2009/08/20

Sociedad de consumo y ética en los negocios (estas cosas pasan, de verdad)


Andaba yo rumiando mi penúltimo cabreo con el latrocinio organizado, y protegido por el Estado (pues no entra a saco a inspeccionar sus andanzas y aplicar las sanciones que merecen), de nuestras empresas telefónicas. Lo de Vodafone es de juzgado de guardia, pero como siempre juegan a que no vamos a entretenernos en ir al juzgado por 5, 10, 20, 40 euros... Y es que su cobertura en Badajoz es lamentable, de forma que los teléfonos se conectan automáticamente a la red portuguesa... ¡y te cobran las llamadas como si se tratase de roaming! (si vives cerca de la frontera, y no sueles comprobar de vez en cuando a qué operadora está conectado tu teléfono, te recomiendo encarecidamente que no contrates Vodafone). Es más alucinante porque su servicio de supuesta telefonía fija y adsl se basa en realidad en un móvil que se conecta a una línea prestada por Telefónica (una chapuza telemática, vamos), pero es el móvil el que "manda"; de forma que he estado pagando a precio de roaming llamadas locales que son gratuitas. Reclamas, llamas, te abren incidencia, envias faxes... ¡naranjas de la china!. Al final, lo mejor es no devanarse los sesos, y suponer que un mangui te ha asaltado en una calleja oscura y que ha sido así como has perdido esos euros (al menos no hay riesgo físico); porque ya he explicado en alguna ocasión que las multinacionales telemáticas están, hoy por hoy, por encima de todos los poderes. También en Europa, en donde la confluencia entre Estado del Bienestar, Progreso, Reglamentaciones, Sistema de valores, etc, etc.... genera una Sociedad de Consumo de la que casi te puedes fiar.

Pues eso... Que andaba yo olvidándome del último robo perpetrado por Vodafone, y me llega un sobre con los protectores para la pantalla del móvil que había comprado por Internet, y resulta que no tienen nada que ver con lo que ofrecía el anuncio, o simplemente con el anterior protector que tenía. Sí, eran mucho más baratos... "y lo muy barato muchas veces sale caro" le escribí al vendedor, haciéndole sentir mi desagrado con lo recibido. Y ya está. No esperaba más..., cuando ayer me responde que me reembolsa el dinero... y hoy me vuelve a escribir informándome de que lo ha reembolsado, así como para decirme que si no tengo una oficina de correos cerca que no le devuelva los protectores.

Y aún estoy reaccionando de la impresión, porque esas cosas ya no se ven, cuando me llega otro email.

Pero primero la historia: el último día que pasé en Paris, al ir a sacar el coche del parking tras un par de horas, fuí a pagar en la máquina: marcó 10,5 euros, leyó mi tarjeta, dijo payée, pero nada, no me dió el ticket. Voy a la cabina de control, le chapurreo al encargado (que habla francés casi tan mal como yo) lo que ha ocurrido, pero después de hacerme esperar tontamente, se niega a ir a la máquina y dice que en donde tengo que pagar es en la salida, y que la máquina no me ha cobrado... y mais por aquí, mais por allá, al final venga, vale... pongo el coche en la salida y entonces (me ha entretenido un buen rato) ¡ya son 14 euros...! No voy a discutir, porque hay argumentos de peso: mi mal francés, que tengo 800 kms por delante, que es hora de comer, y que es un subsahariano enorme con cara de malos amigos... El caso es que cuando días más tarde llego a casa me encuentro con que, efectivamente, me han cargado en la cuenta de la tarjeta los dos importes. Por si no son suficientemente caros, de natural, los parking de Paris, había pagado ¡24 euros por dos horas!. Estaba a 2000 kms del lugar, así que no hay remedio. Bueno, la ventaja de manejarse en la red es la facilidad para encontrar cosas; de forma que aun que no tenía el ticket (luego me apareció) encontré el parking, encontré la empresa (Vinci Park, que también tiene parking por España, al menos en Zaragoza, muy modernos, que te prestan paraguas y carritos de la compra y esas cosas) y encontré un formulario de contacto... Por lo menos el desahogo de contárselo (algo en lo que tradicionalmente no he creido). Lo hago, y al día siguiente recibo una autorespuesta diciéndome...¡que el envío de currículums debe hacerse por correo postal o en las oficinas!. Alucinante.


Me olvido... y ¡hoy me llega un email pidiéndome disculpas por el retraso en responder, y avisándome de antes de quince días me llegará un talón bancario con los 24,50 euros que pagué en su parking!. Esto es capitalismo de rostro humano, sí señor... (si realmente me llega el talón, lo contaré).

En cualquier caso: ¿se dan cuenta de la cantidad de tiempo que tenemos que decir hoy a escribir, rellenar impresos, cuestionarios... para quejarnos de productos inadecuados, de servicios mal prestados, de actuaciones injustas de la administración?. Sí, es el sistema que la mayoría quiere que suframos, y no nos queda otra que al menos intentar hacerlo menos malo. Pero es agotador.


Y otra cosa. Seguro que nadie se ha entretenido en medirlo, y correlacionarlo con valores, actitudes, estructuras, procesos.... Sería una buena tesis de Sociología del Tiempo.

Addenda a la que nobleza obliga

¡Y vaya que si me llegó el cheque de Vinci! No importa que luego en el banco se me llevasen un pellizco (otros que tal) desproporcionado. Lo importante es el hecho: antes de dos semanas estaba aquí.

Pero es más fuerte... Es que el otro día, el mismo en que tuve un rato para llevarlo al banco, me llaman de un Servicio de Calidad de Vodafone, o algo así, y me dicen, dos meses después de protestar, pero (casi sospechosamente) como una semana después de escribir este comentario, que habían estudiado (hay que joderse, como si hubiera algo que estudiar, con lo clarito que estaba todo) mi reclamación, y comprobado que efectivamente me habían cobrado indebidamente, y que me devolvían en el siguiente recibo esa cantidad.

Son estilos distintos, sin duda... Pero hay algo en común: tenemos instrumentos para enfrentarnos a los poderosos. Hay ratas que los utilizan para el mal, para (intentar) hacer daño a otros de su especie; pero la gente de bien también podemos utilizarlos para señalar a unos, dar herramientas a otros... progresar. Cambiar.

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