2011/06/16

Parábola sobre zombies buenos (y las urgencias de la prensa diaria)



Atacado de forma repentina, y en las dos horas que me dieron para escribir el artículo, cuando a la vez estaba trabajando en una comunicación para el congreso al que vamos mañana por la tarde, a 500 kms de casa, tras examinar a tropecientos alumnos a primer hora de la tarde. Fuí incapaz de dejarlo en los 1.600 caracteres, blancos incluidos: tras el empujón inicial conseguí recortarlo hasta los 2.400, pero luego dejé que los editores hiciesen la poda final, así que cortaron por aquí y por allá (¿más por allí, o más por allá?) para encajarlo en el cajetín. Es la urgencia de la prensa diaria. Así que añado la versión original (bueno, no la original, sino la última a la que yo llegué en esa carrera contra reloj) a continuación


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Jueves, 16 de junio del 2011

Artemio Baigorri
Tras cien telediarios apenas sabemos de quién son los acampados de mayo, esa celebración que sucede a las Cruces de mayo que en la cristiandad sustituyeron a los Palos de mayo. En tiempos de la diosa Maia se clavaban en la tierra, como falos de dioses, para fecundarla y que diese buenas cosechas; alrededor se celebraban orgías y se elegía a la mujer más bella como Maia, y al hombre más apuesto como dios del cielo que fecunda a la tierra madre.
A los de la caverna mediática les habría encantado lo de las orgías, para darles caña, pero nuestros acampados son gente suave, slow, pace… Las visitas nocturnas que buscaban la marcheta de los 70 se encontraban mozas y mozos enredados en las inacabables discusiones propias del asambleísmo. Pero cuando las teorías se limitan a los barruntos deHassel, Sampedro y demás que aceptan sistema como animal de compañía (y de facturación), hay poco que debatir. Lo del materialismo y empiriocriticismo daba para todo un curso, pero el concepto de indignación se acaba en un soplo.
Y como no hay sublimación, nos encontramos por la noche a un grupo de chuecanos acorralando al alcalde de Madrid y su familia por no permitirles hacer ruido el Día del Orgullo Gay. Al amanecer un grupo de pacíficos acampados se lanzan inopinadamente a tomar el Palacio de Invierno, y los políticos han de ser rescatados por las Fuerzas Aéreas Catalanas.
Y es que otra teoría posible es la de los Walking Deads: aunque el movimiento de mayo murió tras las elecciones (la sociedad española tomó nota, y punto), muchas acampadas aún no lo saben, y se mueven como si tuviesen vida.

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Y a continuación el original, pelín más ácido; 
después de podar otros fractales sobre los que pensé inicialmente: por ejemplo, mi intuición de que  los únicos sociólogos que se habrán pasado por las acampadas a observarlas seguro que han sido sido cualis, que queda como más antisistema, por lo que en un par de años tendremos varias tesis aburrídisimas sobre el discurso del discurso y la subjetividad, pero ningún dato sobre quiénes eran realmente los que estaban allí, y por qué estaban allí y no en otro sitio)




Parábola sobre zombies buenos

A mi hijo, que acampa…
Tras cien telediarios apenas sabemos de quiénes son los acampados de mayo, esa celebración que sucede a las Cruces de mayo que en la cristiandad sustituyeron a los Palos de mayo. En tiempos de la diosa Maia se clavaban en la tierra, como falos de dioses, para fecundarla y que diese buenas cosechas; alrededor se celebraban orgías y se elegía a la mujer más bella como Maia, y al hombre más apuesto como dios del cielo que fecunda a la tierra madre.

A los de la caverna mediática les habría encantado lo de las orgías, para darles caña, pero nuestros acampados son gente suave, slow, pace… Las visitas nocturnas que buscaban la marcheta de los’70, se han encontrado con mozas y mozos enredados en las inacabables discusiones teóricas propias del asambleísmo.

Pero cuando las teorías se limitan a los barruntos de Hassel, Sampedro y demás que aceptan sistema como animal de compañía (y de facturación), hay poco que debatir. Lo del materialismo y empririocriticismo daba para todo un curso, pero el concepto de indignación se acaba en un soplo.
Y como no hay sublimación, nos encontramos por la noche a un grupo de chuecanos acorralando al alcalde de Madrid y su familia por no permitirles hacer ruido el día del orgullo gay. Al amanecer un grupo de pacíficos acampados se lanzan inopinadamente a tomar el Palacio de Invierno, y los políticos han de ser rescatados por las Fuerzas Aéreas Catalanas. A mediodía el comité de apoyo al desahuciado despacha de malas maneras al líder del partido que supuestamente defiende todos los puntos de lo que pudiera ser un programa indignado. Y es que otra teoría posible es la de los Walking Deads: aunque el movimiento de mayo murió tras las elecciones (la sociedad española tomó nota, y punto), muchas acampadas aún no lo saben, y se mueven como si tuviesen vida.

El tiempo juega a favor del sistema. En quince días la mayoría estará planificando el próximo festival transcultural y altermundista, en algún lejano lugar al que viajarán en medios poco sostenibles, financiados por el 95% que Zapatero dejó a sus padres. Pero si siguen subiendo las temperaturas y los mencheviques no actúan, puede ocurrir de todo, porque cuando los dioses quieren volvernos locos atienden nuestras súplicas. Ojalá que, ya que no han fecundado a Maia, los dioses no les concedan sus sueños: puede que fuesen nuestras peores pesadillas (y las suyas).





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