2015/12/21

Elecciones, capital social y chapuzas


Ayer estuve de interventor en las Generales. En una mesa que debió de ser la última en contabilizarse. Andaba publicando resultados el Ministerio del Interior, "con el 99,8% escrutado...", osea sabíamos los resultados finales, y en nuestra mesa apenas acabábamos de conocer el resultado para el Congreso de 379 votantes (una bajísima participación del 52%..., de la que un vecino dio la explicación: había boda gitana en la Sección Censal). Vamos, un desastre. Pasada la medianoche, agotados tras casi 17 horas, dábamos por finalizado el escrutinio en nuestra mesa. Eso sí (el que no se consuela es porque no quiere, ¿quién no ha ganado en unas elecciones?), los resultados tenían poco que ver con los resultados nacionales...aunque lógicamente no podíamos dar un vuelco electoral con nuestros 379 votos.


Las dos mesas de la otra sección que compartía colegio terminaron sin embargo, a pesar de tener más votantes (y más participación) casi tres horas antes. Y sólo una calle separa ambas secciones. Pero es una calle puede separar, a veces, dos mundos. Por eso la tardanza en la mesa en que estuve podía ser previsible. 

Lo que no era previsible es ver hasta qué punto la Chapuza Nacional se aplica al proceso electoral. Miren la ilustración de la cabina (puestas en fila delante de las mesas, con lo que podía verse, si se hubiese querido, qué votaba la gente, pues la mayoría se veía además negro para correr la cortinilla). Es un auténtico delirio de ingeniería electoral, y de diseño. 


Si uno la vez a simple vista, ve unas cucas pestañas tras las que poner las papeletas. Bien ideado, ¿verdad?: espacio para todo. Pues bien, las pestañas, los huecos para las papeletas tienen un fondo tan profundo que se materialmente se las traga, asomando apenas un par de centímetros, insuficientes para los nombres o ver los logos de los partidos. Así que hubo que improvisar soluciones no menos chapuceras: meterles en el fondo unos sobre doblados, para elevar un poco el fondo; colocarlas inclinadas apoyadas en los laterales, colocar unas sobre otras... un desastre. Y luego la inteligente mesita de trabajo, en la que colocar las papeletas del Senado para que los votantes marquen (con un bolígrafo que tras la desaparición de media docena hubo que atar) a los candidatos. Tan inteligente que de vez en cuando se resbalaba hasta el suelo todo el material. Por no hablar de las cortinas, colocadas de tal forma que la gente, ante el inútil esfuerzo de intentar correrlas hasta completar el cierre, las dejaba abiertas.

Un día entretenido







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