2008/06/25
Por una lengua común
La verdad, no me gustan muchos de sus firmantes. En realidad, tampoco me gustan los manifiestos de notables. Pero éste lo firmaría, mira tú, porque la cosa ya se pasa de castaño oscuro. Empiezo a estar harto de xarnegos con síndrome de estocolmo que hasta le cambian a su apellido (castellano como los callos con garbanzos) el acento de dirección (de verdad, conozco casos, patéticos pero reales), para catalanizarlo, que son incapaces de expresarse en un castellano digno. No tienen prurito en expresarse (mejor o peor, que de todo hay) en inglés en donde no deben (se ve que esa no es una lengua imperial, no es lengua de tiranos, no es lengua de asesinos), mientras se niegan a hacerlo en castellano en España. De verdad: es que ya cansan... Naturalmente, el objetivo es claro, simple y nada metafísico (valores): cerrar el paso a potenciales competidores en cualquier ámbito. ¿Quién coño se va a plantear irse por ejemplo a vivir y trabajar en Barcelona, hoy en día, salvo que como albañil le vayan en ello las habichuelas? Es así de cutre: las lenguas minoritarias han pasado de ser un recurso cultural de valor universal a convertirse en un mecanismo de exclusión y estratificación social. Por eso vuelvo, hay que volver, a la proclama revolucionaria: ¡Viva el sistema métrico decimal!
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Y de medre directo, sin tonterías... En la Universidad de A Coruña los profesores se van a liberar de créditos extras por dar clases en gallego. El esperpento es un producto gallego, pero está llegando a cotas inimaginables
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