No es un estilo de plancha, sino la frontera, ese espacio borroso como yo la llamo ahora (pronto me copiará la idea el organizador de másters por antonomasia, según es su costumbre) situado a ambos lados de la frontera entre España y Portugal.
Y es que ayer estuvimos en Alcántara, en el Conventual (que está soberbio, realmente hermoso), en la presentación del número de Papeles de Economía Española dedicado a ese espacio socioeconómico. Mi artículo, sobre Redes urbanas transfronterizas, se puede leer aquí; pero cesde el GIESyT también generamos para ese número otro interesante trabajo sobre un tema tan novedoso como las dinámicas transfronterizas de los actores económicos y sociales en las relaciones industriales.
Las tapas de productos extremeños se hacían esperar al principio, pero luego fueron mejorando progresiva e incesantemente.
Nos volvimos tan comidos, que nos confundimos de carretera. Pero gracias a eso pudimos ver una manada de cervatillos corretear por las dehesas de Membrio y Herreruela; dehesas soberbias, brumosas, y llenas ellas de neoricos que (nos cuenta el del bar de Membrío, en donde paramos a tomar café) "no dejan en el pueblo ni los bueno días".
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