2007/09/11

Septiembre mediterráneo

Un par de viajes a la humedad pegajosa por delante. Los días 13 a 15 ando por Barcelona, en el Congreso de Sociología, si el demonio de los virus gastrointestinales no me lo impide. La verdad es que no me gustan los Congresos, y de hecho hacía dos o tres que no acudía al nacional de Sociología. No me gusta hacer pasillos, intercambios, lobbichear, trapichear en suma..., y en cuanto al intercambio intelectual, hoy en día es casi nulo. Son caros (escandalosamente caros en el caso de los de Sociología, teniendo en cuenta lo que la organización suele 'dar' a cambio), y luego en realidad ni hay tiempo para debates, ni a la mayoría de la gente le interesa debatir otra cosa que su propia comunicación, ni en realidad queda luego mucho tiempo para disfrutar la ciudad (y luego los parientes se enfadan porque no has ido a verlos, y tu alma se mosquea porque no te has llevado a pasear por la parte baja). Y es que con los Congresos ocurre como con los coches, las vacaciones, en general todos los productos de consumo, material e intelectual: cuando era cosa de unos pocos, de las minorías acomodadas, debía de ser una delicia, material e intelectual. Pero la democratización del producto conduce indefectiblemente a su masificación y degradación funcional.

Pero en fin... Esta vez un cúmulo de circunstancias me han atrapado tontamente, y no he podido evitar ir. Que sea en torno a la vieja Central (Edificio Histórico, le dicen ahora), y no en el desangelado Pedralbes, ya es algo (aunque que a estas alturas no sepamos en qué locales trabaja cada grupo , y que en mes y medio no me hayan respondido un email confirmándome que estoy inscrito, me hace abrigar dudas sobre la calidad de la organización). Espero no tener que quedarme luego en el hotel, con mis retorcijones, encerrado con un solo juguete (y no precisamente aquel en el que pensaba Marsé), porque entonces ya sería el colmo.
Y del 19 al 23 estoy en otro Congreso, pero como hay que estar: de acompañante. No sé si reconoceré algo en Palma de Mallorca, después de un cuarto de siglo. Como me temo que no va a hacer buen tiempo, aprovecharé para terminar algunos textos pendientes (y alguno ya retrasado), y por supuesto redescubrir la ciudad y la isla.

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