Seguramente fue una suerte que hace un cuarto de siglo perdiésemos en Aragón la batalla contra la General Motors. Una suerte para los zaragozanos, claro. O para quienes hoy prometen pelear con uñas y dientes por cada puesto de trabajo (¿terminarán comprándola, como yo auguraba entonces?). O no. Quizás sea peor la postcrisis si se cumplen aquellos negros presagios.
Las vueltas que da la vida...
¿Vueltas?
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