2019/09/13

El debate managerialista adquiere nuevas dimensiones

Leo este por otro lado excelente trabajo de Esteban Hernández sobre los recientes "fraudes de calidad" de algunas de las grandes corporaciones industriales del siglo XX (como Volkswagen o Boeing), y me llama la atención que tras casi un siglo de debate, análisis y reflexión sobre las dinámicas entre los distintos actores que constituyen la empresa moderna, que en modo alguno constituyen bloques de interés común salvo frente a otras empresas u otros sectores, se sigan confundiendo algunos términos. Así, cuando se dice que "La lógica financiera, destinada a retribuir lo máximo posible a los accionistas, es muy diferente de la lógica profesional, destinada a realizar un buen trabajo, creando un buen producto o un buen servicio", y no se entiende que precisamente la "lógica profesional" del manager, dadas las características del rol de directivo en la sociedad contemporánea, le empuja precisamente a realizar "un buen trabajo" entendido como resultados brillantes inmediatos, pues su remuneración y su éxito profesional se mide por esos resultados. Hay más lógicas en juego, por tanto.

En cualquier caso el debate sobre el manageriado va para largo, y aún se ha de complejizar más. Podríamos decir que lleva un siglo pervirtiendo el capitalismo, ahora con nuevas expresiones: los managers como clase social hegemónica (capaz de engañar a capitalistas, agencias y consumidores, para obtener éxitos->beneficios personales) contra la clase capitalista, hoy popular. Pero en realidad ocurre que ya no es el capitalismo. Es otra cosa. Aquí, el apartado que dediqué el tema en mi Introducción a la "Sociología de la Empresa", escrito en 1995 como material para mis alumnos.


