El apabullante
"¡Qué vienen los chinos!", de impronta secular a lo largo de buena parte del siglo XX, se quedó finalmente en lo ridículo. Nos llenaron de restaurantes y tiendas 100 y no pasó nada. Nos inundaron de productos baratos y no pasó nada. Nuestros parques se llenan de niñas adoptadas, y los niños encantados con la variedad... Ni siquiera su tasa de crecimiento preocupa ya demasiado (aunque no deje de
preocupar) a los analistas: más temprano que tarde se adaptarán a nuestros valores (de paso: vale la pena el mapamundi de los que han construido los de la
World Values Survey del Inglehart), y sobre todo derechos (como ha ocurrido en todos los
tigres asiáticos) y dejarán de ser
competitivos (¿a dónde nos deslocalizaremos entonces? ¿al reino animal?). Además pronto nos harán olvidarnos de las
preocupaciones por su crecimiento demográfico; en libertad, y con acceso a los bienes de consumo, veremos cómo la casa de natalidad se les cae sola, y más rápidamente que a nosotros: el coste de tener un hijo se les va a hacer insostenible salvo a las minorías privilegiadas. La principal preocupación que pueden causarnos los chinos, así en conjunto, hoy, es de tipo medioambiental, aunque por la raíz de sus valores, sus tradiciones y su evolución cultural, me da la sensación de que serán capaces de reaccionar a tiempo frente a esos nuevos desafíos.
Sin embargo, surgen otro tipo de preocupaciones. Una sociedad
controlada y reprimida, y sobre todo sumisa al poder, a cualquier expresión de poder, es el mejor caldo de cultivo de las mafias. Un día en torno a la
prostitución, otro día es la mera
extosión, hoy mismo la
piratería que nada tiene que ver con los Creative Commons y el libre acceso al conocimiento... En numerosas ciudades los grupos económicos ocupan la mayor parte de los polígonos industriales y de almacenaje. Las noticias de este tipo que un día sí, y otro también, surgen en los países de Occidente, pueden generar un rechazo social de una naturaleza bien distinta, que combinado con el temor irracional a su potencial económico (y militar) bien podrían conducir a situaciones hoy imprevisibles. Los comerciantes locales difunden leyendas urbanas contra los comerciantes chinos, cada vez más ricos y poderosos. Lo que pasó hace unos años en Elche (aquí hay un interesante
análisis socioeconómico del caso) es un juego de niños en comparación con lo que puede llegar a ocurrir.
El mapamundi de Inglehart-Welzel
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