2016/11/20

Mi mayor contribución a la Humanidad



Vale que las castas (la vieja por moderno, crítico y orgulloso, la nueva por antiguo) no me otorgarán la cátedra (ni yo la pediré, que sé bien hasta dónde podemos colarnos en La Estructura). Vale que no llegaré a ser (como soñaba de adolescente, cuando quería salvar a los agricultores, cuando aún no sabía que la gente se salva sola y no necesita salvadores) ministro de Agricultura. Ni tampoco general de las tropas romanas o misionero jesuita en peligrosas selvas (esas cosas "planeadas" de niños, entre tebeos y lecturas beatíficas). 

Pero a fecha de hoy estoy satisfecho. Tengo una hija y un hijo estupendos, poco prácticos aunque muy inteligentes y creativos, y sobre todo buenísimas personas. He plantado bastantes árboles (unos cuantos se han malogrado, qué se le va a hacer), incluidos algunos caquis de los que estoy muy orgulloso (ningún ailanto; lo defiendo, pero no he contribuido a su extensión). He escrito o co-escrito casi un centenar de libros y panfletos y otros tantos artículos, de todo lo cual casi un centenar (según Google Scholars, que no recoge ni la mitad de lo que hay) ha tenido un cierto impacto por ahí. He opinado lo que me ha dado la gana en los medios que yo mismo he escogido, y para algunas gentes incluso con criterio, y me han llamado para opinar. 

He sembrado unos cuantos amigos (e incluso amigas) que, aunque despegado (quien ha vivido mucho de internados, y en lugares dispares, lo entiende) saben que si me necesitan pueden contar conmigo. He sabido escoger (o me han escogido) amores de los buenos, y entre los vericuetos de ese siempre largo y tortuoso camino pude encontrar al fin el complemento ideal que los humanos siempre ansiamos. He disfrutado más o menos histriónicamente (en general sanamente) cuando hacía el caso (ya no hace al caso hacerlo de esa forma), y pude hacerlo sin meterme otras drogas que el alcohol (puesto en su lugar y justa medida hace ya muchos años) y el tabaco (olvidado hace ya más de tres lustros, tras muchas décadas de abuso).

Y vaya..., he contribuido (procurando hacerlo de forma divertida, sin amarguras) a evitar la construcción de no menos de cuatro nucleares y alguna otra barbaridad; a hacer más visibles los problemas de los agricultores; a conseguir para los expropiados de la Autopista del Ebro mejores precios por sus tierras; a evitar el Trasvase del Ebro; a evitar la privatización de unos cuantos comunales; a que el urbanismo sea un poquito más sensible en el suelo no urbanizable, y un poco más humano en el suelo urbano; al fomento del regadío como instrumento de reparto, modernización social y urbanización; a recuperar el valor civilizatorio de la ciudad, frente a los bárbaros integristas de la Ecología Profunda; a que las condiciones de los jornaleros sean un poco mejores; a que se entienda mejor la desigualdad que sufrían las mujeres en la Sociedad Industrial (especialmente en la no industrializada), y los problemas que los hombres tienen hoy para asumir los cambios consiguientes; a que algunos espacios y lugares con atractivo turístico desconocido se conozcan; a que algunos problemas sociales se enfrenten con sentido común; a conseguir el reconocimiento público para alguna persona que lo merecía; a que unos miles de estudiantes sean un poco más conscientes de cómo es el mundo en el que han de trabajar (aunque no estoy seguro de que eso sea un activo); a denunciar situaciones injustas... ¡Ostras! No sigo que parece que me esté vendiendo al peor postor.


Y lo que iba, y en fin, que aunque tampoco superé a Bob Dylan, el día que marche (que sea tarde si estoy en buen estado) lo haré relativamente a gusto con mi vida. 

Pero no... No podría hacerlo con la conciencia limpia si no compartiese, desde ya, lo que probablemente see mi principal aportación a la Humanidad en su conjunto.

Vuelve hasta la fotografía. Está ahí mismo. 

Se llama Pelarzos al horno (de microondas), y es uno de los aperitivos más exquisitos (y baratos) que haya probado nunca. No hay pulpo a la gallega que se le iguale, ni jamón extremeño (prohibitivo ya para la mayoría de los extremeños) que despliegue ese aroma... En casa no tomamos otro desde hace más de un año, y no sólo en días especiales. Todos los días que comemos verdura con patatas, o puré... Siempre que cocinamos con patatas, porque son las mondaduras (pelarzos en mi pueblo). 

La verdad es que a menudo pelando patatas me ha venido a la mente esa escena de Daens (la única película belga buena de la Historia, creo) en la que los niños de la Revolución Industrial buscan las mondas de patata en la basura. Lo hemos visto en tantas escenas de novelas y películas... 

Además siempre he creído (cosas de mi etapa macrobiótica, hace una o dos vidas) que las pieles de las frutas encierran mil defensas, pues las protegen de toda agresión. Y de niño, de las patatas asadas en las brasas del hogar recordaba como lo más sabroso la corteza un poco tostada. 

Teniendo en cuenta que llevo ya bastantes años guisando casi únicamente con microondas (y no me he muerto), sólo quedaba probar. Primero fue cocerlas como hago con algunas verduras (brocoli, coliflor, etc) y rociarlas de aceite (virgen extra, o nada). Pero quedaban como recocidas, sin gracia, puro pelarzo... Así que las metí ya rebozadas de aceite (poco) y salteadas de sal gorda. Nada, cinco o diez minutos, depende de la cantidad. Y Uhmm... Riquísimas. ¿Y por qué no completarlo luego con un polvo de pimentón? Aún mejor. ¿Y picante? También, depende de los gustos. 

Pues eso. En casa ya no se tira nada de las patatas. Claro que hay que lavarlas bien si no vienen lavadas, a veces incluso con estropajo. Pero el trabajo es mínimo, y el placer (cándido hasta para una monja) mucho. 

Ya son edades en las que conviene tener hecho el testamento, tanto como viajamos. Habrá que hacerlo. Pero me parecía un crimen de lesa Humanidad no compartir, ya, este descubrimiento, correr el riesgo de que, por culpa de mi silencio egoísta, toneladas de pelarzos de patata siguiesen en el futuro desperdiciados. 





Ah... El mejor acompañamiento (aunque no necesita ninguno): unas olivas de Aragón, bien aceitadicas. 



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