De la ministra de Cultura (doña Carmen Calvo y olé) me sorprenden, cada vez que la veo en directo (así sea de modesto el acto) la calidad (y presumo elevado precio) de sus trapos, y los brillos de sus abundantes joyas. Ciertamente, su aspecto exterior y sus andanzas por el mundo de la moda no responden al modelo que yo (por supuesto) podría tener de una ministra de Cultura socialista. Pero es lo que hay...
Sin embargo, aceptar que se desenvuelva en la escena mediática como una marquesa del Sur, y no como una representante de las clases populares y los sectores progresistas de las clases medias que la han puesto en el Poder, es una cosa, y dar por buenas las estupideces con que un día y otro también se desayuna en relación con el desarrollo de la Socieda Telemática es otra. La última no se le habría ocurrido ni al mayor asno político de la derecha neoliberal más trasnochada: "La cultura no puede ser gratis, ni cara". ¿Nos cobrará a partir de ahora por pasar junto a la catedral de Burgos, pero poco?. ¿Obligará a quienes difunden sus obras sin derechos de autor en Internet a cobrar, pero no mucho?. ¿Pondrá una tasa por mirar en los escaparates las portadas de los cada vez más caros libros, pero sólo unos céntimos?.
Tenemos por tanto, una apariencia inapropiada; en segundo lugar, un fondo inaceptable; pero no hay dos sin tres: pues no es menos grave que encima se esconda en su condición de mujer para intentar soslayar las duras críticas que recibe. Eso, hoy, no es que quede trasnochado: es soez. Esta señora va a conseguir enemistar con el gobierno de Zapatero a todas las vanguardias tecnológicas, sociales y culturales de este país. Es decir: a la juventud.
¡Por favor! Quiténla de ahí, que estorba....
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