2007/10/01

Esperando un puerto usb detrás de la oreja

Como tantas veces disiento de lo que el sentido común, la sabiduría oficial mediática (o mediatizada) establece de urgencia. Ya llevan tiempo, los que siempre han vivido de memorizar, lanzando soflamas histéricas contra el impacto que la informática, y no digamos Internet, estaría teniendo en nuestra capacidad memorística. Nos admira que nuestros viejos de 70, 80, 90 años, pierdan la memoria. Por supuesto que hace cien años, cuando la esperanza de vida era de 35 años en lugar de 78, los viejos tenían muy buena memoria, y no tenían Alzheimer, sobre todo si tenemos en cuenta que los viejos eran en realidad jóvenes. Se ofenden otros porque nuestros jóvenes se nieguen a memorizar fórmulas matemáticas estúpidas que una calculadora hace desde hace medio siglo con más eficiencia, o listados inútiles a los que pueden acceder en cualquier momento en Internet. Nuestro cerebro, simplemente, se adapta a los impactos tecnológicos, y veremos cambios biológicos subsiguientes (sí, antes de veinticinco años estoy seguro de que tendremos un puerto en el cerebro, espero que menos brutal que el de Matrix). Pero cualquier pepinillo de esos que se lleva las manos a la cabeza por nuestra nueva naturaleza supuestamente desmemoriada, podría probar a preguntar a un joven que juegue al rol por la inacabable lista de armas, personajes, mundos, etc, y verá lo que es memorizar. Y es que ahora podemos empezar a permitirnos, por fin, memorizar sólo lo que nos interesa, lo que realmente permanece en la memoria sin sufrimiento: aquel perfume, aquel lugar, aquella canción. Por supuesto que el cerebro nos da cada vez más chispazos, se apaga de pronto una sinapsis y no recordamos algo que creíamos esencial... pero seguramente es que ya no lo es.
Por lo demás, mi experiencia y la de mis entornos sucesivos me dice algo que harían bien en comprobar los neurólogos: la cantidad de información acumulada en el cerebro es muy superior entre quienes simplemente consumen información (cultura) con pasión y sin orden, que entre quienes practican el innoble pero otrora rentable arte del empolle memorístico.

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