2019/09/14

San Bartolomé se levantó, pies y manos se lavó....

Poco más podíamos hacer cuando, de niño, el cielo oscurecía repentinamente y empezaba la tronada. Mi abuela nos sentaba en el sofá de madera de la cocina y empezábamos con la salmodia, una y otra vez, entre padres nuestros y avemarías... Miedo daba. El miedo no era a que el agua se llevase nuestra casa, nuestras cosas. Porque la casa estaba donde debía de estar. Alguna gotera se reabría, y poco más. El miedo era a la granizada, que podía acabar con los ingresos principales del año (los del regadío). A la oración a San Bartolomé le siguieron los "cuetes". Del pavor atávico y la llamada a los dioses, a la Ciencia. De adolescente acompañé más de una vez en domingo a mi padre, que entonces era presidente de la Hermandad de Labradores y Ganaderos, a lanzar los cohetes de yoduro de plata, porque habían "llamado de Zaragoza" que llegaban nubes con posibilidades de descarga. No sé si alguien echa aún cohetes. Porque pronto empezaron a surgir conflictos con los pueblos menos aplicados en dedicar presupuesto al tema, o menos ágiles en lanzarlos, que creían que lo que se hacía era desviarles a ellos las granizadas. Luego las dudas ambientales....

El caso es que estamos en el tiempo. Puede haber granizadas mayores o menores, gotas frías más o menos terribles, riadas más o menos brutales..., pero sabemos que un día u otro llegan. Y aunque para "atacar" las nubes "cargadas" de granizo la técnica incorpora algunas ayudas, las lluvias apoteósicas de la gota fría, la DANA (o como demonios la llamen mañana) no pueden sujetarse, ni desviarse. Llegan. Lo único que hay que hacer es no estar donde caen, no estar sobre una cama durmiendo, en una casa construida allí por donde el barranco ha de llevarse el agua que la tierra no puede absorber, no tener los cauces llenos de maleza, árboles caídos, basura, frigoríficos o esqueletos de coches... Porque las inundaciones no son un "desastre natural". Son un hecho natural. Pero el desastre es social, construido socialmente. Fruto de la malplanificación, de la corrupción, o de la dejadez.

En 2010 utilicé este asunto para ejemplarizar el papel de las Ciencias Sociales en el abordaje del Cambio Climático y sus consecuencias, en una ponencia invitada en el II Seminário Ibérico IGBP: Mudança Global na Península Ibérica. Uma Visão Integrada. El texto está recogido en el libro Transiciones Ambientales (2012), pego aquí la parte de la exposición basada en el fenómeno de las riadas:

"Centrémonos en un aspecto cuya estrecha relación con el cambio ambiental global y el cambio climático parece más evidente, al menos a los ojos del público no especializado: las inundaciones, tan presentes en los noticiarios en las últimas semanas y meses.


Las inundaciones producidas por las avenidas son hoy por hoy, a nivel mundial, el principal de los riesgos naturales. Suponen un 30% de los desastres naturales en cuanto a número y daños económicos, y casi un 20% de las muertes producidas por la acción de la naturaleza.

En el último cuarto del siglo XX ocurrieron 100 avenidas importantes por año, causando un promedio anual de 11.000 muertes y 150 millones de personas afectadas, y unas pérdidas económicas de 20 mil millones de dólares anuales.

La mayor parte de las muertes ocurren en el continente asiático (India 1.500 y China 2.500)[1]. De hecho, las recientes inundaciones que en julio y agosto han azotado el noroeste de Pakistán han sido consideradas las peores de su historia; han producido 1.100 muertos y miles de damnificados presos de las aguas y bajo amenaza de brotes epidémicos.

Y también en julio, varias provincias y regiones de Chinas en la cuenca del Río Yangtse han sido azotadas por graves inundaciones, con al menos 146 personas muertas y medio centenar de desparecidas, y han sido calificadas como las peores en años para algunas regiones.
 
El discurso mediático sobre este tipo de desastres alimenta la idea de que el clima se estaría volviendo “loco”, que aumentan las catástrofes naturales… Y es que cuando el conocimiento científico se traslada al saber popular, a menudo se deforman las cosas…

Obviamente el tiempo no está loco, se comporta como es habitual, con pequeñas variaciones (pequeñas variaciones que pueden modificar profundamente, a largo plazo, algunos ecosistemas, por supuesto). ¿Hay ahora más inundaciones?. En absoluto. De hecho, las más dañinas se han producido hace muchas décadas. En el caso de China, por ejemplo, las inundaciones del pasado verano han sido una pequeña aventura al lado de las que se produjeron, en la misma cuenca, en 1935: en el río Han, afluente del Yangtze, una punta de riada de 50.000 m3/seg. causó 8.400 muertos y produjo 800 millones de dólares en pérdidas materiales.

