Me he quedado impresionado viendo, mientras desayunaba, un reportaje de Agrosfera (a pesar de la inmediatez que posibilita la Sociedad Telemática, las televiones se resisten a colgar en el acto las emisiones; pero como he descubierto que han utilizado un videoclip reciclado, entre tanto lo cuelgan enlazo al original, aunque los datos están en dólares) sobre un pueblo alemán autosuficiente energéticamente en base al biogás.
En esa somnolencia que provoca un buen desayuno, especialmente si es sábado (y más si se acaba de ver en los conciertos de la 2 hay que tener en cuenta que antes de Agrosfera había visto la última parte de la Segunda sinfonia de Mendelshonn), pues que me he perdido por entre las telarañas de la memoria. Hemos vivido tantas vidas....
Y me he acordado de la propuesta que hice en un artículo publicado 1982, cuando aún era aragonés (luego me borraron de eso, con las leyes de extranjería regional) para que se utilizase la red gasística que hasta entonces básicamente atravesaba Aragón no sólo para transportar o incluso sacar (de un breve yacimiento), sino sobre todo para meter, mediante la construcción de una red de plantas de generación de biogás a partir de la biomasa (residuos agrícolas, ganaderos y forestales). Es curioso que esa misma idea de utilizar las redes no sólo para sacar de ellas contenidos, sino sobre todo para meter en ellas contenidos, es la que desde siempre ha estado presente en mis propuestas sobre la Sociedad Telemática, especialmente en mis críticas a la forma en que las cosas se han hecho en la que, hoy por hoy al menos, es mi tierra.
Volviendo al tema, en realidad mi propuesta gasística para Aragón se basaba en la investigación que había realizado un año antes, en el marco de un proyecto extraño; una proyecto (un plan energético alternativo para Navarra) del que casi podría decirse que nunca existió, porque la Diputación Foral de Navarra que lo encargó y financió nunca lo quiso asumir, y de hecho es imposible encontrar rastro alguno en Internet, a pesar de que estuvimos más de un año (hacia 1981) trabajando una docena de gentes de toda condición, y a pesar de que fue el germen de exitosas políticas posteriores, como la promoción de la energía eólica de la que Navarra terminó convirtiéndose en un emporio. El ingeniero Juan José Aguas coordinaba el proyecto, pero ahí estaban, claro, Gaviria, Naredo (cuyas teorías panenergéticas me dediqué a desmontar en uno de los capítulos del informe, dedicado a la gestión energética de la agricultura) y otros muchos técnicos del más diverso pelaje. Con Maxi Beperet (agrónomo y casta, con el que hice una visita alucinante a las entrañas del monasterio de Leire, en donde él llevaba un registro de la contabilidad agraria de la granja del monasterio: después de la comida el prior nos sirvió un licor benedictino casero, de los que se intercambiaban entre abadías, inolvidable) y Abel Casado (al que perdí de vista como economista entre trosko, ácrata y batasuno, y reencontré la última vez que volví a verle como poderoso administrador de empresas neoliberal, lo que a saber, igual en realidad sea lo mismo) hicimos un balance energético de la agricultura. Pero yo me apliqué especialmente a idear una especie de plan utópico de transformación y gestión integral agroecológica (se dice ahora) de unas supuestas 100.000 Has de nuevos regadíos. Una de esas ideaciones totales, a la manera de la Arcadia de Moro pero con números. Y uno de los ejes centrales de la autosuficiencia energética (sostenbilidad, se dice ahora) era precisamente la obtención de biogás de los residuos agrícolas y ganaderos.
Con tantas vidas y trasiegos, no sé si podré recuperar aquel documento. Como ahora sí que es verdad que el saber no ocupa lugar, si lo encuentro lo subiré a Scribd, por si algún día sirve a los arqueólogos del pensamiento.
A lo que iba... Porque pensaba también en ello hace unas semanas, cuando me preguntaban por el futuro del AVE. El asunto es que las cosas llegan. Las ideas se materializan. Tarden lo que tarden, hay que esperarlas. Y por eso hay que animar a los jóvenes a que las sigan generando, aunque durante media vida les den luego de hostias, quizás incluso con sus propias ideas. Imaginar, soñar...; porque aunque nos lo parezca, ningún sueño termina en la basura. Porque las buenas ideas son como los de mi pueblo, de quienes se dice que "Los de Mallén tardan, pero pagan bien".
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