Me encuentro en el blog de e-derecho y Sociedad del Conocimiento de Pedro Canut un comentario que, de primeras, me parece increible e incluso un pelín pretencioso: que "El País" le ha pirateado un artículo. Sigo los vínculos, me pica la curiosidad/vanidad... y ¡héte aquí que han hecho lo mismo con mi página web!. Encima (cutres ellos, a pesar de tantos medios) la que tengo abandonada desde hace ocho años (está claro que mis textos no envejecen, je).
El negocio es simple, y como siempre a costa de los más pobres, que son los que están hambrientos de formación gratuita. Se inventan un supuesto buscador de "Cursos Gratuitos". Pones por ejemplo "Sociología", y te salen tropecientos (el primero de la lista es mi no-curso, o sea mi primera web, qué halago); pero cuando quieres acceder, te obligan a registrarte y marcar intereses..., y tras ese paso te dejan acceder, "gratis", a lo que ya estaba ahí gratis de verdad. Eso sí, luego te empezará a llegar publicidad no solicitada a tu buzón de correo, y ellos cobrarán por cada uno de esos mensajes que te lleguen. Negocio redondo con nuestros Comunales (que eso son los Commons).
¿Es legal? Seguro que sí, porque se han hecho las leyes a la medida de los grandes imperios telemáticos españoles.
¿Pero es legítimo que obtengan beneficio con una producción que yo he puesto al alcance de todos libremente, pero no para obtener lucro? Uno puede entender que Fortunecity obtenga beneficio llenando de anuncios mi página, porque para eso la aloja gratis, aunque de hecho lo haga de forma abusiva (a ver si encuentro un rato para localizar las claves del ftp y borrarla). Pero ¿qué pinta El País, a través de una de sus empresas, chupando del bote? ¿Será el mismo bote? Porque obviamente, tontos no son, por lo que lo lógico es que remitiesen a mi página actual, y no a la antigua... pero mi página actual está alojada en mi Universidad, por lo que deduzco que el pirateo se hace de acuerdo con Fortunecity. Definitivamente, la borro; prefiero ser menos visitado, pero que a mi pequeño rincón se llegue dignamente (bueno: ya la he borrado, je).
En fin... Que el tal Pedro Canut tenía pero que toda la razón del mundo para quejarse. Y yo me quejo con él.
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