Pero no sé... No sabría decir si lo disfruté, si ha valido la pena... Téngase en cuenta que yo no soy consumidor de conciertos. Estuve en uno de Santana en 1973, recién llegado yo a Barcelona, y decidí que sin estar colocado aquello no se disfrutaba. Y luego en alguno de Miguel Ríos por compromiso con pareja y amigos. Salvo excepciones muy concretas (a los de cantautores locales se iba por otras razones, y de esos sí han caído muchos: Llach, Sisa, Gerena, Labordeta, La Bullonera, Carbonell, Luis Pastor, Pablo Guerrero, Patxi Andion, Silvio, no sé, muchos). Pero prefiero la música tal y como ha sido fabricada, enlatada que dicen los tontines.
El producto musical, como cualquier producto material o inmaterial en las sociedades modernas, es un producto colectivo, en el que ni el 100% del significado, ni el del significante, corresponden al creador. Like a rolling stone es lo que es por ese inicio repentino conseguido por Dylan + la banda de músicos + el productor de la CBS; así se pudo meter un día hasta la más oculta de mis neuronas, y ahí está para siempre.
Ayer, por ejemplo, el abuelo la destrozó.
Pero la tocó. No podía dejar de tocar el himno del hombre perplejo.
A lo que iba... Prefiriendo la música de estudio, reconozco también que el concierto tiene otras funciones. Sólo que la mayor parte de las veces no me atraen lo suficiente, o incluso, como comentaba ayer, algunas de esas funciones incluso me provocan sarpullido.
Y luego está la incomodidad, imperceptible cuando tienes veinte, o vas de jipiguay canoso (lo que no es mi caso); el tener que soportar la visión de las pandas de palurdos haciendo la ola con la canción lenta popular; el tufo a porros (no por nada, sino porque te activa las ganas de fumar); la masa en general...
Por eso casi esperaba el momento con interés analítico... La primera impresión fue determinante: está muerto, lo mueven a pilas es lo primero que pensé al verle aparecer. Cumplido, mi médico de cabecera, corroboró mi diagnóstico de urgencia: "Cierto; es un muerto viviente". Esas sensaciones y comentarios son textuales.
Pero eso de arrancarse casi inmediatamente, no sé por qué narices, con Lay Lady Lay, fue un shock. No sé cómo describirlo... Simplemente, lloré como una magdalena rato y rato, e intermitentemente lo seguí haciendo, ya sin lágrimas, casi hasta el final del concierto. Sólo en las últimas dos o tres canciones pude moverme al ritmo criollo (algunos de los músicos de su nueva banda seguro que vienen de Nueva Orleans) que ha metido en su último disco, y sólo en la última, que sólo podía ser esa, pude intentar canturrear macarrónicamente
How does it feel
To be on your own
With no direction home
Like a complete unknown
Like a rolling stone?
A ver si el galleguiño que nos acompañaba me pasa las fotos que hizo con su móvil, y añado alguna patética ilustración de mí, no estando en donde tampoco estaba él...
Nota:
Ví en la entrada de la plaza de toros de Mérida el cartel del próximo concierto: Johnnnnnnn Maaaaaa (así, lento, muyyyy lento)yall, el chico negro que nació sajón. Con Chuck Berry, que siempre me ha parecido un hortera, y supongo que se cae a trozos. John Mayall, ¡cuántas resacas curadas con Empty Rooms...! Pero decidí que no. Ese día, si me acuerdo del evento, pondré ese vinilo, o los de Blues for Laurel Canyon...
Nota2:
Espero que encontrases la entrada, Fran... No se te haya atragantado el comentario de ayer..., je
Pues si, llegué por los pelos y también tengo sensaciones extrañas. Que sí pero que no, que podía haber sido un poco mejor... Y lo peor la gente, que no paraba de hablar, de moverse... y no cabía ni un alfiler ¿cuántas entradas se pueden vender por ley? En fin, pero había que verlo, más que nada porque cuando se muera habrá dos clases de personas en el mundo, los que lo vieron algunas vez y los que no.
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