La tarde del sábado la gasto en un encuentro transfronterizo sobre revistas culturales, organizado por el hiperactivo promotor de las relaciones transfronterizas extremeño-alentejanas Moisés Cayetano. Una breve intervención, en una breve mesa redonda, en la que les propongo (entendiendo que es mi papel) pensar en tres direcciones distintas de las que preveían en el programa:
" 1. Por supuesto que lo transfronterizo es, en Extremadura y Alentejo, un elemento específico sumamente atractivo no sólo por las interacciones y sinergias virtualmente (ahora en el sentido de potencialmente) alcanzables, aunque no siempre se alcanzan (por lo que queda mucho por hacer), sino también porque los espacios transfronterizos serán durante mucho tiempo objetivos del máximo interés para el presupuesto de la Unión Europea. Sin embargo en la Era Telemática, hablando de publicaciones, sean culturales o sean científicas, el horizonte debe ir mucho más allá. No hablamos de dos regiones, ni siquiera de dos países, sino de dos idiomas, el tercero (el español, con unos 440 millones de hablantes) y el sexto (el por-tugués, con unos 230 millones) del mundo en cuanto al número de hablantes, porcentaje que se mantiene en el ranking de usuarios de Internet del mundo: unos 90 millones de usuarios hablan español, y unos 40 millones portugués. Por tanto, cualquier proyecto de difu-sión en la red de contenidos debe planificarse con la vocación de llegar a todos los potenciales lectores del planeta. Teniendo en cuenta que ello se hace, además, desde ámbitos metropolitanos de ambos idiomas (lo que puede verse como un valor positivo o nega-tivo, según se mire), ello sitúa el listón de la responsabilidad en un proyecto de esas características en un punto aún más alto y comple-jo. En suma, ningún proyecto de contenidos on line puede ser trans-fronterizo, sino global y translinguïstico.
2. Si bien, en relación con esto, hay que hacer referencia tam-bién a las limitaciones de acceso que siguen teniendo extensas ca-pas de la población, y no sólo en Iberoamérica. La fractura digital es una realidad igual de presente, aunque con menos intensidad, en nuestros países. En el caso español incluso podríamos decir que, en cierto modo, parece que estemos estancándonos en unos niveles de desigualdad crecientes: en Extremadura seguimos por ejemplo, en el año 2007, al 50,3% de penetración del uso de Internet que la me-dia nacional, mientras que en el año 2000 estábamos al 58,4%. Pero además el número de regiones que están por debajo de la media se viene incrementando sistemáticamente: 8 en el año 2000; 11 en el 2003, y 12 en el 2007.
3. El otro aspecto sobre el que me gustaría reflexionar con la brevedad que el caso exige se refiere a una de las grandes promesas frustradas de la Sociedad Telemática. Pese a todas las expectativas despertadas a partir de los años 60’ con la informatización del mun-do, la evidencia nos muestra que los últimos 50 años han sido unpe-riodo sin precedentes a nivel de consumo de papel: cada nuevo pa-so dado en la digitalización del mundo, paradójicamente, ha incre-mentado en lugar de reducido el consumo de papel. En 1950 se consumían en Europa unos 3 millones de Tm/año. Tras la aparición de las primeras computadoras de empresa en 1960 el consumo de papel se disparó, para llegar a unos 13 millones de Tm en 1970. La aparición de los ordenadores personales, a mediados de la década, coincidió con un leve descenso en el consumo, pero fue un espejis-mo: en 1985, cuando los PCs se generalizan, íbamos ya por 20 mi-llones Tms y volvió a incrementarse, como consecuencia del abara-tamiento de la impresión pesonal. De nuevo la difusión de los CDROM produjo un cierto espejismo a mediados de los ’80, pero con la llegada de Internet definitivamente se disparó de nuevo el consumo, de forma que en la actualidad superamos los 40 millones de Toneladas, esto es se ha incrementado en un 1.300 %, el consu-mo de 1950, mientras que la población sólo se ha incrementado en un 50% en dicho periodo. En este sentido, cualquier iniciativa de de-sarrollos de contenidos on line debería llevar emparejada la volun-tad de contribuir a la sostenibilidad del planeta reduciendo a míni-mos la edición impresa. Una edición impresa que, por otra parte, a menudo no tiene otra finalidad que la de epatar por el lujo, con un enorme despilfarro de tintas, carísimos papeles. En los últimos años muchos entes generadores públicos de edición han pasado de gene-rar contenidos a generar continentes."
Naturalmente, uno siempre tan políticamente correcto; porque tras el acto los organizadores nos agasajan a los ponentes con las consabidas bolsas que en esta ocasión contienen.... ¡unos diez kilos de papel impreso!, la mitad de folletos turísticos mil veces repetidos, sobre unos territorios que conozco sobradamente porque para eso he escrito yo mismo dos guías de viaje sobre Extremadura; y la otra mitad reediciones y facsimiles de revistas antiguas que sobra con que estén guardadas en unas pocas bibliotecas institucionales. Y es que algunos de los nuevos ricos surgidos en algunas autonomías en los últimos años son, precisamente, impresores de publicaciones institucionales. Mal llevamos lo de la sostenibilidad con esta borrachera impresora. Por lo demás, ¿cómo decir a los organizadores de eventos que a los invitados no nos gusta acumular papel, que nos vamos mucho más contentos cuando las bolsas de obsequios contienen unas botellas de aceite, de vino, unos quesos, esas cosas...? Una vez me vine de una charla con ¡una paleta de ibérico!. Eso sí que sí...
Por lo demás, una sorprendente clausura con unos fadistas de pueblo, concretamente de Campomaior, que resultaron una rústica (que no rural) delicia. La grabación del móvil a la que se accede desde la fotografía es malísima; pero para hacérse una idea...
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