El otro día me llamó una periodista que preparaba un reportaje para El País (no sé cuándo saldrá-- ya salió) sobre el impacto social de los móviles con cámara, que ya prácticamente todo el mundo tiene. Lo que multiplicaría en otra dimensión (reflexiono) lo que desde mediados de los '90 ha estado muy de moda, sobre todo en el ámbito anglosajón: el concepto de sobrevigilancia, centrado inicialmente de un lado en el tema de las cámaras públicas de video, aunque también vinculado al concepto de Privatopía... tema recientemente re-conectado con lo del Goggle earth... Al fondo, siempre, el mito orwelliano, en realidad un mito no moderno (o incluso post-moderno, como crítica de la modernidad, se diría) sino tan antiguo que está en la base misma de la teología judeo-cristiana. A mí me daba mucho miedo el "ojo de Dios" tal y como aparecía en la Enciclopedia Alvarez (más o menos como ese de la ilustración), y supe de su poder cuando mosén José, el cura de mi pueblo, me dió dos bofetadas por haber estado rozándome de forma indecente con mi vecina, jugando avant la lettre al Circo del Sol en el atrio de la iglesia, que estaba fresquito y nosotros correteábamos en bañador (osea que debía tener seis o siete años, no más). ¿Cómo pudo enterarse habiendo estado solos mi vecina, su hermana y yo, si no es gracias al Ojo de Dios? .
Y, efectivamente, estamos llegando al punto en el que todos formamos parte del ojo de Dios, la Gran Mosca más que el Gran Hermano, pues cada uno de nosotros somos uno de sus 18.000 ojos. Las consecuencias están por ver, no me atreví a nada más que a opinar que los sociólogos deberíamos ocuparnos más del asunto. Ni siquiera se me ocurrió entonces, despertado con sobresalto de una siesta y cansado de conducir (a ver lo que me cuesta mi parte alícuota del Roaming, esa estafa generalizada a la que la Comisión Europea no se enfrenta seriamente: ¿pero se imaginan que en los USA cobrasen roaming por llamar de Nueva York a Los Angeles?) esa reflexión sobre el Ojo de Dios, la Mosca y todo eso...
Lo que sí se me ocurrió hacerle ver, pensar, reflexionar, al periodista, es un aspecto de la cuestión que les afecta a ellos mismos, los periodistas, mi otro yo. Y es que me sorprendió, y entristeció, un planteamiento que desgraciadamente veo muy extendido en el gremio, de dar pábulo y consideración a esa especie de que "todo el mundo es periodista" porque cualquiera puede filmar con su móvil un atraco, una violación, o la aparición de una virgen (entiéndase como se quiera entender). Supongo que es consecuencia de la trivialización de la profesión a que ha conducido la televisión, y muy especialmente la crónica rosa. Pero es muy peligroso confundir al ojo de la mosca (sea el fotógrafo paparazzi, sea el peatón movil-izado, concepto que irremisiblemente alguien me robará en breve, pero para eso hacemos Creative Commons, ¿no?) con el cerebro que procesa e interpreta la luz (el periodista).
¡Vaya, qué casualidad! Me llega en este momento (bueno, más bien leo en este momento, tras cuatro días desconectado y sin morir por ello) un mail de la conductora de nuestra tertulia, en el que propone para mañana otro aspecto relacionado con el Ojo de la Mosca: la publicación por la Guardia Civil de fotos de pederestas para buscar la colaboración global. Ahora le respondo con un link a estas líneas (uf... esto sí que es circularidad del hipertexto)
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