estrecho campo de juego que permite el Leviatán. El fanatismo surge cuando las ideas son incapaces de hallar el punto de encuentro superador de los conflictos; no está en las ideas, sino en su incapacidad espacio-temporal para responder a las expectativas.
No fueron las ideas las causantes de las grandes hecatombes de los años '30, sino el estrecho margen de maniobra que dejaban una sociedad y una economía devastadas tras una década de especulación y latrocinio. Como no son las ideologías las que están en la base de los principales conflictos que, ahora mismo, aterran al mundo. Cuando no hay ideas (y aún ideologías), cuando la razón no funciona, se abre la espita de la pasión.
Por inteligentes que sean las maldades, no otra cosa es la maldad que la pura sinrazón. Sin las ideas y las ideologías no seríamos nada, porque la especie humana es tal vez la única capaz, en el estado de naturaleza, de autodestruirse por completo.24.II-5.III.93"


Parecería como si frente a la intensidad vital del pensamiento de gentes como la Harendt, o la Heller, que sintieron el aliento del diablo en el cuello, hubiese que callar. Pero es que el mal, ese mal, lo vemos cada día, en la prevaricación de un catedrático que favorece a un amigo, discípulo o amante; en el director general que putea conscientemente a un funcionario; en la enfermera de un hospital que humilla a un viejo desamparado; no sólo en el terrorista que dispara a sangre fría. Y el caso es que no terminamos de dar con la tecla...

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