"TEORÍAS MANAGERIALISTAS Y NO MANAGERIALISTAS


Ello nos introduce de lleno en una cuestión que se ha apuntado ya en otros temas, y que es de extraordinaria importancia por cuanto determina mucho de lo que ocurre, en cuanto a relaciones sociales se refiere, en esa particular organización que es la empresa. Se trata del debate entre teorías managerialistas y no managerialistas, que durante varias décadas ha ocupado a importantes científicos sociales y sociólogos de la empresa.
Las profundas transformaciones en la empresa que se siguen de la generalización, a partir de principios del siglo XX, de las sociedades anónimas, han sido interpretadas por algunos autores como "la separación de la propiedad y el control de la empresa: la propiedad de la empresa pertenece a los accionistas, en tanto que el control, esto, la facultad de decidir, correspondería de hecho y en exclusiva a los directores profesionales que no son propietarios, a los 'managers' (...) El propietario de la empresa es anónimo por ser múltiple, incluso masivo (...). Estos numerosos, dispersos y anónimos accionistas habrían sido anulados o suplantados por los expertos contratados para desempeñar profesionalmente la dirección de la empresa, esto es por los managers, que tendrían en sus manos todo el poder de decisión (el control), pese a no ser los propietarios de la empresa" (Beltrán, 1989:252).
La consecuencia que se deriva de estas teorías, tal y como son presentadas por sus autores, es que el capitalismo como tal habría dejado de existir. Berle y Means plantearon por primera vez este dilema en 1932, en su libro La corporación moderna y la propiedad privada. Según estos autores los accionistas se habrían convertido en meros suministradores de medios de capital, con los que la nueva oligarquía de managers ejercería su poder. Preveían que el control de las grandes corporaciones se convertiría en "una tecnocracia puramente neutral, que evalúe las demandas procedentes de los distintos grupos sociales y asigne a cada uno una porción de la renta obtenida, utilizando para ello criterios de política pública más que de interés privado" (citado en Beltrán, 1989:255).
Por su parte James Burnham iría en 1941 más allá, en su obra La revolución de los managers, al afirmar que "el concepto de separación de la propiedad y el control carece de sentido histórica y sociológicamente. propiedad significa control; si no existe control, entonces tampoco existe propiedad (...) Si la propiedad y el control están realmente separados, entonces la propiedad ha cambiado de manos en favor de quienes tienen el control. La propiedad aislada carece de control, es una ficción sin sentido (...) Aquellos que controlan son los verdaderos propietarios" (citado en Beltrán, 1989:257).
Ralf Dahrendorf ha llevado estas propuestas a su corolario, al afirmar que suponen la superación del capitalismo, ya que unos managers que son 'funcionarios sin capital', y unos accionistas propietarios que son 'capitalistas sin función' no constituyen mimbres suficientes para definir una clase capitalista con intereses comunes y opuesta a la clase trabajadora. Para Dahrendorf, que es precisamente uno de los padres de la teoría del conflicto, ello no quiere decir que no existan clases sociales o conflictos interclases; pero para él las clases y su conflicto son determinadas no por relaciones de propiedad, sino por relaciones de autoridad. Propone que el capital -y en consecuencia el capitalismo- se han disuelto, dando paso en la esfera económica a una pluralidad de grupos que en parte o a veces se ponen de acuerdo, en parte compiten entre sí, y en parte son, sencillamente, diferentes (Dahrendorf, 1962).
Otro de los autores claves en esta línea es Galbraith. Para éste, la tecnoestructura, un complejo organizativo-tecnológico que a través de la racionalización se ha hecho con la moderna sociedad anónima, ha sustituído por completo al empresario capitalista. "En la sociedad empresarial el poder se encuentra en manos de quienes elaboran las decisiones. En la empresa madura ese poder ha pasado inevitable e irrevocablemente del individuo al grupo. Ello se debe a que sólo el grupo tiene la información requerida para la decisión. Aunque la constitución de la gran sociedad anónima pone el poder en manos de los propietarios, los imperativos de la tecnología y de la planificación lo desplazan a la tecnoestructura" (Galbraith, 1984:104). Según Galbraith, se habría construído lo que el denominaba un sistema planificador en que se producía una convergencia entre el capitalismo y el socialismo.
Todas estas teorías estaban ya anticipadas en la obra más conocida Teoría de la clase ociosa, por Thorstein Veblen, publicada en 1906. Sus tempranas y agudas observaciones sobre el hecho de que, en la medida en que las operaciones económicas adquieren la naturaleza de hechos corrientes, se podría "pasar de los capitanes de industria", tuvieron un fuerte impacto, además de una gran influencia posterior.
La base de las teorías managerialistas está muy bien expuesta en esta frase de Veblen: "la gestión de las instituciones modernas, concebidas en beneficio de sus poseedores, tiende a sustituir al capitán de industria de una sociedad por acciones 'sin alma': al hacerlo así, se ha iniciado el camino de convertir en inútil la gran función de la clase ociosa: la propiedad" (Veblen, 1970:138).
Frente a estas posiciones, que podemos agrupar bajo la denominación de managerialistas, por el acento que ponen en el poder adquirido por los managers en las modernas sociedades, otros sociólogos y economistas se sitúan en posiciones antimanangerialistas.
Uno de los alegatos fundamentales se centra en que "las teorías managerialistas implican una manipulación ideológica que enmascara el capitalismo para eludir su crítica marxista tradicional" (Beltrán, 1989:267). Para los economistas Baran y Sweezy, la separación social entre managers y propietarios es en buena parte ficticia. "Por el contrario -afirman- entre los directores se encuentran los más grandes propietarios; y debido a las posiciones estratégicas que ocupan, funcionan como protectores y portavoces de toda la propiedad a gran escala. Lejos de ser una clase separada, en realidad constituyen el eslabón dirigente de la clase propietaria" (Baran, Sweezy, 1976:34).