El problema no es que el cambio climático provoque más inundaciones, y como veíamos antes, desinformar al respecto sólo por conseguir mayor atención mediática puede ser peligroso a la larga, pues el público puede dejar de prestar atención al tema, como ya ocurrió en los años ’90 del pasado siglo. El problema no es que haya más inundaciones, sino que allí en donde se producen las inundaciones hay cada vez más gente.

El problema es que hemos asistido a procesos migratorios masivos del campo a la ciudad en sociedades en las que el Estado apenas está presente fuera de los espacios centrales…, y ni se ocupa ni puede ocuparse de planificar, de organizar el espacio. Y la gente se ubica donde puede, donde la pobreza le marca, no donde debería ponerse para no morir.

Es decir, los problemas relacionados con las inundaciones son, fundamentalmente, problemas sociales.

Y no hace falta que nos vayamos a Sudamérica, a los países pobres. Quedémonos en los países ricos, en las inundaciones de la riqueza.

En España, las más graves inundaciones de los últimos años se han producido en cauces que estaban ocupados, o bien por viviendas humildes en terrenos ocupados, o bien por viviendas o actividades turísticas, como la mayor parte de las producidas en el Mediterráneo, o la gravísima producida en el Camping de Biescas, en el Pirineo aragonés.

La más reciente con resultados trágicos, en el año 2007, provocó varios muertos en Alicante; pero en una zona en la que se han producido decenas de riadas a lo largo del siglo XX. En 1957 arrasaron un barrio humilde, las cuevas de Benalúa, y en 1961 (cuando se iniciaba el despegue turístico en España) un camping turístico en la Albufereta. Y de nuevo hubo inundaciones 1971, 1973, 1978, 1979, 1982 o 1997.

La peor inundación de la historia reciente en España, producida en Badajoz en 1997, con 21 muertos y 1.300 viviendas destruidas, se produce justamente en uno de esos barrios de aluvión producto de las migraciones del campo a la ciudad en los años 60, en espacios sin control urbanístico.

Las inundaciones en las zonas costeras españolas son cada vez más dañinas porque (como está ocurriendo ahora en los principales centros de turismo de playa de Portugal) la ocupación del suelo es totalmente caótica. Las elevadas plusvalías que se obtienen con los aprovechamientos urbanísticos hacen que no vaya quedando espacio para que el agua evacue en libertad...

Bien… Pues ese fenómeno, esos graves “desastres naturales”, son por tanto desastres sociales, producto una determinada ideología, el neoliberalismo, que a partir de los años 80, y sobre todo de los años 90 tras la llegada del gobierno conservador del Partido Popular, acabó en España con medio siglo de planeamiento urbanístico ejemplar; desregularizó totalmente la ocupación del suelo. La gente ha construido donde le dio la gana, lo que le dio la gana… Y ahora pagamos las consecuencias. El país lo paga por los costes derivados de la burbuja inmobiliaria (la economía del ladrillo) que han complicado la crisis económica en España, pero las ciudades de playa lo están pagando además en destrozos provocados por las crecidas.
Bien… Por eso decía, seguramente a juicio de algunos de forma pretenciosa, que iba a hablar de lo más importante. Pero es que esas son las cuestiones, la agenda que marca tanto la contribución de las sociedades humanas al cambio global, como la capacidad de mitigación de sus efectos, o de adaptación. La gente… Cómo pensamos en relación al tema, y sobre todo cúales son nuestras actitudes, nuestra disposición a la acción en aras de modificar nuestros hábitos de producción, consumo y desplazamiento.

El que suba un centígrado arriba o abajo la temperatura es importantísimo, para la biodiversidad, para la distribución de la vida sobre el planeta… ¡Pero es importantísimo porque hay gente, porque eso puede afectar a las poblaciones humanas! A gentes cuyas constantes respiratorias pueden ser afectadas. Porque pueden provocar movimientos migratorios masivos, incontrolados e incontrolables que pueden provocar la desestabilización de muchos países, violencia, guerras, que pueden provocar a su vez… que pueden provocar a su vez…

Eso intentamos dilucidar desde las CCSS, ese es nuestro papel en esta historia. (...)"


[1] Datos citados en “El fenómeno de las inundaciones: La riada del Guadalquivir en el pasado invierno 2009-2010”, Juan Saura Martínez, Revista de Obras Públicas, número 3512, julio-agosto 2010







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