2007/09/17

Sudando el Congreso

Porque el clima de Barcelona estaba (como era previsible) tremendamente pegajoso, y porque la mala organización del Congreso Español de Sociología nos obligó a muchos a pasarnos la primera tarde de gestiones, idas y venidas, lo que aún hizo más pegajoso el ambiente. La organización alcanza algunos logros sublimes: como que en el (por lo demás vulgar y falsamente moderno) restaurante "oficial" Danzarama nos terminen cobrando a 20 euros (precio negociado con la organización del Congreso) un menú no menos vulgar que, si hubiésemos comido en otra mesa, nos habría costado 10 euros.

Pero Barcelona preciosa, naturalmente, como siempre. Multiracial, llena de color y de infraestructuras de calidad (por mucho que se quejen los catalanes, no de ahora sino desde hace más de un siglo). Aunque para viajar desde Badajoz (más de 300 euros ida y vuelta) a un precio razonable debemos ir primero a Lisboa (110 euros). Eso sí que tiene miga: salir extranjero para viajar a un precio razonable a tu propio país. Eso sí que es falta de infraestructuras.

En cuanto a lo sociológico, y lo socioilógico...

Me sorprende sobremanera que para la clausura de un Congreso de Sociología (que ha dedicado un simposia al futuro de la profesión de sociólogo, que está bastante negra) se escoja no a un sociólogo de prestigio... sino a un antrópolgo de prestigio. García Canclini es, ciertamente, un tipo muy interesante, escribe muy bien sobre temas culturales (probablemente sea el representante latinoamericano más prestigioso en el campo de los cultural studies, hoy en día)... pero no es un sociólogo, ni se interesa por los problemas de la Sociología. Pero todo eso no me extraña, si tenemos en cuenta que en la nomenklatura que controla institucionalmente la Sociología en España, los sociólogos de formación (ni siquiera a nivel de doctorado) son escasos (y aún intentan que sean menos, pues antes promocionan a un economista o un filósofo que a un sociólogo).

Porque claro que hay un lenguaje común de las Ciencias Sociales, como hay un lenguaje común de la Ciencia que compartimos con la Física o la Biología. Pero el de la Sociología no es el de Antropología (aunque pueda haber coincidencias, e incluso algunos las busquen), como ni de lejos es el de la Economía (que descansa sobre el principio de la acción racional y la optimización del logro). Por eso la transdisciplinariedad implica la obligación de embeberse también de los lenguajes ajenos, creando uno común y propio y específico para cada objeto transdisciplinario: sea lo ambiental, lo urbanístico, la violencia..., tantos campos.  

El Grupo de Sociología Medioambiental (de cuya coordinación me tengo que encargar durante los próximos tres años, con la ayuda de Mercedes Pardo) está con una muy buena salud. Ha tenido un crecimiento enorme en comunicaciones y asistencia, por lo que podemos plantearnos intensificar las actividades propias entre congresos. Por supuesto, como el onze estaba tan cercano, también tuvimos al típico esquerrista dando la vara. Hablando en catalán (en un congreso con el castellano como lengua oficial) en público, y luego en castellano en la intimidad (osea, jodiendo un poco a la marrana). Pero vamos, eso es llevadero y en cierto modo hasta saludable; peor es lo del prota que envió su comunicación en inglés, muy internacional él. ¡País, paissos..! El no parece que sea un "lenguaje común" es el castellano, a pesar de eso de los 500 millones de hablantes.

Entre las actividades previstas, la planteada como más urgente por algunos participantes fue la preparación de un texto, sociológico y realizado por sociólogos, objetivo y documentado, que recoja la evolución de la Sociología Ambiental en España. Y es que se ha difundido por parte de la propia FES un texto sobre la cuestión (realizado por un economista y un geógrafo, muy preparados sin duda en su campo pero no en el de la Sociología, por muy transdisciplinarios que nos pongamos) que ha puesto los pelos de punta a la mayoría de los sociólogos (y asimilados) medioambientales. Precisamente porque ni siquiera conocen el lenguaje sociológico, uno escribe como humanista y no se entera muy bien, confundiendo lo geográfico con lo ecológico, mientras que el otro, como economista que es, optimiza al máximo la producción y tras un análisis racional incluye sólo a quienes considera que pueden serle "rentable" citar.

Es algo que ocurre a menudo en el ámbito del pensamiento: llega un señor, más o menos naïf a un tema, y cuando cuatro días más tarde escribe una historia del asunto, parece que la vida hubiese empezado cuando él llegó. Aunque en este caso es más grave, pues incluso se convierte en influyentes sociólogos medioambientales a sociólogos cuya relación con las cuestiones ambientales se ha limitado a sufrir alguna alergia primaveral, mientras se borra con descaro a algunos de los sociólogos y asimilados que más influencia han tenido en la cuestión ambiental en España.

Ya sabemos que, en general, las monografías de este tipo de libros (como los libros de este tipo en sí mismos) se dedican al autobombo del autor y los amigos, así como a devolver favores (o anticipar el pago). Pero es que hay casos especialmente llamativos, como (por lo que me toca) el capítulo dedicado a la Sociología del Género, sea en su versión sobre Mujeres (que ignora, entre otras muchas cosas, análisis regionales no realizados por mujeres, como el de Extremadura), sea en su versión de los Hombres, escrita por otro geógrafo reconvertido a profesor de Sociología y definitivamente transformada en una Sociología de la Homosexualidad que ignora todo aquello que no navega por esas aguas, o directamente en las procelosas queer, como lógicamente le ha ocurrido a nuestro pionero y reconocido estudio sobre los hombres de 1994, El hombre perplejo).

Algo parecido ocurre en el capítulo dedicado a la Sociología Urbana, en el que parece que no quepan quienes, pocos o muchos, no se meten bajo el paraguas académicamente protector del obsoleto, insuficiente, rancio enfoque de la Economía Política (casualmente el que sustenta Jesús Leal, a quien le producen sarpullidos los ecolos, por ejemplo), salvo que tengan gran poder académico... o mediático.... En fin... Menos mal que a los ecolos nos siguen prestando oidos quienes realmente hacen ciudad: los arquitectos. Por mucho que los jefes locales de mi disciplina (nunca mejor dicho), nos borren del libro de los elegidos, del Libro de Petete Sociólogo, el tiempo, el implacable (que diría Pablo) pondrá a cada cual en su sitio...

Por lo demás, cañas y comidas muy agradables con unos y con otros.

(Dejo esto porque corro al emule a ver qué hay de Térez Montcalm... ¡pero qué maravilla, y no sabía ni que existiera!. Hagan por escuchar su Cinema).

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