El sociólogo Wrigth Mills apuntaba en 1951 que "ni mucho menos se ha producido una revolución, ni de dirección ni de ninguna clase, que afecte a la legitimidad de la institución de la propiedad privada. Entre los que tienen propiedades ha nacido una burocracia enorme y compleja de los negocios y de la industria. Pero el derecho sobre esta cadena de mandos, el acceso legítimo a la posición de autoridad de la que depende esta burocracia, es el derecho de propiedad. El accionista no es capaz de ejercer, ni quiere ejercer, el control del funcionamiento de su propia propiedad. Eso es cierto. Y el poder de los directores no depende de su propia propiedad personal. También es cierto. Pero es imposible llegar a la conclusión de que no hay relación funcional entre la propiedad y el control de las grandes sociedades (...) La propiedad, como empresa en marcha, significa que el propietario, si es necesario, puede usar una violenta coerción contra los que, sin poseerla, quieren usarla (...)
En suma, estos cambios en la distribución del poder, ocurridos entre los propietarios y sus directores, no han destruído ciertamente a la clase propietaria, ni han reducido su poder .(...) La distribución actual del poder y su ejercicio de hecho, se delegan a través de jerarquías; la función empresarial ha sido burocratizada" (Wright Mills, 1973:139-140).
Otros sociólogos apoyan estas opiniones, como Norman Birnbaum, quien al analizar las nuevas clases sociales del capitalismo avanzado señala "cómo se crea una especie de simbiosis entre managers y rentistas: las remuneraciones incluyen un acceso privilegiado a la propiedad mediante el juego de primas y de planes de compra de acciones, etc. Lo que comporta una concentración de poder económico sólo en manos de ciertos grupos específicos de managers (...) En otras palabras, ciertos managers dirigen más que otros, y en estos casos es casi imposible distinguir su comportamiento del de los empresarios" (Birnbaum, 1971:30).
Por su parte, desde perspectivas bien diferentes, como las de Hayek, Milton Friedman y en general todos los economistas neoclásicos, se recuerda que los managers siguen teniendo la única y exclusiva función de obtener beneficios para el capital que se les ha confiado, no teniendo sentido en modo alguno, para estos autores, su confusión con la de los propietarios del capital.
Sin embargo, aunque veamos una coincidencia en su posición antimanagerialista entre los economistas neoclásicos (defensores a ultranza del capitalismo) y los sociólogos y economistas más críticos con este sistema, la diferencia entre ambas interpretaciones es sustancial. Mientras que para los críticos lo que se produce es una plena identificación entre propiedad y control, esto es entre capitalistas y managers, para los neoclásicos simplemente se mantiene una clara y nítida separación entre ambas categorías y funciones. Los managers más poderosos pueden llegar a convertirse también en propietarios, o pueden serlo ya de partida por su origen social, pues en buena parte los principales directivos proceden de las filas de los propietarios; pero en cualquier caso no dejan de ser considerados como unos empleados. El control en último término siempre está en manos de los propietarios, si no de la totalidad de los accionistas, sí de los que poseen o administran los grandes paquetes, o al menos los paquetes decisivos.
Hoy, después de haberse producido profundas reestructuraciones en la mayoría de las más grandes corporaciones capitalistas, que han dejado fuera de la circulación a muchos managers, está claro entre los expertos que "siempre que tiene lugar un cambio accionarial en la empresa hay que estar alerta por si implica cambios en las misiones de la misma. Pues los cambios en la misión producen forzosamente una variación en llos objetivos, en la estructura organizativa, en la manera de hacer y, en la mayoría de los casos, en los principales directivos"1.
Lee Iacocca, seguramente uno de los más conocidos manager del siglo XX, señalaba en sus memorias, al relatar el proceso de ruptura con la Ford, que "en algunos aspectos, poco importa ser el director de la empresa o el conserje. Que te echen a la calle sigue siendo un golpe difícil de encajar, y en seguida te preguntas dónde erraste o qué hiciste mal" (Iaccoca, 1994:180). Su percepción de las causas de su despido de la Ford, "por constituir una amenaza para el patrón", al tener Henry Ford la creencia de que ponerse a su nivel "venía a ser como la rebelión del campesino contra su señor feudal". Seguramente otros genios de la gestión, como López Airrortua (concido como 'Superlópez') podrían hablar mucho sobre la problemática que se deriva de la confusión de roles en que pueden caer aquellos que, sin ser determinantes en la propiedad de la empresa, pueden aparecer en un momento dado como 'imprescindibles' para el éxito económico.
Por tanto, el debate entre managerialistas y no managerialistas no está cerrado todavía. La diversidad de estructuras sociales en que se desenvuelven las empresas, la diversidad del origen social de sus capitales, las diferentes necesidades de gestión en cada uno de los sectores, nos lleva a concluir que el managerialismo no es tanto una tendencia, sino más bien la característica dominante en el sistema de gobierno de ciertos tipos de empresas, en algunos sectores económicos, y preferentemente en ciertos países. No pudiendo considerarse por tanto como un modelo universal.

1Declaraciones de A.Nuñez y R.Gil, de AZ Consultores, a EL PAIS-NEGOCIOS, 11/II/96, pag. 31"


Las referencias citadas, lógicamente, pueden encontrarse en el libro completo, fácil de localizar en Internet pues ha circulado bastante en formato digital.



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