Anda todo el mundo celebrando el aniversario de las primeras elecciones democráticas. Lo peor de todo, tener que soportar de nuevo el serial manipulador de la Prego, y a ella todos los días en las tertulias televisivas. Pero, sobre todo, me sorprende tanta unanimidad. Casi únicamente la rompe la Nicolás Sartorius (lo que son las cosas) presentando re-lecturas que incluyen (dicen) a quienes no salen en los documentales de la Prego (espero que realmente sea sí, que se muestre también a quienes luchaban día a día, desde abajo y fuera del calor de los partidos, despreocupados de su propio futuro, empujando en una dirección de progreso radical aquel proceso de cambio).
Claro que luego hay que aguantar también a algunos, sobre todo a algunos que ya iban hace treinta años para yuppies por cuenta del Estado, y aún siguen colgados de la ubre de la política, que son una "generación de triunfadores" (Manuel Marin dixit) ¡Qué fuerte!. Porque claro, triunfaron tanto, que luego la siguiente generación se quedó diezmada por la heroína, el paro y el descreimiento. Hace quince años, cuando esa generación de triunfadores estaba en lo más alto de la ola, veía yo así a la siguiente: a la mía.
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