No me gusta la obra de Castells. No es nada nuevo. No me gustó en los '70 su falsa sociología urbana (un pastiche de ecología humana y agit-prop comunista estéril, pero que lo hizo famoso gracias a la omnipresencia del marxismo de orientación soviética en las Universidades occidentales de los '70). No me gustó en los '80 su discurso tecnofabulador, y así lo puse de manifiesto en una reseña sobre el debate urbanístico español tan lejos como en 1982. Me chirrió en los primeros '90 su propuesta de tecnópolis, que me hacía pensar en los alcaldes españoles que viajaban a Madrid y volvían convencidos de que debían levantar un rascacielos de al menos seis plantas en su pueblo: se fue con la gran hacedora de sociólogos a California, y volvió con la buena nueva de Silicon Valley, como si aquello se pudiese clonar como el maiz. Me pareció vanal su supuesta obra cumbre, que no aportaba nada a lo dicho en lo técnico por James Martin, y en lo social por Alvin Toffler, diez años antes (y otros muchos, otros muchos), aunque no le niego la capacidad comunicativa del texto. Y ya cuando se juntó con Giddens (el gran vanal anglosajón) y se dedicaron a considerarse mutuamente los Weber del XXI, es que ya me daba risa. Con La galaxia Internet, que alguien con buena voluntad me regaló en un cumple, es que no pude pasar de las 15 primera spáginas, de verdad (algún día igual las escaneo con las anotaciones que hice). Y ahora habrá que echarle el vistazo a lo de los móviles, aunque desde luego los extractos que he visto me parece que van de nuevo en direcciones equivocadas (su tesis central es que favorecen el individualismo, cuando es justamente lo contrario). Y por si fuese poco me pone nervioso cuando habla, con esos ojitos de ratón y esa voz como de chinito ajetreado... Es lo que hay.
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Pero le reconozco entre otras cosas su capacidad de trabajo (esa capacidad de concentración además se la envidio), su valía como investigador y su capacidad comunicativa. Y, desde luego, siempre me ha parecido vergonzoso para la Universidad española que haya tenido que refugiarse en una universidad más esponsorizada que una serie de Telecinco, en lugar de haberlo hecho catedrático en una universidad pública (y después de ver cómo actúan en los tribunales quienes le estuvieron sacando partido durante años, no me creo que no pudiesen crearle una plaza a la medida, como hacen a tantos). Quizás la mayor vergüenza de la Universidad española del siglo XX en el área de Ciencias Sociales sea que Mario Gaviria y Manuel Castells (por más que estén en las antípodas en tantos sentidos) no se hayan podido jubilar como catedráticos de Sociología.
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Pues bien... En su página web les ha puesto en los morros a todos los evaluadores de sexenios, tribunales de cátedra, anecas/os y demás peña de repartidores de viñedos, la verdad de la verdad. Supongo que harto de tantas miradas ladeadas y sonrisas condescendientes de algunos, se ha entretenido (bueno, supongo que alguien se ha entretenido por él, suerte que tiene) en hacer un análisis a fondo del dichoso Social Index (encima lo pone todo traducido, como debe ser), en un fichero muy ilustrativo. Él y Linz (muy lejos) son los únicos españoles significativos (por cierto: ¿tan influyente es Robert Putnam?, qué cosas...). Sin más comentarios.
Suscribo totalmente sus palabras, profesor Baigorri. Y me permitiría añadir a su lista de docentes, junto a Gaviria y Castells, el caso de Juan José Linz. Me gustaría saber su opinión.
ResponderEliminarQue por cierto, y relacionado con esos lances, pensar que el profesor Gaviria se jubilase como Titular de Escuela Universitaria -corríjame si me equivoco- evidencia cómo funciona el 'stablishment' académico.
Reciba un saludo,
Respecto a Linz, la verdad es que no conozco su historia (salvo a niveles muy generales, lo que cualquier sociólogo medianamente informado puede saber). Ni siquiera he tenido ocasión de leer otra cosa suya que algún artículo de opinión hace mucho tiempo. Si pensamos que es de origen alemán, y que luego ha desarrollado casi toda su carrera en los Estados Unidos, quizás al considerarlo "sociólogo español" estemos en parte apropiarnos de algo ajeno. Aunque, desde luego, creo que se le pueda considerar en la medida en que ha creado cierta escuela aquí (por ejemplo con Amando y luego Jesús de Miguel).
ResponderEliminarNo obstante, creo que a él no le ha faltado el reconocimiento por la 'Academia' en España. Ha sido Premio Príncipe de Asturias, el Centro de Investigaciones Sociológicas le ha dedicado homenajes, le han hecho Doctor Honoris Causa en varias Universidades españolas... todo ello merecidísimo. Creo que se trata de un caso distinto por muchas razones.