2013/09/16

Harto de banderas



Por fin lo he hecho... Me refiero a que darle al botón del spam en gmail casi tiene un coste emocional en ocasiones. Pero es que hay tanto spam camuflado, precisamente para intentar tocarte cualquier venita y seguir aguantándolo semana a semana, o mes a mes... Me ha pasado hoy con el panfleto (construido en base a eso que tanto perseguimos hoy en nuestros alumnos: el copypega) llamado Sin Permiso (no, no incluiré el link, que ya se promocionan bastante ellos solos, como buenos fenicios). Lleva años colándose, por supuesto sin permiso, en mi buzón; y bueno, como entre todo el autobombo (en realidad lo crearon exclusivamente para hacer publicidad de sí mismos y sus -también copypegadas, además de absurdas- propuestas de Renta Básica), entre la morralla seudotroska, altermundista y bienqueda, y las cargas de profundidad de patrioterismo pancatalanista, se cuela muy de tanto en tanto algún artículo legible (siempre copypegado claro, y casi siempre de allende los mares), pues marcarlo como spam como que me daba cosa... (alguien se acordará de cómo nos parecía casi "pecado", igual que lo de tirar el pan, el tirar un panfleto a la basura).

Pero la reseca postdiada de la patria catalana (ya saben, esa celebración de aquel caciquillo del Barcelonés que empujó a sus vecinos a morir -él no murió en la contienda, por supuesto, como todos los que siembran el odio- contra el legítimo -en los términos de la legitimidad de la época- rey de España, que quería introducir a sus reinos -tanto a Castilla como a la Corona de Aragón- en la modernidad borbónica, esto es sacarlo de la miseria a que los Austrias, a partir de Carlos I, los habían conducido) ha sido definitiva: vale ya de banderas, de patrias, de hostias identitarias, de pueblos mayestáticos. La verdad es que todos los años me molestan... todas.

Por cierto que hay formas bien distintas de enfrentarse a las banderas.

Hay quienes se matarían, y lógicamente matarían, por ellas, y por eso queman unas para ensalzar otras: por ejemplo, aquí tenemos a unos valientes quemando la bandera de la Revolución Francesa, de la Ilustración, la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, para ensalzar la de un troglodita noble montañés y peludo que seguramente practicaba el derecho de pernada, pero habilidoso como los nacionalistas modernos para medrar en beneficio propio en medio de las crisis (en su caso, la del imperio carolingio).


Otros, sin embargo (como el creativo, por supuesto nunca a gusto de todos, Albert Boadella), les dan algún uso en lugar de quemarlas o llevarlas a la guerra.


¿cúal de los dos usos es el más sensato? ¿cúal nos ayuda a avanzar más, a llegar más lejos... como humanos?

De algo no hay duda: el más cruel de los usos posibles que se puede hacer de una bandera es colgársela a un niño, pintarrajearle la cara como a un guerrero salvaje y llevarlo así disfrazado, o uniformado más bien, a actos patrióticos.




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