Dos pequeños reportajes que describen muy muy bien, con concisión periodística, en qué llevamos años perdiendo el tiempo para nada. O para que unos cuantos nadas (puros cronopios académicos que sueñan con ser famas) lo tengan todo, que no es lo mismo, pero es igual.
Pudiera parecer que leerte un reportaje publicado hace unos meses sea perder el tiempo, tal y como están las cosas. Pero no seré yo quien entre en contradicción con mi teoría de la Sociedad Telemática: el tiempo no existe, no sólo para mal (como advierte el reportaje sobre la obsolescencia acelerada de la literatura académica), sino también para bien. Por ejemplo (algo especialmente penado hoy en día), también para leer a los clásicos, cada vez más necesarios a medida que la mayor parte de lo que se publica es pura basura redundante, ruido, copypega.
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